Damian había guardado sus sentimientos por Anya durante más de diez años, tiempo en el que no se había atrevido a decir algo. Pero la relación que tenían a ese punto era realmente buena, solo debía dar ese último paso.
Pero las cosas no solían sali...
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Tomó asiento en su banca al final del salón con aire ausente, escuchando las voces a su alrededor pero sin prestar la suficiente atención. Dejó sus cosas en su lugar y observó el salón de clases con detenimiento, buscando a alguien en particular y reprendiéndose a sí mismo de hacerlo.
Se había prometido que tomaría su total distancia como impulsor de sus adolorido corazón ¿y ahora esa determinación se había franqueado? Odiaba esas ojos esmeraldas que podrían hacerlo franquear y ahora esos labios que se había atrevido a probar al menos alguna vez. Todo era una guerra mental sobre lo correcto e incorrecto, sobre lo que quería, debía y no debía.
—No me sorprendería que fuera una manera de llegar a eso.
— La forma en que escaló es sorprendente
—Él siempre es atractivo con esa sonrisa, no hay un mejor partido, tan elegante, amable y encantador.
Damian fue consciente de esas palabras que resonaban a su alrededor y fue cuando se percató de cómo todos parecían atentos a alguna cosa específica en el escritorio. Su mirada se encontró con un Ewen a su lado que parecía inquieto de repente y le hablaba de algún lugar donde había ido el fin de semana.
—¿Qué es lo que sucede?
Los dos rubios se sobresaltaron de pronto y se miraron entre ellos.
—No se de que hablas, Damian.
—¿Qué es lo que tiene agitados a todos?
Nuevamente los dos rubios se observaron entre ellos como si estuvieran comunicando mucho con una simple mirada, debatiéndose e intentando buscar alguna excusa. Sin embargo Damian levantó una ceja ante ese secretismo y con una sola mirada dejó en claro que quería dejaran ese juego y que le dijeran.
Emile levantó a duras penas un periódico que unos chicos más abajo tenían y lo dejó enfrente de Damian, quien entendió al observar la fotografía lo que sucedía y la razón de tanto parloteo. En la página de sociales podía verse a Demetrius abrazando a Anya de la cintura y alrededor había texto sobre la candidatura del mayor de los Desmond y las preguntas que había respondido de su encuentro.
Eso fue un golpe directo que originó un desazón en la boca de su estómago, trayendo aquel familiar dolor en su pecho al ver a Anya Forger con su hermano mayor. Sin embargo sus ojos se centraron en la imagen del hombre que estaba un poco más atrás, en su rostro amable y sonriente, que te incitaba a votar por él.
Demetrius Desmond.
Damian aún podía recordar cuanto había admirado a su hermano de niño, cuando entró en la academia Edén. Damian fue consciente desde muy pequeño que Demetrius siempre ocupó un puesto importante junto a su padre. Era el primogénito de la familia y le llevaba varios años, por lo que su presencia era más relevante, había logrado grandes cosas desde niño, había obtenido su título imperial a los diez años, algo que nadie del Edén había logrado. La forma en que su padre sostenía su hombro en las fotos familiares, como en alguna cena de celebración por obtener las mejores notas, por ser el mejor alumno imperial, obtener las mejores notas y obtener el título tan joven, cada logro de Demetrius destacaba y su padre se mostraba orgulloso.