Damian había guardado sus sentimientos por Anya durante más de diez años, tiempo en el que no se había atrevido a decir algo. Pero la relación que tenían a ese punto era realmente buena, solo debía dar ese último paso.
Pero las cosas no solían sali...
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Saltó cayendo en la rama debajo de donde se encontraba, observando detenidamente el panorama, analizando el lugar que se sabía de memoria al haber estudiado los planos, pero que se tomó el tiempo de confirmar. Sacó un puro del cinturón equipado que llevaba y lo encendió, los ojos azules atrapando su objetivo.
Dos, cuatro, cinco y nueve hombres cuidaban en total la edificación exterior. Dos más recorrian la periferia sur, dos más estaban en el lado oeste, tres al frente y dos en el lado este. Podía estimar un aproximado de unos diez más en el interior.
Dio una calada a su puro un par de veces, antes de cortar la punta, guardarlo, dio un par de pasos hacia atrás y finalmente corrió lo suficiente rápido para saltar y cortar el cielo, hasta alcanzar el techo de la edificación. Fue lo suficiente eficaz que su maniobra no fue notada. Había observado durante dos horas en el árbol más cercano, sin moverse y disminuyendo sus respiraciones, haciendo una nota mental de los guardias que aparecían en el techo cada quince minutos. Él tenía que infiltrarse en la residencia antes de que volvieran.
Una vez en el techo se adentró por el único acceso y se escabulló por las habitaciones silenciosas debido a la proyección de la película. Estaba por terminar, por lo que los guardias bajarian la guardia al no tener una amenaza en toda la noche y que el evento estuviera a punto de terminar. Pasó por una gran puerta de madera y escuchó unas voces, una voz que era de su total interés. Se quedó quieto esperando en el pasillo, hasta que vio salir a un par de hombres con trajes, entonces lo vio salir.
Se movió tan ágil como un depredador siguiendo a su presa, colocandose en el camino de su objetivo, retrocedió el brazo hacia atrás, tomando impulso y la adelantó, con el puño cerrado y con el puño de acero dorado resplandeciente entre sus dedos. Su puño hizo contacto con el cuello de aquel viejo que no tuvo tiempo de hacer nada más que realizar un gesto de terror, su grito se quedó atorado en su garganta cuando el golpe rompió su tráquea.
El viejo salió disparado hacia atrás, recorriendo la habitación por la que había salido y estrellándose con la pared, rompiendo el cristal. Él sabía que su puño de acero no era necesario, podía matar a una persona con su fuerza demoledora, podía romper un cuello con solo un apretón de manos, pero ese toque frío de estabilidad lo hacía un completo deleite.
Se acercó al cuerpo inerte para comprobar la muerte, sería insultante que ese fuera el primer hombre que sobreviviera a él. Solo vio el cuerpo maltrecho de Gaspar Aleskeevich. Dio la vuelta para salir de ahí, su objetivo estaba cumplido. Sus ojos recayeron en los papeles que aquel hombre había tenido en sus manos y una sola palabra en el inicio de la hoja y una fotografía, una que él reconoció. Tomó la hoja, guardándola entre sus pantalones.
Debía regresar por donde vino y... en su camino se atravesó a un hombre, uno de los que había estado en esa reunión, que al ver la escena, soltó un grito sordo. Él se adelantó, golpeándolo en el rostro para silenciarlo, no tendría importancia matarlo ahora, no cuando él era su posible siguiente objetivo. A través de la ventana vio a los guardias moverse, corriendo hacia la residencia, mientras hablaban por radio. Se había demorado más tiempo del que debiera.