El segundo adiós duele más que el primero

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—¿Rosa o Azul? —Celine colocó ambos percheros a los lados de su cuerpo con los respectivos vestidos cologando de ellos.

—Celine, el rosa es muy provocativo. —Murmuró Mark.

—A Cel-Cel le gusta eso. —Añadió Noah guiñandole un ojo a mi amiga.

Los ojos de ella cayeron sobre mi y me mordí el labio.

—La verdad, ninguno me gusta. —Dije bajito.

La boca se le abrió tanto que bien le podía haber llegado hasta el piso.

—¿Por qué no? —Indagó recobrando la compostura.

—Para empezar, vuelos, ¿en invierno? —negué con mi cabeza—. Obviamente no. Además creo que una paleta neutra te sentaría mejor.

Si mi madre me oyera estaría un pelín orgullosa.

Me puse en pie y caminé hacia las perchas donde tenían el vestido que llevaba horas mirando. Lo agarré y se lo enseñé. Era un vestido precioso y verdaderamente le quedaría fantástico.

—¿Rojo? —Frunció el ceño.

Chasqueé mi lengua y caminé hacia ella.

—No cualquier rojo, es rojo nena. Sexualidad, pasión —moví mis cejas de arriba abajo juguetona—. Además a Ely le encanta el rojo.

—Es cierto —coincidió Noah—, la semana pasada me lo confesó.

Y por si aún no lo captan. Celine está saliendo con Ely. Si, amigos, el Calienta Bragas se salió con la suya después de todo.

—Me amiga hizo un puchero. —Es que quería ir vestida de algo más llamativo.

—¿Más que el rojo? —Mark la miró como si no diera cabida a lo que escuchaba.

Ella pasó su vista por cada uno de nosotros, después por los vestidos y al final, solo para jugar mi carta, giré el vestido y dejé que viera que era con la espalda descubierta.

Enseguida la expresión de su rostro cambió y me arrancó el vestido de las manos, mientras yo me reía. Era tan previsible.

—Bien, lo admito, está hermoso. —Dijo saliendo del probador y girando para que la viéramos.

—Y te queda de muerte. —Noah levantó su pulgar dando su aprobación.

Asentí desde mi lugar, observando cómo el vestido relataba las curvas que en mi vida iba a tener de no hacer un poco de ejercicio.

Pero les diré que de haber sabido lo que pasaría horas después no le hubiera dejado siquiera ir a la cita.

El Calienta Bragas resultó ser un estúpido a la enésima potencia. Aunque no había entendido muy bien lo que me contó Celine. La pobre estaba hecha un lío de mocos y toallitas.

—Venga Cel, no te pongas así, seguro fue un malentendido. —Dije tratando de darle ánimos.

—No lo fue. —Dijo con rotundidad—. Nadie tiene a dos tías desnudas en su casa sin hacer nada, Broadway, no seas ingenua.

Vale, sí. Tenía razón. Pero igual debería dejar de llorar tanto y levantarse del sofá de su casa o terminaría pareciendo un ermitaño, si es que no lo era ya.

—Cel, la semana que viene me voy a casa de mis padres y no puedo irme sabiendo que estás así. —Me senté a su lado y le aparté el cabello del rostro.

—Deberías llevarme contigo y lanzarme desde el primer acantilado que veas. —Susurró.

—Venga ya Celine, ese drama está de más, ni que te hubieras enamorado de él. —Dije quitándole de un tirón la colcha de color lila. Ella se encogió y ocultó su rostro de mi.

¿Cuánto vale un sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora