XII

4.5K 208 51
                                    

12

Alexander

Su cuerpo se sentía más calmado y tranquilo mientras pasaba la esponja enjabonada por su espalda. Sé que parece lo contrario pero no miro su cuerpo con morbo, o sea me encanta y me parece extremadamente sexual todo en ella, pero no siempre.

Su cuerpo es una obra maestra, es arte, es perfecta y delicada.

A veces me gustaría ser más suave con ella, pero mi entusiasmo no me lo permite, y ya empeore todo, no hay vuelta atrás, ella ya me odia, lo sé. No puedo controlarme cuando ella me rechaza, odio sentir que no me quiere y sin embargo es lo único que provoco.

Si tan solo me hubiera acercado como una persona normal, si le hubiera hablado... Me odio porque solo la estoy alejando más de mí, y la quiero tener cerca, consensuadamente.

Ya se que siempre me guardará rencor por todo, pero intentaré ser más delicado, ella se merece eso y más. Un hombre que la ame y la proteja, o sea yo.

- Alexander, tengo frío.

- Perdona, mi amor. Estaba distraído.

Abrí el agua caliente y tomé el shampoo para ponerlo en su cabeza.

Abrí el agua caliente y tomé el shampoo para ponerlo en su cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hice espuma con su cabello y luego le tire agua para enjuagar. Le puse acondicionador y todas esas cosas que ella se pone.

Al salir de la bañera, la tapé con una de mis batas y la abracé. Qué placentero es tenerla.

- Vamos al cuarto, bebé.

Con un toalla tapando solo mi zona de abajo me dirigí hasta el cuarto con mi pequeña siguiéndome, sus pasitos eran cortos a comparación de los míos que eran grandes y largos.

Me siento tan bien al tenerla cerca, su compañía y presencia me hace sentir una persona normal. Falta que me ame.

- Mi amor. -- La llamé.

- ¿Si?

Me acerqué hasta un mueble y saqué aquel libro que ella quería leer, me había olvidado de dárselo.

- Toma, el libro que querías. Te amo, princesa.

Acercó sus manos hasta el libro y lo tomó, sus preciosos ojos seguían tristes pero ahora brillaban un poco. Lo que sea para hacerla feliz, menos darle su libertad.

- Gracias. -- Dijo suavemente.

Amaba tanto que sea tan educada y cortés, ella siempre se fijaba en aquellos detalles. Es perfecta.

- No hay de qué, mi amor. Te mereces eso y más

Juré ver una pequeña sonrisa asomarse por sus labios. Por dios, si, si, estoy logrando hacerla sentir mejor. Mi alma salta de la emoción.

- Te iré a buscar ropa, mi amor. -- Dije con una sonrisa.

Ella se sentó en la cama y se puso a leer la primera página del libro.

ObsesionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora