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Ger ni siquiera lo pensó. Actuó por instinto. Debía
llegar. Corrió lo más rápido que pudo a través del estacionamiento y dentro del edificio hasta dar
con el local.

Estaba abierto, lo había logrado.
Realmente lo había logrado.

Su pecho ardía. Su boca se encontraba totalmente seca. Le faltaba el aire. Nunca había corrido tanto ni tan rápido en toda su vida. Respiraba totalmente
agitado, su pecho subía y bajaba. Pero eso no le
importó. Dejó de lado su excesivo cansancio y entró.

Santiago se encontraba libre, era de esperarse, faltaban unos escasos dos minutos para que el lugar
cerrara.
Santi lo vio acercarse; sonrió de sobremanera.

—Pensé que no ibas a venir –dijo mordiendo su labio.

Germán trataba de regularizar su respiración. Su rostro
estaba algo sonrojado por el calor que le había provocado correr.
Una vez cobrado el CD de ese día no había nada más
que hacer.

—Bueno, última venta de hoy–dijo tronando
sus dedos— ¿podés bancarme un ratito? ya vuelvo.

—Está bien –respondió sin saber a que se refería.

Santiago se adentró en el cuarto detrás del mostrador una vez más y luego de un par de minutos salió vestido con ropa diferente. Se había quitado el
uniforme de trabajo. Germán no supo porqué se
sorprendió ante eso, es decir, era obvio que haría eso, su turno había acabado.
Un hombre adulto encargado del lugar llegó con un manojo de llaves en sus manos. Ya no había clientes dentro.
Sofía, Julieta y Santiago comenzaron a caminar fuera
del local. Ellas también ya se encontraban vestidas con
su ropa común. Él sólo siguió caminando detrás de Santiago, con su bolsa en mano, sin decir nada.

El encargado cerró las puertas con llave, colocó un
candado en ellas y seguidamente bajó una gran reja que abarcaba las grandes vidrieras. Se giró hacia ellos cuatro, hizo un gesto saludándolos con la cabeza y se retiró de lugar.

—Nos vemos la semana que viene –saludó Sofía muy
simpática y se fue.

—Nos vemos–respondió con una sonrisa.

—Si, yo también me voy, chau Santi  –saludó de manera no tan agradable Julieta quién dió una mirada asesina a Germán antes de retirarse y trató de alcanzar a su compañera.

El menor frunció el ceño, confundido. El mayor notó
esto y trató de alivianar las cosas.

—Bueno, ahora solo somos vos y yo–dijo posicionándose frente a él – oficialmente esta es la primera vez que nos vemos afuera del local–dejó
escapar una pequeña risa y repitió haciendo un gesto
con su mano - ¿entendés? “afuera del local” –dijo dando a entender el doble sentido en la oración.
[//nota: nunca entendí este chiste, si alguien me lo explica, mejor; la versión original dice "fuera de la tienda" y aún así no lo entiendo].

Germán lo entendió automáticamente. Y la suma de todo lo que estaba experimentando; la felicidad de haber llegado a tiempo, de verlo, de que él aún permaneciera a su lado habiendo acabado su horario de trabajo, y de ese estúpido comentario cargado de humor lograron que sintiera un cosquilleo interior a lo largo de todo su cuerpo y no pudiera contener la risa.
Inconscientemente comenzó a reír.

—Te reíste–dijo extremadamente feliz –no lo puedo
creer, ahora no te vas a librar de mis chistes eh—rió—voy a hacer que tu panza explote de la risa –justo en ese momento el estómago de Santiago rugió
hambriento –hablando de panzas…
El chico castaño, tratando de reponerse de la risa a la
cual no estaba acostumbrado, lo miró preocupado. El mayor desvió la mirada como si se sintiera apenado de lo que estaba a punto de decir.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora