Celos sin sentidos.

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Al final logré preparar algo para cenar, más bien me refiero a que los dos inútiles más grandes de la Tierra consiguieron preparar unos macarrones con queso. Ya les digo que entre no saber como se preparaban y el agua que derramó Luka en el piso, la noche se me hizo insoportable.

—¿Dónde dormiré? —Preguntó mirándome.

—Volverás a donde estabas antes. —Contesté llevándome un montón de palomitas a la boca.

—¿Te refieres a tu habitación?

—Me atraganté con la exorbitante cantidad de palomitas y lo miré con los ojos abiertos como platos. —¡Por supuesto que no!

—¿Por qué? —Hizo un mohin. —Tú dormiste en mi habitación.

—Me aclaré la garganta. —Eso es diferente.

—¿Por qué?

—Porque yo estaba borracha.

—¡Yo también lo estoy! —Dios parecía un niño pequeño.

Es cierto.

—Dormirás en el sofá, te traeré una manta y una almohada, es lo suficientemente grande para ti. —Dije al final.

Se cruzó de brazos enfurruñado y no respondió.

—Eh, ¿me estás oyendo? —Le di un empujoncito en el hombro.

—Que si pesada, ya te oí. Ni porque estoy borracho te compadeces de mi pobre alma en pena. —Me miró.

—Venga ya, Luka, ¿dónde has estado durmiendo que pueda ser mejor que un sofá como este? —Arqueé una ceja.

Pareció pensarlo un momento y al final no respondió, sino que suspiró y se cruzó de brazos.

—Está bien, dormiré aquí, como un perro.

Hice una mueca y me volví a concentrar en devorar mis palomitas. La película estaba muy buena y por su culpa me había perdido la parte donde el protagonista se confesaba a la chica que le gustaba. Luka tenía talento para hacerme perder las partes más importantes de las pelis y las series.

Dejé el bol vacío donde habían estado las palomitas en la encimera para lavarlo mañana. Tenia un sueño terrible, tanto que mi visión era múltiple.

¡Dos Luka, que miedo!

Si.

Le bajé la manta y la almohada y me fui a mi habitación. Me metí bajo mis sábanas y cerré los ojos. Enseguida me quedé dormida.

—Joder, Broadway, despierta. —Murmuró alguien a mi lado.

Abrí los ojos y tardé en adaptar mi visión a la oscuridad. Poco a poco pude distinguir el rostro de Luka.

—¿Qué mierda quieres? —Miré el reloj en mi cómoda que indicaba las dos y media. —¡Son las dos y media de la mañana!

—Es que la calefacción se ha roto allá abajo, hace un montón de frío. —Dijo.

—Puse los ojos en blanco. —Venga, te daré un edredón y podrás volver allá abajo.

¿Cuánto vale un sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora