XXVI

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26

Apenas pude dormir cuatro horas. Me desperté en medio de la madrugada y todavía no era de día, las cortinas estaban cerradas por lo que tampoco pude ver hacia fuera para ubicarme un poco.

Alexander, al lado mío encerrándome con sus brazos. Aún dormido sigue ejerciendo fuerza contra mí. Intenté acomodarme con la poca movilidad que tenía sin despertarlo.

Bostecé silenciosamente, todavía tenía sueño. ¿Por qué me desperté así de la nada? creo que soñé algo feo, una pesadilla, pero la pesadilla ya la estoy viviendo.

Imágenes distorsionadas divagaban por mi mente, persecución, sangre, dolor, llanto. ¿Él me estaba persiguiendo? por eso desperté agitada.

Al recordar el sueño y la situación los nervios subieron, necesitaba echarme agua para sacarme esta angustia del pecho.

Traté de levantarme para ir al baño pero una mano con demasiada fuerza me tomó del brazo, casi me lo arranca.

- ¿A dónde intentas ir?

- Al baño.

Suspiró y me soltó con lentitud, no quería soltarme.

Caminé como pude hasta el baño por el repentino dolor del entrepierna, la oscuridad tampoco me ayudaba a guiarme mejor. Aunque no le temo a la oscuridad, estando aquí con él ya le temo a cualquier cosa.

Finalmente llego y me encierro allí. Al prender la luz lo primero que veo son la fila de moretones en mi cuello bajando hasta mi pecho que Alexander hizo. Que asco, me duelen de tan solo verlos.





Me habré demorado unos veinte minutos mirándome en el espejo, no podía creer todas las marcas que tenía.

El dolor en mi vientre se intensificó y cuando me miré por el espejo la parte de atrás me encontré con una mancha roja. Dios, no. ¿Justo ahora?

Por eso me desperté incómoda y me sentía rara. No tengo nada para higienizar esto y no quiero pedírselo a Alexander.

Comencé a buscar entre todos los cajones y tampoco.

- Mierda.

Debo haber manchado las sábanas también.

El dolor se hizo más fuerte y empecé a marearme.

Continué buscando en los estantes de la ducha y tampoco. No toallitas, no tampones, nada.

- Eloísa. -- se escuchó del otro lado de la puerta.

Su voz me dio el peor susto de mi vida. Alexander intentó abrir la puerta pero yo había puesto bajo llave.

- ¿Estás bien? hay sangre en la cama. Ábreme.

Abrí la puerta un poquito pero él la empujó y la abrió de par en par acercándose hasta mí con intensidad.

- ¿Está todo en orden, amor? ¿Por qué hay sangre en la cama? ¿Necesitas algo?

Su densidad me mareó más y me apoyé en la pared.

- Me vino la regla.

Con mucha vergüenza se lo dije y él al instante fue a buscar algo en los cajones de la habitación.

Vino y me entregó una canasta rosa llena de cosas femeninas, tampones, toallitas, copa menstrual... Está más preparado que yo.

- Te espero, bebé.

Pareció sonreír al verme tan avergonzada.

- Te traeré ropa limpia.

Asentí mirando al suelo y él en un segundo volvió con la ropa para poder cambiarme. Cerró la puerta antes de salir, no sin antes chequearme una última vez de arriba a abajo.

ObsesionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora