Capítulo 9.

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Darius Vasileiadis.

Sonrío ladinamente y tomo de mi whisky, tan encantadora y sexi que es mi diamante, la estoy esperando tan ansioso, he estado muy ocupado en todo el jodido día que no tuve tiempo ni de llamarla, pero sus rosas rojas jamás faltaran, ese es mi sello, de que justo en su casa, la mansión Johnson las reciba, el sello que es mía, toda mía. Pobre imbécil de Richard Johnson.

Es una jodida niña, una muñeca de pies a cabeza, pero es mi jodida muñeca, recuerdo cuando desde adolescente ya me estaba calentando, toda una sinvergüenza. Así como me gusta que sea, solo conmigo.

Me llega una notificación en mi dispositivo electrónico de mensaje de voz.

—Señor Vasileiadis, su mujer está subiendo en el ascensor.

Mi sonrisa se vuelve más perversa, al escuchar sus pasos lentos, elegantes con sus finos tacones resonar por todo el edificio, puedo olerla, puedo sentirla, simplemente la puedo ver, aunque no haya entrado a mi oficina, de solo saber que está en mi propiedad, me vuelve un demente.

Abre la puerta y deja ver su espléndida figura delante de mis ojos, sonríe traviesa como ella lo sabe hacer, lamo mis labios al verla con un lindo y corto vestido, dejándome observar sus suaves y largar piernas.

—¿Me mando a llamar señor Darius Vasileiadis?

—Katherine Johnson ¿Le pidió permiso a su querido padre de venir a una de mis propiedades? —pregunto burlesco.

Ella muerde su labio y sonríe.

—Tal vez y venga con la FBI para sacarme de aquí—me sigue el juego.

Me levanto de mi asiento, camino hacia ella con pasos lentos, firmes, silenciosos, como si una bestia vaya a tacar a su presa. Ella solo se queda en la misma posición mirándome fijamente, veo como su sonrisa de niña traviesa se vuelve más grande, sus grandes y hermosos ojos color ambar deslumbra toda mi oficina completamente oscura. Con una mano agarra su cintura apretándola a mi cuerpo, mientras la otra en su muslo subiendo poco a poco su vestido dejando expuesto una de sus nalgas, la nalgueo muy fuerte que suelta un doloroso gemido, al abrir su boca besos sus labios de manera tan posesiva que gime, toco su lengua, meto la mía en su deliciosa boca saboreando cada parte bocal de Katherine, de mi diamante. 

Si que la necesitaba.

Levanto más mi mano y toco algo que me hace separar de ella.

—Darius—gime.

—Quítate el vestido—ordenó mientras me desabrocho todos los botones de mi camisa

Ella obedece temblorosa, mis ojos se oscurecen al verla con una lencería rosa pastel con liga de aro, ¿Cómo un color tan santo lo hace ver todo un pecado? Solo ella lo puede hacer.

—Maldita provocadora.

La atraigo a mi cuerpo agarrándola de la nuca, besos sus labios bruscamente, bajo mis labios tocando todo su cuerpo, me arrodillo mi cara queda en su abdomen lo beso, lo lamo tratando de humedecer su cuerpo encima de la lencería de encaje, bajo mis besos hacia su muslo, succiono su piel dejando marcar muy notables, beso su lindo coño puedo sentir su humedad por encima de su braga. Alzo mi mirada, ella tiene los ojos cerrados con la cabeza hacia atrás.

—No cierres los ojos—ordeno—. Quiero que me veas, quiero que veas como dejas que bese tu cuerpo, como te humedeces para mí, de cómo te entregas a mí sabiendo que soy el hombre más odiado de tu papito.

—Darius—gime—. Me vas a volver loca.

Resoplo en su cuño haciendo que se le erice la piel.

—La locura es nuestra cordura.

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