Capítulo 32: Seda

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La mano de Boun se dirigía justo a donde Prem más lo necesitaba.  Le apretó el muslo y acarició su entrepierna.  Aún cubierta por esa escasa y fina capa de seda, podía notar su forma, su dureza, la humedad del líquido preseminal.  Prem dejó de mantener las piernas rígidas y se confió por completo a Boun, dejando su peso al alfa.  Este le  sostuvo y Prem jadeó sorprendido.  Nunca verse vulnerable y tener su seguridad en manos de otra persona le había resultado tan agradable.

Boun sostuvo sus nalgas.  Sus manos se quedaron húmedas.  La lubricación de Prem provocaba que un pequeño hilo corría por su nalga derecha hacia la pierna.

Boun le apoyó en la pared.  Se agachó y lamió la gota pasando su lengua hacia arriba.

-Tú sabor es lo mejor que he probado nunca.

Prem gimió.  Boun le colocó las piernas alrededor de sus caderas.

-No me he duchado.  No te quejes si huelo mal.

-No seas idiota. Ya me he lavado y preparado para ti yo.

Boun se rio.

-Seguiría aquí, pero daria golpes a tu abdomen y no queremos que la doctora vuelva a reñirnos si ve tu culo raspado.

Prem asintió.  No había notado el roce de la pintura hasta ese momento. 

-No me sueltes.

Boun subió a la habitación sin bajarle ni un momento.  Prem se lo agradeció con besos y mordiscos leves.

Cuando llegaron a la cama, Boun le quitó la prenda mojada que antes cubría sus genitales.  Se quitó la ropa con prisa.  Sabía que Prem prefería mantener esa ropa.  No solo por su coste.  Por el coste sentimental, la voluntad que Prem había tenido de comprarse algo que dejase tan expuesto su cuerpo.  No se habían conocido de verdad hasta saber que estaba embarazado.  Había adivinado su vulnerabilidad respecto a los cambios en su cuerpo. 

-Estás impresionante.  Siempre lo estás, pero hoy es... irradias algo que me ciega.

-Eso es tu lujuria -repuso Prem, coqueteando.

-Esa ya la superamos el primer día -Boun le lamió las inglés y le subió la ropa, pasando la lengua por su vientre y acabando en uno de sus pezones, que mordió con suavidad. - es lo mucho que te amo y lo hermoso que estás, cada día.  Hoy especialmente, pero cada día ante mis ojos eres el único, el más hermoso.  El padre de mi hijo.  Te amo.

Prem gimió fuerte.  Abrió las piernas y se levantó un poco arqueando la espalda.  Boun le colocó un cojín debajo.

-No fuerces la espalda.  Deja que yo haga el trabajo.

Prem asintió.  Dejarse llevar sonaba delicioso.

Boun le sostuvo las muñecas y continuó homenajeando su cuerpo con besos, lametones y mordiscos.  Los brazos, el pecho, de nuevo su muslo...

Notó como abría el camino hacia su entrada, apartando las nalgas para revelar su orificio palpitante.  Prem no pudo evitar un gemido más fuerte, y Boun se mojó con más lubricación.

La lengua de Boun limpió esa humedad hacia su interior, metiendo levemente la lengua.

El omega chilló y Boun supo que había cosas que no podía postergar más.

Le colocó de lado, la posición que le parecía más segura dada la pasión que le dominaba. Y entró en él.

Lo hizo despacio, abriéndose paso. Entonces el omega le atrajo de repente, empalandose en él.

-Estoy preñado de un hijo tuyo, no soy un virgen.

-Tu líbido se comió tu romanticismo.

Pero no le hizo sufrir más.  El omega se corrió casi al momento.  Boun se salió y se frotó contra la espalda de Prem, hasta que llegó al orgasmo eyaculando contra su espalda.

Prem se giró.  Sucio, sudoroso pero feliz.

-Me encanta que me sorprendas así -dijo Boun.

-¿De verdad me ves atractivo? No porque me ames, sinceramente.

-Por supuesto.  Has subido de talla pero no pareces ver el brillo en tus ojos, en tu piel.  Tus pezones... están casi siempre duros y más oscuros...

-Están sensibles como no imaginas.  A veces la camisa me molesta.

-No tengas ninguna inseguridad.  No me gusta, aunque yo te vea como una joya también quiero que te des cuenta de cómo irradias eso.  Felicidad, belleza...

-Y lo bien follado que estoy.

-¡Y lo mal hablado que estás hoy! -Prem rompió en risas ante el regaño falso de su alfa.

Se besaron.  En la noche, un coche pasaba por la carretera en dirección a otra de las casas.  Sabían que nadie les molestaría.

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