58
Marzo, 2008
De por sí, está inseguro de tener la capacidad y fortaleza de continuar enfrentando el semestre, desde que las vacaciones de primavera acabaron. Las pasó gran parte encerrado en casa, porque su mayor miedo es tener una erección frente a cualquier persona que no sea él mismo. Siente tanto pánico por los cambios que experimenta que, en lugar de bajar su intensidad, siguen sintiéndose igual, por no exagerar y decir que han aumentado. Que Yoongi lo invite a jugar cada viernes, no le facilita las cosas. Siente que ya no puede entrar en esa habitación, porque la cruz de Jesucristo lo juzga cada vez que recuerda los suspiros que escuchó hace meses y que hacen vibrar sus pantalones. No ha dejado de pensar en eso, cada noche el dolor casi punzante en la entrepierna es más intolerable, y no le está permitiendo descansar hasta que el bulto que sobresalte bajo su pijama se desvanece. Incluso ha insistido en lavar su propia ropa interior con la única excusa de ser responsable, pese a que su verdad se oculta en la humedad que queda allí marcada tras pretender que las cosas van normales o, más bien, como antes de que toda la tortura hormonal comenzase.
—Deberías hacerlo —le dice Yoongi.
—¿Qué? —Bate las pestañas hacia él, y al entender a lo que se refiere, niega con su cabeza mientras sus mejillas enfurecen—. No quiero.
—Sí quieres, Ángel. Sólo te aguantas y te torturas. Te sentirás bien, si lo haces, eso lo prometo.
No sabe qué responder, tampoco sabe qué otra cosa lo ayudaría. No es que le cause rechazo, al contrario, es en lo único que puede pensar cuando sucede. Sin embargo, le causa tanto temor ser atrapado por su madre o que el eco en el baño lo delate. Cada vez que sale de la ducha, deja caer un poco de agua fría en su cabeza, y le ha funcionado, aunque parezca un método de tortura.
Ir a la escuela es un verdadero reto, pero, por el momento, todo ha salido bien para él. Por ejemplo, hoy piensa concentrarse en su examen de álgebra. Eso piensa, claro que lo piensa, pero la tortura de aprender de memoria los ejercicios le han recordado que Yoongi odia las matemáticas, y no existe ningún tipo de relación al respecto, pero tiene que escapar del salón con la esperanza de que nadie se haya percatado de lo que sucede con su cuerpo. Pasa tanto tiempo en el baño esperando a que su erección baje, que Jimin va por él, enviado por la maestra.
—Estoy bien —casi grita desde el cubículo—. Algo me cayó mal, es todo.
—¿Quieres que llame a la enfermera?
—¡No!
—¡Bien-bien! No es necesario que me grites. Estaré en las gradas con Daena, ya sabes en cuáles.
Esa interrupción despeja todos sus sentidos y es suficiente para que pueda salir y mojarse el rostro. Mira su reflejo en el espejo con algo de enfado y se promete a sí mismo dejar de pensar en Yoongi, cuando se encuentre en la escuela, y tal vez, sólo tal vez, ayudarse un poco en casa.
Se tarda bastante, semanas completas, hasta que ese momento en que no lo tolera más, como Yoongi se lo explicó antes, llega. La imagen de su mejor amigo, recostado en su cama, suspirando con la mano bajo su ropa, no lo deja en paz. Hoseok corre el riesgo de ser cuestionado por cerrar la puerta con el seguro puesto y se lanza de espaldas en su cama. Siente tanta vergüenza, pero el alivio es palpable cuando desabotona sus pantalones y los baja, es una presión que nunca eliminó antes. Y luego, elimina la otra. Se siente tan expuesto que cierra las cortinas de su habitación, por si alguien tiene la facilidad de mirarlo desde allí. No es la primera vez que ve su propia erección, pero sí es primera vez que nota como brinca de emoción, sabe de antemano (y nunca mejor dicho), que está por recibir ayuda. Rodea la punta con sus dedos y se le escapa un quejido, pero lo repite, y luego su palma hace el mismo trabajo, y en cuestión de unos segundos, que hasta le causa diversión, acaba sin pretender hacerlo. El gemido algo agudo que se le escapa, lo obliga a morderse la lengua, y observa con curiosidad como el dolor baja, porque ha desplazado la presión intensa hasta su bajo vientre y lo tiene alzando las caderas cada segundo. Entonces, cuando la tensión de sus músculos desaparece, es capaz de entender por qué Yoongi le aconsejó tantas veces que lo hiciese.
—No tenías que contármelo —dice Yoongi entre risas, y al formar una expresión de vergüenza en su rostro, se aclara la garganta—: Pero... gracias por confiar en mí, Ángel.
Claro que no le dice qué es lo que provoca cada reacción de su cuerpo.
—Bien —murmura, viendo a su mejor amigo con una sonrisa, igual de sonrojado.
Silencio.
Los ojos de Yoongi por poco lo escanean.
—Es tu turno —le recuerda, apuntando al rompecabezas.
—Oh, cierto.
La curiosidad es tanta que, en una ocasión, Hoseok se ve incapaz de impedirse a sí mismo acercar su mano a su rostro y oler, aunque se arrepiente al instante y se afirma a sí mismo no volver a acercar su nariz o boca a algo como eso. En medio de un suspiro, se despoja de todo para limpiarse, pero, como siempre, le parece tan insuficiente, que opta por tomar una ducha rápida. Es una sensación de libertad que se extiende por los siguientes meses y cuya dificultad de vida disminuye con el paso del tiempo. Ya ha acabado el año escolar, cuando se percata de ello.
Junio pasa sin novedades y al iniciar agosto se encuentra en la sala de la casa Min, esperando por una respuesta a un cuestionamiento que lleva años recibiendo en negativa absoluta, y que, sin embargo, hoy es un silencio esperanzador. Yoongi lo observa desde la mitad de la escalera, mientras Hoseok juguetea con sus manos sudorosas. El señor Min lanza un suspiro agotado y finalmente abre los labios para hablar.
—Está bien —dice con esa calma tan característica de él. Hoseok sonríe—. Pero debo advertirles que a mi hijo se le protege como a un santo.
—Llegará sano y salvo, señor Min —contesta Hoseok—. Es una promesa.
Ve la sonrisa de Yoongi deslumbrante y las ganas de correr a abrazarlo son intensas, aunque ambos permanecen en sus lugares, sonriéndose el uno al otro, bajo la reticente mirada del señor Min.
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Desde 1993 🎨 yoonseok.
Fanfic🎨 : ❝ Si hablamos de amor, significa al sueño de un niño asustado en la ignorancia y unos brazos tibios de verdad. Donde se crea un nido de tormentas y el azul del cielo se pinta sobre el lienzo, porque las nubes no sólo viven en su interior. Min Y...