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—Ger–llamó su madre —¿vamos al shopping?— Ella estaba prácticamente convencida de que él aceptaría encantado.

Pero para su sorpresa él se negó.
—¿Por qué no? –preguntó atónita. Él la miró fijamente —¿pasó algo malo?.

Él negó con la cabeza.

—¿No querés seguir yendo?

Él asintió

— No entiendo.

Él tomó una gran bocanada de aire y luego de unos momentos le explicó.

—A la tarde.

—¿Querés ir a la tarde? –él asintió.

Ella sintió en verdad muchos deseos depreguntar la razón, pero no podía hacerlo. Era obvio que tenía que ver con Santiago.

—Sabés que suelo estar ocupada con el trabajo
extra de la oficina los sábados por la tarde hijo, no creo poder acompañarte.

Odiaba hacerle esto a Germán, pero a veces simplemente no podía cumplir todos sus caprichos, pero él había estado negando con su cabeza unos segundos antes de que ella terminara de hablar.

—Voy solo.

Claudia empalideció. Germán quería salir solo. Sin ella. Ir hasta el shopping.
Un mes atrás apenas si lograba que saliera al patio trasero de la casa. Estaba feliz, pero asustada también.

—No sé, puede ser peligroso– no podía creer lo que
estaba diciendo, que Germán llevara una vida normal era lo que más anhelaba y ahora era ella quien quería impedirlo.

—No soy un nene– dijo serio. Su madre nunca lo había
visto tan decidido y confiado. Fuera lo que fuera que Santiago provocaba en Germán estaba teniendo resultados nunca antes vistos.

—Está bien, podés ir solo, tené cuidado ¿si? – dijo su madre preocupada. Él asintió. Debía confiar en él. Pero no podía evitar sentir una gran inseguridad con respecto a esto.

Luego del almuerzo Germán tomó su mochila gris y la
colocó en su espalda.
Estaba frente a la puerta de entrada de la casa. Su
madre lo miraba expectante, se acercó lentamente y depositó un corto beso en su cabello. Él dio un largo suspiro y salió finalmente de su casa.
Allí estaba él. Solo.
Caminando por las aceras de Buenos Aires. Estaba nervioso, no había que ser un genio para notarlo, pero su determinación hacía que caminara rápidamente. Una parte de su mente comenzaba a creer que ya no
simplemente quería verlo.

Necesitaba verlo.

Finalmente llegó. El camino de momentos parecía
interminable y en otros momentos parecía que flotaba en un corto camino al encuentro con la persona más importante para él.

Entró en el local. Santiago le dirigió una fugaz mirada
mientras se encontraba atendiendo a alguien más. Germán esperó paciente en silencio.
Una vez terminada la compra del otro cliente ellos se acercaron.

—Qué bueno que llegaste, ¡hora de almorzar! –dijo feliz.

Germán no pudo evitar que se dibujara una sonrisa en su rostro.
Ambos se dirigieron a la habitación trasera. Se
sentaron en la mesa llena de papeles que Santiago hacía a un lado para no ensuciar nada mientras devoraba su almuerzo. Comió más rápido que la vez
anterior.

—Che–dijo una vez que había terminado de limpiar
las migajas de pan que habían quedado en la comisura de sus labios, Germán no lograba quitarle los
ojos de encima con cada acción que el chico realizaba. —Estuve pensando en algo la última semana, me caes bien, pero no sé mucho sobre vos... así que se me ocurrió que podemos intentar saber un poco más del otro, si querés nomás.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora