Capitulo 23: Todo estará bien

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—Mike, casi me matas de un infarto—confesó Jason aún con él corazón a mil.

—¿Infarto?, ¿eso es una alergia?—indagó asustado.

—No Mike, eso es una...ay que importa, se nota que no estudiaste medicina. ¿Qué haces tú aquí?.

—Ya es tarde, ¿Crees que no tengo casa?, además, ¿qué hace la señorita McLean contigo?, dentro de un rato revisarán el área de los pacientes.

—Mike, por favor no le digas a nadie de esto.

—No seas ridículo, no lo haría ni aunque fuera un delito, aunque bueno, prácticamente lo es—dijo Mike pensando, y propuso lo siguiente—yo los cubro, intenten entrar rápido por la ventana cerca del pasillo y luego corran hacía las escaleras hasta la habitación, distraere a los vigilantes.

Jason sonrió agradecido.

—Hecho, eres lo máximo Mike, te lo agradezco.

—Si, si menos charla y más acción, me siento cómo en una película—dijo emocionado.

Mike fue a hablar con uno de los vigilantes de la puerta principal, logrando que desviara su vista al exterior, lo que les dió paso a los chicos de pasar corriendo, metiéndose por el jardín cerca de las ventanas, miraron el interior, por suerte nadie estaba por ahí.

Entraron y empezaron a subir y pasar los pasillos lo más callados y discretos posibles, pero unos pasos los detuvieron. Así que con velocidad entraron a un baño que estaba cerca y se encerraron en uno de los cubículos.

Pero justo ahí entraron dos hombres.

—¿Qué crees que hará Adams?—preguntó uno—ya de está no se salvará.

—Pues de igual forma dudo que se detenga en este momento, dicen que por dinero baila el perro—contestó el otro con una risa.

—Sí, pues, la verdad es raro cómo después de tanto tiempo es que se enteran de semejante savandija con la que trabajamos.

—¿Qué te puedo decir?, no siempre podrás ocultar lo que eres.

—Cierto, oye, ¿quién crees que será la siguiente víctima?.

—No lo sé, siempre hablan de una chica joven, pero honestamente no sé de quién se trata, después de todo, nuestro trabajo es limpiar el trabajo sucio.

Justo al terminar de decir esto un charco de agua roja se derramó, esparciendose por el baño.

—Oh mierda.

—Descuida, nadie más que nosotros entra aquí.

—Tienes razón.

—Mejor vamos por algo de beber, tanto caos me enferma.

Así los dos señores salieron.

Alice y Jason esperaron unos segundos para poder salir del cubículo y volviendo a respirar, siguieron.

—Mira eso—señaló Alice al ver el charco de agua roja—¿Es sangre?.

—Sea lo que sea no importa ahora, debemos correr.

Y así lo hicieron, lo más silencioso y rápido que pudieron, lograron llegar a la habitación de la chica con cautela.

Aún agitados se abrazaron.

—Nos vemos—despidió Alice con una sonrisa—por favor cuídate.

—Por favor, vive—dijo el dándole un beso en la frente.

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Los días pasaban y todo cada vez era mejor, (en algunos temas hay que aclarar), por ejemplo, nuevos trabajadores llegaron al hospital, todos con excelente desempeño pero sin imaginarse los secretos que guardaba el lugar.

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