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Se adentraron en el lugar. Germán mirando absolutamente todo a su alrededor. Aunque por más llamativos que resultaran todos los objetos
nuevos, Santiago siempre le resultaría el más hermoso y llamativo. Tomaron asiento en dos sillas enfrentadas, junto a la ventana desde la cual se podía observar la plaza. Dejando sus abrigos y la pequeña bolsa de plástico a un lado. La iluminación del lugar era tenue, no excesiva y cegadora como la del centro comercial. Tampoco había una cantidad elevada de gente. Era un
lugar muy cómodo y acogedor. Germán dio gracias por
ello. Santiago tomó una de
las cartas del lugar y comenzó a leer la lista del menú.

—Creo que voy a pedir un café con tostados de jamón y queso, ¿vos? –preguntó sonriendo.

—Lo mismo.

—¿Estás seguro? ¿no querés otra cosa?

—No.

—Está bien.

Una simpática mesera se acercó a ellos al cabo de unos minutos y tomó la orden. Santiago se encargó de pedirla.

—Estará listo en unos minutos.

—Gracias –respondió cordial Santiago.

Una vez que la mujer se alejó soltó un gran bostezo, el
cual cubrió con su mano. El menor aprovechó la oportunidad para intentar sacar un tema de conversación.

—¿Tenés sueño? –preguntó bastante tímido.

—Sí, por eso pedí café. Anoche nos quedamos hasta
tarde jugando al Rock n’ Roll Racing con los chicos, me rompieron el orto, digamos que no soy tan bueno...

—¿Los chicos? –preguntó curioso y con algo que
parecía ser algo de celos.

—Sí, nos juntamos en la casa de Mathi porque es enorme, se suponía que íbamos a ser solo los pibes pero el boludo de Tomás llevó a la novia. No tengo nada en contra de ella pero se re aburrió y no encajaba con nosotros... yo estaba de mal humor por otra cosa, David tuvo durante casi seis meses mi disco favorito de Los Piojos y cuando se dignó a devolvermelo, me lo dió rayado, le reclamé y dijo que no fue él, pero bueno no me voy a pelear por cosas materiales, es uno de mis mejores amigos.

Germán se quedaba admirado de la manera en que el ojiazul siempre hablaba de sus amistades. Se notaba que los apreciaba en verdad mucho. Se sintió
algo mal al saber que Santiago jamás hablaría así de él
con otra persona.
Después de todo, no había nada interesante que decir
sobre él. Incluso le sorprendía que no le diera vergüenza que lo vieran junto a él.

—Acá está lo suyo, que lo disfruten –interrumpió la
mesera.

—Muchas gracias.

Comenzaron a comer sus tostados y sorbiendo de vez
en cuando un trago de su bebida caliente. Estaban en silencio mientras comían, pero no era un silencio incómodo. Intercambiaban algunos comentarios banales como tenían acostumbrado. De vez en cuando Germán  levantaba su vista para ver comer a Santiago, simplemente para admirarlo. En más de una oportunidad se encontró con la mirada azul del chico, que lo observaba sonriente, haciendo que inmediatamente desviara su mirada hacia otra parte, apenado.

—¿Vivís lejos de acá?–Preguntó una vez habiendo
terminado su orden, mientras observaba a través del cristal que ya había anochecido. Eran finales del otoño. Los días parecían más cortos debido a la poca luz solar.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora