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🐉Narrador🐉
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—-¿Estamos muertos...?

En algún lugar de corea, una academia de arte se alza entre las montañas, un lugar donde las nubes quedan por debajo del edificio. Cualquiera lo confundiría con el paraíso, un lugar muy cercano al cielo.

—-No lo sé —-un pequeño pianista se encoge de hombros, observandose a si mismo niega con la cabeza --No lo creo, yo me siento vivo...

Con sus pequeñas manitas teclea con insistencia las teclas de su piano. Por su vestimenta tan pulcra y elegante, cualquier lo confundiría con un gran adulto encerrado en el cuerpo de un niño.

Un niño elocuente.

Particularmente sarcástico.

—-¿Moriremos pronto?

La pequeña sentada al otro lado contrario de la enorme aula de danza lo observa con insistencia, por alguna razón, tenía la sensación de estar atrapada, como si ese lugar oculto entre las nubes fuera una especie de jaula.

Incluso si la jaula es de oro, no deja de ser una prisión para quien la habita.

Suspira recargando su pequeña cabeza sobre la pared de espejos detras de ella. Ese lugar enorme, con piso de duela castaña, grandes pilares y paredes forradas completamente de espejos, le aterraba, pero al mismo tiempo le hacía sentir tranquila, como si estuvieran en un limbo.

En una esquina del aula, justo frente al ventanal que deja pasar los rubios rayos de sol que intentan calar en la piel del pequeño pálido.

Resalta la eterna belleza del enorme instrumento que se impone frente al niño, el piano de cola, con su imponente presencia y su armonioso diseño curvilíneo, es la manifestación sublime de las cosas maravillosas en la vida.

—-¿Qué haces aquí? —-la niña ladea la cabeza, curiosa por la insistencia de su pequeño igual, quien se empeña en tocar con insistencia solo una tecla del piano, profunda, resonante y ligeramente melancólica.

—-Estoy esperando a mi hermano —-el pequeño responde, con la voz cargada de frustración por no encontrar la manera en que sus manitas se muevan con fluidez sobre las teclas para poder crear la melodía perfecta que está buscando —¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

El tono suave de su voz flaquea ante la belleza de su pequeña compañera, a pesar de su expresión seria e impoluta, sus pequeñas mejillas regordetas están bastante sonrojadas.

Alzando la barbilla para parecer más grande, claramente bien logrado por la estatura extra que le da el banquillo del piano, contrastado con ella, sentada en el piso.

—-Creo que también estoy esperando... —-frunciendo los labios, observa sus manitas manchadas de pintura, ni siquiera recordaba haber estado pintando, ni siquiera recuerda haber llegado a esa academia, pero su cuerpo estaba tan tranquilo en ese lugar que no daban ganas de irse.

—-¿A quién esperas? —-ladeando la cabeza, con un puchero discreto, la examina de pies a cabeza, frunciendo el ceño confundido —-¿Por qué no estás vestida como una bailarina?

—-¿Bailarina? —-eleva las cejas confundida.

Él asiente con la cabeza.

—-Todas las chicas bonitas que entran aquí son bailarinas...

Al pronunciar esas palabras, una oleada de vergüenza y nerviosismo lo invade, su corazón late con fuerza mientras espera la reacción de la pequeña artista frente a él.

Ella, sorprendida por el cumplido inesperado, baja la mirada tímidamente, jugueteando con su mandil manchado de pintura, sus mejillas adquieren un tono rosado, revelando su propia timidez.

—-Yo no creo poder ser una bailarina..

Ella se sincera, disfrutando de la calidez del lugar.

--¿Por qué lo dices?

Encogiendose de hombros lo observa con tranquilidad, disfrutando de la extraña armonía entre ambos.

—-No tengo un tutu como en las peliculas de barbie, ni un par de zapatillas mágicas, tampoco música, así que no puedo ser una bailarina, solo soy yo...

El pequeño asiente con la cabeza, fingiendo comprender.

—-¿Sabes tocar eso? —-la pequeña pregunta curiosa por el monstruoso instrumento frente a él.

Él señala el piano de cola, negando apenas con la cabeza.

—-Eso intento, estoy aprendiendo...

Frunce los labios, formando una línea fina que contrasta con sus brillantes y pequeños ojitos profundos, tan lindo como un gatito.

Ambos se observan. Incluso en la simpleza del acto, logran comunicarse con ese profundo cariño oculto en su subconsciente.

Ninguno de los dos estan seguros del por qué se sentían tan bien al estar juntos, no se conocían de nada, ni siquiera sabían sus nombres, simplemente existían con una perfecto equilibrio que sincroniza el latido de sus corazones.

Como si ellos fueran una sola alma, dividida majestuosamente en dos cuerpos, destinados a encontrarse, sin importar el tiempo y las dificultades.

—-¿Yoongi? —-la serena voz del adolescente parado en el marco de la puerta del aula de danza que los observa enternecido, pero apurado por llevarse a su hermano pequeño.

El nombrado voltea con rapidez, de inmediato su gesto neutro es sustituido por la alegría, sonriendo con tanta fuerza que las encías le quedaban a la vista.

Emocionado por la presencia de su superhéroe favorito, se levanta del banquillo, dispuesto a correr fuera de ahí, se detiene cuando siente a su pequeña primavera observandolo.

Sus labios se fruncen un poco por la tristeza que le invade al saber que pronto se quedara sola.

—-¿Puedes ser una bailarina? —-apurado pregunta, parado en medio del aula, debatiéndose entre seguir adelante o permanecer.

La pequeña suspira, intranquila, asiente con la cabeza, claramente decepcionada porque él decida marcharse.

—-Entonces ven aquí, tocaré el piano para que tu puedas bailar...

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El sonido de tu voz | Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora