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Enero, 2008

No vuelve a ver a Yoongi hasta acabadas las fiestas de fin de año. No porque no quisiese, sino que coincidentemente su madre ha tenido turno en el hospital hasta enero, y lo ha enviado a pasar las fiestas con la familia de su padre. La situación con él ha mejorado desde el incidente y su diagnóstico, aunque continúa sintiendo esa sensación de incomodidad estando a su lado por demasiado tiempo en soledad. Durante aquellos días, al menos, ha sido una persona completamente diferente a la que él conoce desde pequeño. Todo está bien, hasta que comprende la razón, cuando lo deja en casa una vez más.

—Voy a casarme.

Hoseok gira su cabeza de forma lenta, notando la incomodidad acrecentando en su cuerpo.

—¿Desde cuándo tienes novia? —inquiere, con una ceja alzada —. Nunca me lo contaste.

—No creí que fuese necesario.

—Pero soy tu hijo.

—¿Acaso tú que me cuentas algo acerca de tu vida?

Es un golpe bajo, pero un cuestionamiento bastante realista. Dolorosamente realista. Le arden las mejillas, porque sólo puede pensar en lo brutal que sería esa noticia de su vida personal, si es que se lo contase. Ni siquiera ha sido capaz de contárselo a su madre.

—No tengo nada que contar —dice.

—Entonces, ¿puedes estar feliz por mí?

—No conozco a esa mujer.

—Puedes conocerla, si quieres.

Desvía la mirada para evitar la sonrisa de su padre y aparta su mano cuando nota que está por tocarlo. Con cuidado, se quita el cinturón y abre la puerta del vehículo.

—No, gracias. —Y baja —. Adiós, papá.

No mira hacia atrás, no se atreve, sabe que la expresión de su padre es absoluto dolor y/o decepción, y él no quiere hacerse responsable de lo que esté sintiendo en este momento, apenas puede consigo mismo.

El corazón le late en las sienes cuando entra a casa, su madre no se encuentra, por lo que el silencio es tan ensordecedor como el palpitar de su pecho. Cubrirse las orejas no funciona, sólo acrecienta el sonido insoportable. Hoseok acaba apoyándose de espaldas en la puerta, entre respiraciones aceleradas que no sabe controlar y comienzan a ahogarlo, las ganas de echarse a llorar son tan inmensas que cree que sus ojos y mejillas explotarán si las detiene. Quiere hacerlo, y se sienta en el suelo. Quiere llorar a gritos para que todo se detenga un minuto y él pueda pensar con claridad, sin el miedo de que alguien lo interrumpa. Quiere vivir un segundo de paz. ¿Por qué todo parece tan mal de repente? Odia a su padre; odia a su madre; y está al borde de aceptar que también odia a Yoongi, pero no puede, y ese sentimiento de impotencia, ese enfado que le produce «no poder» le está explotando en el rostro, como una bofetada tras otra. Debe poner una de sus manos en su pecho para acariciarlo, intentando que el dolor se detenga, que los latidos se tranquilicen. Son minutos que parecen horas. Hasta que ha llorado tanto que no le quedan lágrimas y el único dolor en el que puede concentrarse es el de su cabeza. Siente el rostro tirante y le arde hasta la mandíbula.

En algún momento se levanta, como si fuese un fantasma, se siente liviano y a la vez tan pesado. Sólo transita por la casa, como si no estuviese allí, se da una ducha extensa, donde sólo escucha el agua caer. Luego, se sienta en la isla de la cocina y cena en silencio lo que su madre probablemente ha preparado esta mañana, antes ir a su último día de turno. Lava el plato y lo deja en su sitio. Se cepilla los dientes con los ojos cerrados, porque su rostro inflamado y rojo le parece insoportable de mirar.

Desde 1993 🎨 yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora