Capítulo 7

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Ahí estaba Penélope, respirando con dificultad y sintiendo un estremecimiento que recorría todo su cuerpo. Frente a ella, estaba Colin y su boca y sus besos que llenaron su mano, ahora iban subiendo por su brazo. Penélope sentía que sus rodillas iban a ceder en cualquier instante. Colin se acercó más y ahora le besaba el cuello... COLIN LE ESTABA BESANDO SU CUELLO. En ese momento Penélope reaccionó y lo alejó. 

-Basta. No quiero que, nunca jamás, vuelvas a jugar conmigo así. -Al terminar la frase, salió con rapidez del salón, en dirección al lavado de mujeres. 

Colin se quedó inmóvil en la habitación con el guante de Penélope en la mano. La había besado. Había besado a Penélope, a su amiga. Y no la había besado solamente una vez, sino que muchas veces. Su respiración estaba agitada y en lo único que podía pensar en ese momento, era en que no quería dejar de besarla y eso lo aterró. Si de él dependiese, no habría dejado de besarla y se hubiese rendido a su cuerpo y a sus deseos de poseerla en esa misma habitación.

Penélope no sabía qué había sucedido. Ni siquiera podía entender qué era todo lo que estaba pasando en su cuerpo... Estaba totalmente sofocada, le costaba respirar y no sabía si sentirse feliz o si  ponerse a llorar. ¿Estar feliz? Era obvio que Colin solamente estaba jugando con ella. Por lo tanto, sería la segunda opción. Necesitaba calmarse y necesitaba aire, por sobre todas las cosas, necesitaba aire. Así que salió al balcón...

-¡Penélope! Te ves preciosa esta noche. Espera ¿Pasó algo?- Le preguntó Benedict.

-No, no pasó nada. Estoy bien. 

-¿Bailarías la siguiente pieza conmigo? Espera... ¿Y tu guante?

-Lo estaba buscando, no sé en dónde lo perdí. 

-Tranquila, déjame ayudarte. Espérame aquí, vuelvo enseguida. 

A los pocos minutos, Benedict volvió con un par de guantes blancos. 

-¿Cómo los conseguiste?

-Simple, le pedí ayuda a uno de los sirvientes. Siempre tienen reservas de todo. 

-Muchas gracias.

-¿Bailamos?

-Está bien. En esta ocasión... ¿De quién te estoy ayudando a escapar?

-De la mayor de las Smithie Smith. 

Pen sonrió. Benedict tenía ese tipo de personalidad calmada con el que una se podía sentir bien. Bailar con él, la ayudó a distraerse y a recobrar sus sentidos. 

-Señorita Penélope, muchas gracias por salvarme.

-Muchas gracias por ayudarme con los guantes. 

-De nada, sabes que siempre puedes contar conmigo. Espero que te sigas divirtiendo. 

-Creo que ya tuve mucha diversión por hoy, me iré a casa a descansar, ya estoy agotada.

-Entonces te acompaño a tu carruaje. 

-No es necesario, de verdad, muchas gracias. Iré a hablar con madre antes. 

-Está bien. Adiós Penélope. 


Penélope habló con su madre y se fue de la fiesta.  Al llegar a su casa, subió rápidamente las escaleras y cuando entró en su cuarto se llevó una gran sorpresa. Porque ahí la estaba esperando Colin. 

-¿Qué estás haciendo acá? ¿Cómo subiste?

-Vine a devolverte tu guante... y... subí por la escalera. 

-Puedes dejar el guante en la mesita y... y volver a bajar por favor. 

-Pen

-Por favor deja el guante y vete. 

El amor después del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora