XV

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- No, Alexander. Has lo que quieras pero nunca me tendrás.

Su mirada pasó de tristeza a enojo, pensé que iba a pegarme pero solo se levantó de la cama y se fue de la habitación azotando la puerta.

Yo permanecí en la cama, mirando a la nada, asustada por como se fue. Fue como si le hubieran sacado negado un dulce a un niño pequeño, lo cual me aterraba más.

Tenía cierto miedo en mi interior, ¿que tal si me pegaba más? O me drogaba de nuevo, o incluso me corte las piernas como dijo aquella vez.

Siento que él es capaz de hacer cualquier cosa y no me siento cómoda en lo absoluto.

¿Qué se supone que puedo hacer ahora? la casa está en completo silencio y desconozco a donde fue a parar el estúpido este. Salir de la habitación me parece un acto peligroso para mí.

Opté por quedarme en la habitación y seguir leyendo el libro que él me regaló, pero las preguntas no dejaban de invadir mi cabeza. ¿Qué me hará ahora? Salió muy enojado del cuarto como para volver de lo más tranquilo como si nada hubiera pasado. Sus cambios de humor son fuertes, primero es tierno y luego es un psicópata, es inestable.

Las ganas de quedarme aquí se fueron cuando me dio hambre, pero realmente demasiada hambre, comería cualquier cosa. ¿Será por la droga? no quiero ni pensar en eso, me enoja demasiado.

Lo peor es recordar que yo lo estaba disfrutando sin ninguna queja. Se me revuelve el estómago.

Decidí salir del cuarto, con mucho miedo pero con hambre. Supongo que no se enojará si solo voy a la cocina.

Me acerqué a las escaleras cuando de repente sentí como me tomaban de la cintura toscamente, logrando asustarme.

- ¿A donde te vas?

- Tengo hambre, voy a la cocina.

- ¿Y por qué no me buscaste para decírmelo?

- Porque recién saliste del cuarto como un loco y me das miedo, Alexander.

Suspiró cansado, el arrepentimiento seguía posado en su mirada. Se lo ve super mal para ser honesta, se le notan ojeras y los ojos un poco rojos, su ropa desprende olor a alcohol. Parece que después de salir del cuarto se fue a su oficina ya que la puerta de ésta estaba abierta.

- Perdóname. -- Se agarró la cabeza y me hizo un ademán para que lo siguiera, ebrio y todo no pierde la elegancia de sus movimientos. -- Vamos a la cocina.

Intentó agarrar mi mano a lo cuál no accedí, caminé por delante de él casi ignorándolo. Él no dijo nada y solo caminó detrás de mí.

Al llegar a la cocina con él siguiéndome, me senté en una de las sillas de la isla. Él se dispuso a abrir la heladera.

- Princesa, ven.

Con dolor en mis piernas me acerqué hasta donde él estaba y me hizo una señal para que vea la heladera. Mis ojos se abrieron al ver lo llena que estaba y ver que había todo lo que me gustaba, todas mis cosas favoritas.

Todo lo que me gusta está ahí, no tendría que estar tan sorprendida porque él mismo dijo que sabía todo de mí, pero me asusta que sean tan cierto. Sus detectives recibieron un buen sueldo.

- Elige lo que quieras, mi amor.

- No me digas mi amor, lo detesto.

- Pero a mi me encanta llamarte así. -- Dijo con una mirada triste, odio que se haga la victima.

Me ignoró por completo y solo fue a sentarse, me quedé en la heladera viendo todo lo que había. Saqué un par de cosas y me senté frente a él, estaba escribiendo y leyendo unos papeles que supongo trajo de su oficina.

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