Roces.

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Si bien Angie#2 es una gran amiga y tiene inmensos parecidos con mi difunta Angie#1, a veces me era imposible no poner los ojos en blanco cuando decía alguna babosada de Jacob, como por ejemplo cuando estábamos comprando algo en un centro comercial y mientras pasábamos vio unos vaqueros de mujer iguales que unos de Jacob y entró rapidísimo a comprarlos.

—Es que son tan lindos, tanto como él. —Murmuró mirando los vaqueros.

Justo en ese momento quería tener un mecanismo de encendido y apagado para detener lo que dije.

—Venga ya, Angie, ¿no crees que exageras?

Ella me miró sonriendo y guardó los vaqueros en la bolsa de tela.

—A veces si, pero después recuerdo que él es una persona por la que vale exagerar.

—Apreté los labios para contener la sonrisa. —Ahora más que nada estoy pensando en que no debería ser yo quien estudia filología.

Ella sonrió y me dio un pequeño empujón en el hombro, pero después se quedó mirándome fijamente a los ojos como si, bueno no sé, como si fuera un cachorro abandonado.

—¿Tengo frijol en el diente? —Indagué un poco asustada.

—Negó con su cabeza. —Es sobre lo de la carrera forzada, siento mucho lo que te pasa.

Me tensé unos segundos y aparté la mirada. Odiaba que me dijeran lo siento por algo que ellos no tenían la culpa, pero los humanos somos así, algunos dicen lo siento porque creen que no deberías estar pasando por lo que sea que estás pasando.

—No importa. —Le puse el brazo alrededor de los hombros y puse mi mejor sonrisa. —Gracias a esa carrera forzada pude conocer a semejante tía con el cabello púrpura.

—Ella rió y abrazó mi cintura con su brazo. —Tienes razón, gracias al universo por ser tan hijo de perra.

—La miré con los ojos abiertos como platos y después me llevé una mano a la frente. —No te hacemos bien, ya hasta hablas como una callejera.

—Tú hablas peor que yo y podrías comprarte un ejército y te sobraría dinero.

—Ya, pero yo ponía cucarachas en las zapatillas de mis hermanos o les dejaba ratas debajo de las sábanas. —Bromeé.

Hizo una mueca de horror y se separó un poco.

—Gracias a Dios no fui tu hermana.

Reímos y salimos de la tienda. Dimos un recorrido por el centro comercial y nos compramos algunos chuches. Después me llevó a hacer un recorrido por New York como la neoyorquina que es. Para empezar les digo que Central Park es precioso y la Time Squere con sus edificios y un montón de anuncios por todas partes, bueno para eso no tengo palabras.

Llegamos al apartamento cansadas. Ella se centró en hacer la cena y usar su nuevo libro de cocina. En cambio yo me puse a hacer los deberes que debía. Evan me había dejado las notas de ese día y me puse al día. La composición sobre por qué El Gran Gabsty es uno de los libros más importantes del siglo XX ya casi estaba terminada cuando algo explotó y me hizo dar un brinco. Miré hacia donde provino la explosión y vi a Angie con las manos apretadas sobre su boca y todas las paredes llenas de un extraño líquido…¿aquello era ketchup?

Me acerqué con cautela y cuand llegué pude ver de lejos el piso manchado y la olla a unos pocos centímetros de los pies de Angie. Ella seguía medio paralizada cuando la sacudí de los hombros.

¿Cuánto vale un sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora