Capítulo 12

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Yerin se removió en el nido. Estaba de espaldas a Eunbi , con el pecho caliente de la alfa pegado a su cuerpo. Esa posición le gustaba mucho, ya que su creciente estómago quedaba de lado y era más cómodo, además los brazos de la alfa eran como un ancla que la mantenían firme.

Suspiró complacida.

Entre sueños, la alfa la estrechó más hacía sí misma. Sentía su respiración ardiente en su nuca, y la mano protectora encima de su vientre.

«Eunbi  está muy caliente», pensó.

Abrió de repente los ojos. Había algo más... algo pegado a su cintura baja. Algo duro, y grande. Tragó saliva.

Intentó moverse hacia delante, pero Eunbi  gruñó entre sueños. Todo su cuerpo vibró, y su entrada empezó a palpitar despacio y a humedecerse lentamente.

Como pudo, se giró  entre el brazo y el cuerpo de Eunbi , quedando a un palmo por debajo de la cabeza de la menor, justo en su cuello. Su piel ardía, le llegaban las ondas de calor que irradiaba.

El día recién comenzaba, las nubes grises teñían el cielo de la ciudad,afuera hacía frío,  el clima imperioso se rehusaba a desaparecer.

Al estar tan cerca de la alfa, se dio cuenta.

Por un instante temió. Cerró los ojos y recordó. Todos esos alfas que la habían maltratado, de los que tuvo que hacerse cargo siendo a penas una adolescente, y Taehyung. Pasaban como una mala película por su mente, imagen tras imagen.

Grandes, fuertes. Manos sosteniendo su cuerpo, su boca. Flashes. Rostros difuminados, olores que se desvanecían, día y noche.

Sacudió esos pensamientos de su mente, esa había sido otra vida, aunque no hubiera pasado tanto tiempo, parecía muy lejana, aunque por momentos también cercana.

Pero no, no eran ellos quienes estaban a su lado en ese momento, Es Eunbi, se obligó a recordar. Eunbi. La mejor alfa que ha conocido,que la trata bien, que es dulce y amable, que la quiere y la respeta, tanto a
ella como al bebé, que le brinda su calor por las noches y su brazos cálidos de día. Que la besa tan dulce, tan suave, tan delicado. Cómo si... como si ella valiera algo en verdad.

Como si la amara.

Tragó.

— Bi —susurró. Esta se movió, y su dureza pegó en el muslo de la omega, se sonrojó, apenada. — Eunbi , despiértate, por favor —rogó, moviendo el hombro de la alfa.

Miraba sus facciones. Fascinada. Eunbi  era como una Diosa, con sus perfectas facciones delicadas y un suave perfil.

Hubo un pequeño gruñido. Se movió. Le besó la mejilla. Sus labios eran fuego, y el aroma que desprendía la alfa era cegador.

— Yerin —susurró, todavía dormida. Su boca entreabierta, y su cabello revuelto.

— Bi ... estás... estás —balbuceó. — ¡Eunbi! —Llamó más alto al ver que la alfa pretendía seguir durmiendo.

—¡Qué! —Se sentó de repente, con la mirada nublada. —¿El bebé? ¿Es hora...? Las cosas... —Murmuró alarmada y desubicada.

Yerin la miró y se dió cuenta.

Estaba perdida.

Yerin murió de amor, había caído fuertemente por esa tierna pero fuerte pequeña alfa.

—No, no Bi —la calmó. Le tocó la espalda, estaba sudada y caliente. —No es el bebé, tranquila.

Eunbi  parpadeó. Gimió por lo bajo.

Miró a su derecha, Yerin estaba tendida a su lado con las mejillas rojas y tratando de evitar su mirada.

—Yerin —gimoteó. —Yo... yo, perdón —notó, entre sus piernas, como su ropa le apretaba. Salió a trompicones del nido, asustada de haber alarmado a la omega. No se lo podría perdonar jamás. No. No a ella. No como a todos los demás en su vida. No podía hacerle eso.

BURDEL - Sinrin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora