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Enero, 2000

El año dos mil es un verdadero problema. Hoseok es encontrado por su madre unos minutos más tarde, y fuertemente regañado debido a su repentina desaparición. Lo lleva a casa a tirones que apenas le permiten caminar de forma estable.

—Mami —se queja, mientras da trompicones—, me duele el brazo.

Ella detiene sus pasos al instante y lo libera, lo mira con sus cejas casi juntas y ojos brillantes de ira, hasta que su expresión se relaja de un momento a otro. Se agacha de cuclillas frente a él, con ambas manos acaricia sus brazos suavemente.

—Lo siento —balbucea—. No medí mi fuerza, lo siento, hijo. Estaba tan preocupada. —Acaricia su mejilla—. Por favor, no vuelvas a perderte así cuando estemos en un lugar donde hay muchas personas, ¿sí? —Hoseok asiente. Ya no nota las ganas de echarse a llorar—. ¿Lo prometes?

Piensa en que, cada vez que su madre promete no volver a realizar alguna acción que a él lo lastime o sienta dolor de estómago y ganas de echarse a llorar, lo cumple. Entonces, no ve otra opción más que asentir.

—Lo prometo, mami.

Le agradan las promesas, le causan suaves cosquillas en el estómago y su cuerpo se siente liviano cuando se realizan. Las promesas son una buena forma de mejorar, sobre todo cuando los seres humanos se proponen hacerlo y las cumplen. Eso, cumplir las promesas, es algo que su madre hace de manera religiosa. A diferencia dsu padre, de quien trasciende una presencia cada vez más intermitente desde que cumplió los cinco años.

Desde entonces, ha comenzado a ver su vida algo torcida, pese a que la relación con su madre se ha vuelto fuerte y estable.

Desde entonces, ha comenzado a ver su vida algo torcida, pese a que la relación con su madre se ha vuelto fuerte y estable

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