Consecuencias

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Habían pasado dos semanas desde lo que pasó con Luka y a mi misma me sorprendía lo rápido que lo había superado.

Había recuperado el tiempo perdido en los estudios y en los exámenes estaba de maravilla, sin mencionar que mi relación con mis amigos iba de maravilla sin tener que mentirles sobre algún aspecto de mi vida.

No había visto a Luka en todo ese trascurso de tiempo, pero de ves en cuando me encontraba a Sabrina y ella me dedicaba miraditas y sonrisas de superioridad.

Seguía sin soportarla, pero trataba de mantenerme alejada de todo el drama, puesto que ya estaba cerca de irme a casa y tal vez allí lograba convencer a mi familia de que una universidad en el extranjero sería lo mejor y me daría mejores oportunidades.

Sonaba cobarde de mi parte y me dolía tener que dejar atrás a Jacob, Evan y Angie por ello, pero era lo único que se ocurría. No iba a poder evitar a Luka toda la vida y mi paciencia tiene límites cuando se trata de Sabrina.

No quería causar una escena ni nada y menos que Evan se enterara de lo que había pasado entre su hermano y yo, porque me daba demasiada vergüenza y sobre todo no quería lastimarlo.

***

—¡Venga ya! ¿Dónde está tu pago? —Traté de mantener la calma ante el tipo que tenía delante.

Llevaba más de dos minutos esperando que encontrara su dinero en la billetera obviamente vacía y me estaba cansando.

—Ya te lo dije, estaba aquí, yo salí esta mañana con el dinero, no se ha donde se ha ido. —Medio chilló señalado su billetera.

—Seguro que desaparecieron mágicamente. —Ironicé. —No me quiera ver la cara de estúpida y pagueme o llamaré a la policía.

—Señorita, me está faltando el respeto. —Masculló.

—Y usted está agotando mi paciencia—me crucé de brazos, exasperada—, así que le repito, o paga o policía que usted conoce, quién sabe y tal vez en el calabozo el Ratoncito Pérez le da alguna moneda.

Apretó los labios en una línea fina y me fulminó con la mirada. Casi puse los ojos en blanco y fui a sacar mi móvil del bolsillo de mi vaquero para llamar a la policía, pero su mano agarró mi codo y me acercó a él con agresividad.

—Escúchame bien, putita, no te quieras hacer la correcta conmigo, sabes que tu pago lo llevo entre las piernas. —Dijo el muy baboso.

—Señor, lo más probable es que su polla esté más muerta que una planta en el Sahara, así que amablemente le pido que me suelte y me pague o también agregaré acoso sexual a la llamada policial. —Dije sonriendo con falsedad, no montaría un show en mi trabajo y menos dejaría que un pedazo de basura me complicara las cosas con Pepe.

Masculló un insulto y sacó los cincuenta dólares del bolsillo trasero de los vaqueros.

—Muchas gracias, espero que vuelva pronto. —Sé que ni siquiera me oyó porque estaba muy ocupado llamándome puta mientras salía del local.

Me senté en el taburete de la barra y suspiré. Dios mío ¿por qué había tanta gente hoy? Apoyé la cabeza en la madera y suspiré. Nunca me quejaba de tener trabajo porque me ayudaba a mantener la cabeza ocupada y no pensar en…mejor no digo su nombre.

Bueno la cosa es que en esas semanas había mucho movimiento, incluso Murat, el chico del delivering, se quejaba de tanto que tenía que llevarle pedidos a la gente.

—¿Donde está mi chica buena favorita? —La voz familiar me hizo levantar la cabeza de golpe.

Me giré para ver si no estaba alucinando y efectivamente tenía frente a mi a Noah. Dios mío, Noah estaba de nuevo en New York.

¿Cuánto vale un sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora