IV

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Eloísa


Aterrada e incómoda me dirigí al baño sabiendo que aún tenía sus ojos encima mío.

La decoración del lugar contradice mis sentimientos, la luz es tenue y la temperatura cálida, pero yo me siento insegura.

Me acerqué con pesadez al lavamanos y la preocupación volvió al ver mi cuerpo, estaba llena de chupones y marcas por todas partes, incluso en mis pechos, estaban rojos y dolían.

Que odio, que rabia, detesto esto. No puedo creer como me llenó de estas horribles cosas a su antojo, y duelen, son como moretones.

Debería volver a la habitación y molerlo a golpes, nunca me dejé tocar por alguien, ¿Por qué permitírselo a él?

Pero es mucho más grande y terminaría peor.

Tengo un moretón en la mejilla y sus manos marcadas en mi garganta. Me veo como un fantasma en el espejo, ojerosa, los labios partidos y enrojecidos. Si bien ya tengo miedo de él, esto me hace temerle mucho más.

La puerta se abrió tomándome por sorpresa, era él.

- ¿Por qué te demoras tanto? -- Una breve expresión de fastidio brillo en su rostro.

- ¿No sabes tocar?

- Es mi casa y tu eres mía, puedo entrar en cualquiera de los dos.

Sus comentarios me ponen más nerviosa aún, sus abusos no habían llegado a penetración, pero ¿lo harán? Fue horrible lo que me hizo hace unas horas pero imaginar que llegue hasta eso lo hace mucho peor, no puedo ni imaginármelo.

- Por favor, solo vete.

- Apúrate y deja de querer ordenarme cosas, eres mía y haces lo que yo te digo. -- Hizo sonar muy fuerte el ''yo'', aturdiéndome los oídos y la poca paz mental que me quedaba.

Ni bien me aseguré de que se largue, puse los ojos en blanco.

Ahora si, a lavarme la cara por fin. Me perturba no saber hace cuanto estoy aquí, diría que desde ayer pero siento que pasaron muchas horas desde lo que pasó.

Tomaría una ducha para poder quitarme el asco que tengo, pero no tengo ropa y tampoco quiero bañarme con él cerca, pondría mil cerraduras.

Me apresuré para no hacerlo enojar y me lavé la cara y las manos lo más que pude, tiré un poco de agua a mi cuello y pecho por el asco que me daba tener saliva suya en mi cuerpo, y luego salí.

Al salir ahí estaba él, sentado en la cama mirándome, que extraño que es. Ni bien lo vi me tapé el torso con mis manos.

- Ven aquí. -- Dijo.

No.

- ¿Para qué? -- Pregunté y tragué saliva por el miedo.

- Acércate, Eloísa.

Silencio

- No me hagas repetirlo.

ObsesionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora