Capítulo 8

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—Quiero hacerte un nido —sus palabras rompieron la tranquilidad que estaban
compartiendo.  

—¿Qué? un ni... —Yerin pareció pensarlo por un momento, frunciendo el ceño en la penumbra. — ... un nido? Pero Bi, eso no se hace más, Ya no se acostumbra hacer eso —recordó, un poco divertida.

Eunbi  sonrió. Estiró el cuello, besando suave los labios de Yerin. Se separó a penas, para hablar desde ahí.

—Ya sé que no —dijo en un murmullo Volvió a besarle la nariz y su frente. —Pero quiero que tengas uno. Que tengan uno. Aquí, justo en la habitación. Será tu lugar, vas a poder anidar allí —enumeró, bajando por la piel de la omega hasta la mandíbula, saboreando su piel. Era dulce, un néctar que le daba vida.

—N-no sé cómo funcionan —murmuró, dejando que la alfa le llenara de caricias el cuerpo —Nunca vi uno —cerró los ojos, cuando la menor pasó su mano por su estómago, que prácticamente no se notaba aún.

Estaban en la cama de Eunbi . Acurrucadas una a la otra. La desazón que sintió a la mañana, cuando la madre de Eunbi  supo que estaba embarazada había quedado atrás, el malestar de estarlo ocultando, el miedo y la incertidumbre se fueron, cuando Eunbi  le aseguró que no le importaba y que
quería ser su alfa, que quería cuidar de ambos.

Sentía perfectamente la palma de la alfa en su piel, cálida y segura.

—Vamos a comprar mantas —murmuró cerca de su oído. —Muchas de ellas, las que
tú quieras y más te gusten. Almohadas y cojines, cuánto más mejor. Lo voy a armar allí, justo en la esquina de la habitación, el lugar es muy grande y cabrá perfectamente. Va a ser suave, y mullido.

Tiene que ser cómodo para ti, para el bebé y — se lamió los labios, antes de dejar un beso en la sien de la omega. Yerin flotaba entre nubes. —Si... tú me dejas, también los puedo
acompañar, si quieres. Normalmente los alfas lo llenan de su aroma, para que los omegas se sientan tranquilos cuando estos no están. Es privado, y tú vas a decidir allí adentro. Va a ser tuyo. De nadie más. Ni siquiera mío.

Yerin se mordió el labio.

No creía lo que estaba escuchando.

—¿Cómo no voy a dejar que entres? —Preguntó incrédula. —Es lo más hermoso que me han ofrecido jamás. Tú... tú ¿marcarías con tu aroma el nido? ¿Por favor? —La duda instalada en su voz.

Eunbi  sonrió inconsciente.

«Si. Por supuesto que lo haría.»

—Sí... sí a ti te parece bien la idea, unnie —murmuró. Sus cuerpos eran cálidos juntos, bajo las sábanas. Yerin asintió rápido. Afuera, una tormenta de aguanieve se abría paso. — Sé que esto es antaño, ya no se acostumbra, pero quiero hacerlo. Y también quiero cortejarte, unnie —Yerin abrió la boca, grande, se le aguaron los ojos. —Quiero que tú te sientas especial, te voy a comprar todo lo que quieras. Te voy a cocinar, y preparar cosas especiales. No tengo mucha idea de como hacerlo, pero podemos inventar nuestro propio cortejo. ¿Te gustaría?

Yerin se calló unos momentos.

—Si —murmuró. Eunbi  se elevó con un codo, para ver el rostro de la pelinegra. La omega evitó su mirada.

—¿Estás bien, Yerin? —Preguntó, preocupada. —¿Te sientes bien? ¿No te gusta la idea? Yo solo quería...

—No, no, Eunbi  —consiguió decir. Las malditas hormonas otra vez jugando con ella. —Me encanta. Me encanta la idea Bi, es que nunca me imaginé que... que me harían sentir así, especial. Es una tontería, debe ser el embara...

Eunbi  la besó. Con ternura. Con suavidad. Saboreando sus lágrimas.

—Siempre voy a querer que te sientas especial, porque lo eres. La omega más especial de todas, la más hermosa y linda, la más buena. —Aseguró.

BURDEL - Sinrin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora