Y es que a veces de verdad me gustaría tenerla conmigo. Dejar de espiarla y dejar de imaginarme con ella.
No hay forma que me de una oportunidad, ella es hermosa y yo solo soy un inútil incapaz de poder acercármele.
Salió con una sonrisa del colegio tomada de la mano de sus amigas, charlaban y se reían.
Caminaron un poco por el no tan grande campus y al separarse Eloísa recibió una llamada.
Atendió feliz pero al momento de hablar su hermosa sonrisa desapareció. ¿Qué pasa, mi amor?
Leí el movimiento de sus labios y pude captar un "Okey, mamá"
Si, claro que tenía que ser de su mamá. Siempre que está con su familia está triste, cabizbaja y débil. Me sorprende porque cuando está sola, con su hermana o sus amigas, se muestra fuerte y capaz.
Su familia la hace sentir estúpida, está claro. Negué con mi cabeza al darme cuenta de eso.
Si estuviera conmigo estaría feliz todo el tiempo... le diría a cada rato lo bella e inteligente que es, el potencial que tiene y lo mucho que puede hacer.
Ni ella misma se da cuenta de eso, la escuché varias veces llamarse a sí misma idiota e insuficiente y me parte el corazón no estar ahí para decirle lo mucho que es.
La observaba mientras la seguía en mi camioneta blindada. Llegó a su casa a las 12:46, se demoró 15 minutos hablando con sus amigas.
Todo el camino estuvo con la mirada perdida y parecía triste por algo. ¿Qué tienes, mi amor? ¿Qué pasa? me molesta no saberlo.
Entró a su casa y la perdí de vista, pero gracias al micrófono que puse en la entrada pude comenzar a escuchar la conversación que empezó con su madre al entrar.
La estaba retando por una estupidez, algo de una tarea o algo así.
- "Es que eres inútil, hija" -- le dijo sin asco.
Me enfureció escuchar como trataba así a mi princesa. Me dieron ganas de salir de mi auto y romper la puerta para sacar a Eloísa de ahí y llevarla conmigo, ella no merece ninguna de esas palabras.
Ella serena pero decaída solo respondió "Perdón"
Se escuchó que subió las escaleras y se encerró en su cuarto.
Encendí la cámara de su ventana para ver qué hacía desde mi celular y me acomodé en mi asiento de cuero.
Se había acostado a llorar, escondía su cara en la almohada.
Apreté mis puños del enojo. Si tan solo yo estuviera ahí contigo, chiquita...
Mi bebé preciosa, no llores por favor.
Aclaré mi garganta y suspiré. No puedo hacer nada ahora. Me limité a mirarla una última vez con pena y encendí el auto para irme.
Le dejaré otra carta más tarde así tal vez se reponga.
- Pon esta carta en su ventana, que se vea a simple vista y que lo acompañen estás flores. -- ordené entregándole la fina carta y las pequeñas rosas.
- Si, señor.
Mi asistente asintió y desapareció por el oscuro pasillo.
A continuación esperé en la camioneta que mi hombre termine su trabajo y encendí nuevamente la cámara de la ventana para poder ver su reacción cuando la encuentre.
Pasaron unos minutos y mi hombre volvió, se sentó en el asiento del copiloto y yo en los asientos de atrás esperé impaciente.
Me aseguré de que ella se encontrase en la cocina, piso de abajo, para confirmar que no vea u oiga nada. Ya dejé varias cartas a disposición de mis agentes por lo tanto ya saben como pasar desapercibidos.
Al momento de ella entrar a su cuarto y notar en la ventana algo extraño, primero se espantó, algo usual. Luego pareció tomar coraje y se dirigió a la nota.
Tomó las flores las cuales no median más de 15 cm y las admiró un poco, sabía que le iban a gustar. Pero para tomar la carta se tomó un par de segundos reaccionar, se mostraba con miedo.
Finalmente la agarró con sus bellas manos y leyó.
Eres suficiente.
Nada más que eso, asumo que lo leyó un par de veces más hasta que lágrimas empezaron a salir.
No quise escribir más cosas para no rayarla como las otras veces, quería enviarle un mensaje directo y claro. Que se de cuenta de que es suficiente y que simples accidentes no la hacen tonta.
Sonreí y le hice una seña a mi agente para que emprendiera viaje.
A la próxima te haré saber lo mucho que vales en persona, chiquita.
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Obsesionado
TerrorDesde el primer momento que la ví me atrapó, no había forma de olvidarla. Cabello rebelde, labios rojos, y esa increíble palidez intocable que no abandona mi mente. No descansaré hasta que seas mía, como siempre tuvo que ser. Esta historia es comple...