Capítulo 9

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Lo primero que Yerin vió, cuando llegaron de la revisión médica al penthouse, fue lo que parecía un gran mueble en medio de la sala de estar, cubierto con una tela blanca.

Ocupaba una parte de la sala, con la luz del sol dándole justo desde atrás gracias a los ventanales.

La omega se quedó estática, con Eunbi  detrás suyo. Mirando su reacción con ojos soñadores, esperando a que la omega dijera algo. Se ubicó a su espalda, deslizando sus manos en su cintura delicadamente. Le besó, suavemente, detrás de la oreja. Dejó sus labios ahí, cálidos y habló contra la piel.

Yerin inspiró el aroma de la alfa.

Le gustaba. A Yerin le gustaba en demasía ese tipo sutil de contacto que la alfa ya la tenía acostumbrada en estos días. Apoyó su cabeza en el hombro de la menor, y le dió un poco más de espacio.

—Feliz cumpleaños, Yerin —susurro que le ocasionó un escalofrío que le recorrió el cuerpo, las manos de la alfa fueron a parar a su pequeño vientre. La sintió acariciar en  círculos leves , por encima de su ropa. El calor de las manos atravesaba la tela.

El aroma dulce, fuerte, como un néctar llegó hasta los sentidos de Eunbi.

Hundió su nariz en dónde nacía el cabello de la omega. Se contuvo de lamer allí. Era tan tentador. toda Yerin en sí lo era.

—¿E-es para mí? —Preguntó, con voz vacilante. Carraspeó, no pudiendo creer lo
que tenía frente a sus ojos. —Bi, no me digas que esto es para mí —rogó.

Eunbi  sonrió. Asintió. Feliz por la emoción de la omega, amaba eso de Yerin. Que fuese tan transparente con sus sentimientos y emociones.

Era un momento tranquilo, y sumamente íntimo. O así lo sintieron.

—Pues yo digo que es para la omega más hermosa de todas —besó suavemente su hombro, recorriendo la línea hasta su cabello. Aspirando ahí y sonriendo.
—¿Acaso hay otra en este mundo, que no seas tú?

Yerin ahogó una risa incrédula. Entonces Eunbi  la soltó, buscando su mano, entrelazando sus dedos y guiando a la omega hacia el objeto.

La omega tenía los pies clavados en el suelo.

Negó con la cabeza. Eunbi se rió entre dientes, todavía sosteniendo su mano, con delicadeza. Yerin dió un paso, y luego otro. Quedó frente al objeto todavía cubierto. Era grande e imponente.

Eunbi vió los ojos más hermosos, eran una
mezcla de emociones, y cada una brillaba más fuerte que la otra. Cada pequeña
parte de Yerin era perfecta, pero sus ojos eran algo que la alfa no podía dejar de contemplar, simplemente preciosos.

Yerin entendió, sin palabras, que debía sacar el cobertor y ver por sí misma, pero ya tenía una leve idea de que había debajo y si era lo que pensaba iba a desmayarse en ese mismo instante porque era algo impensado.

La omega dejó que lo inspeccione. Qué con sus manos pequeñas, y uñas pulcramente cortadas, lo descubriera. Yerin se llevó las manos a la boca, y se cubrió medio rostro cuando vió, por fin, el soberbio piano de color blanco y acabados dorados. Era magnífico, no tenía palabras.

—No, no  —sollozó. —E-es un... no yo no puedo creerlo Eunbi ¿Cómo... cuándo? —Balbuceó. Lo descubrió, revelando las teclas y tocandolo a penas, como si no creyera lo que veían sus ojos.

¿Esto era real o seguía durmiendo? ¿Estaba en ese lugar, con Eunbi  o seguía atrapada en otro lugar y esto no era más que producto de sus deseos?

—Lo vi hoy, en la tienda. Es para ti, Unnie. Tiene tu nombre desde que lo ví. Es para que lo uses, y te recuerde un poco más a tu madre —Yerin se restregaba los ojos. Eunbi  la abrazó. —Sh, Está bien, todo esta bien —lloraba en su hombro, y sus manos se aferraban al pecho de la alfa, y la menor la tenía contra su cuerpo, abrazada a su cintura estrecha. —¿te gusta? Porque si no es así, podemos...

BURDEL - Sinrin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora