Damian había guardado sus sentimientos por Anya durante más de diez años, tiempo en el que no se había atrevido a decir algo. Pero la relación que tenían a ese punto era realmente buena, solo debía dar ese último paso.
Pero las cosas no solían sali...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Anya se sentó en la fuente que estaba en el parque para descansar sus piernas y sentir el aire fresco que llegaba por el agua de la fuente. Observó su reflejo en el agua y las orejas de felino que adornaban su cabeza, le había gustado apenas las vio y no había podido resistirse.
Levantó la mirada para ver llegar a Damian con una botella de agua y una sonrisa torcida.
—Tú rostro está rojo. —Él señaló apoyando la botella de agua fría en su rostro, gesto que hizo cerrar los ojos de Anya.
—Quizá es por lo adorable que el Segundo se ve con esas orejas. —Realizó su sonrisa extraña.
Eso hizo a Damian sentirse abochornado y retirar las orejas que había olvidado quitarse, similares a las de Anya. Ella había insistido tanto en que ambos las compraran en el zoológico en aquella cita que habían acordado el sábado. Sería su primera cita formal y Anya había sugerido el zoológico, hace un tiempo que no iba y podría hacer cosas interesantes.
Habían recorrido el lugar deteniéndose en cada espacio, observando el comportamiento animal, comiendo golosinas y Anya lo arrastró al espectáculo de pingüinos que había, que le recordó cuando logró detener a un malo cuando lo visitó con sus padres hace diez años. Le gustaban mucho los pingüinos y su peluche en su habitación lo confirmaba. Habían terminado mojándose en la fuente interactiva del lugar y comieron los almuerzos que Anya había hecho con ayuda de su padre. Damian estaba muy animado.
—¿Quieres comer algo más? —Sabía que habían comido varias cosas en el zoológico pero la idea de complacer a Anya no lo abandonaba.
Damian se sentó a su lado, ella tomó la botella de agua y dio un largo trago, era refrescante para el calor que había en la ciudad aquel día.
—No, estoy bien... además ¿no tenías que irte? —Damian había mencionado un compromiso que debía arreglar.
—Sí pero... — La realidad es que no quería irse.
Anya se acercó dándole un leve beso en los labios, acto que sorprendió a Damian y que sonrió después de dejar atrás la conmoción. Se levantó, se acercó y la abrazó fuertemente, asegurándose de captar el perfume del shampoo que ella utilizaba y su propia esencia.
—Puedes venir a casa mañana, si quieres. —Anya lo invitó, podrían utilizar la excusa de las tareas de ser necesario si sus padres decían algo.
—Cuenta con ello. —Damian acarició su mejilla. —¿Seguro que estarás bien regresando a casa? Puedo pedirle a Jeeves.
—Estoy lo suficiente cerca, no te preocupes.
Anya se levantó y se despidió de Damian mientras lo veía alejándose por las calles. La Forger caminó en dirección contraria de donde él se había ido, hacia su casa, atravesando el parque y saliendo a la calle principal. Había sido un gran día, se arrepentía de que terminara de pronto por las obligaciones de Damian.