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El sábado siguiente fue un día muy frío. Estaba
nevando mucho. Las calles de la ciudad de Buenos Aires se encontraban cubiertas por un manto blanco de
nieve.
Claudia le prohibió a Germán ir al centro comercial
caminando. Y ella tenía la tarde ocupada con el trabajo así que debieron hacer las compras en la mañana.

Germán no se contentó en absoluto con eso, pero las opciones eran verlo sólo unos momentos, o no verlo.
Claudia sabía a la perfección que eso lo molestaría, pero era preferible lidiar con un capricho a
que Ger se enfermara.
Además ir al shopping lo ponía de buen humor.
En unas horas simplemente olvidaría toda esa cuestión.
Cuando entró al local, Santiago lo miró sorprendido.

— Que lindo gorrito, te queda muy bien–le dijo cuando
estuvo frente a él.

Germán bajó la mirada. Llevaba un gorrito de color negro y una bufanda de mismo color ese día debido al frío.
Santiago todos los sábados prestaba atención a cualquier cambio en la actitud de Germán, sea bueno o malo.
Tenía razones para hacerlo. Pero hasta el momento las cosas no hacían más que mejorar.

— Por lo que tenés puesto supongo que hace mucho frío.

Germán asintió. Pero él mismo se sorprendió y dijo
rápidamente que sí, corrigiendose.
No acostumbraba a hablar con nadie que no fuera Santiago, así que simplemente olvidó que le había pedido no responder con gestos corporales y lo hizo inconscientemente.

—Está bien –dijo sonriente Santiago- no voy a denunciarte por no responder con
palabras— rió — con los demás seguís reemplazando todas las palabras que puedas con gestos, ¿no?

—Sí.

—No lo hagas más.

Ger lo miró atónito. Esas palabras en boca de
cualquier otro podían sonar tan rudas... pero con el ojiazul no ocurría eso. Él sólo las decía de una manera
tan tierna. Como si estuviera realmente interesado en
ayudarlo a ser mejor.
Pero los favores eran cada vez más grandes. Lo había
obedecido en todo hasta el momento, pero no estaba seguro de poder lograr lo que le pedía esta vez.

—Nos vemos solo una vez a la semana, es obvio que vas a olvidarte de responder con tu voz, si practicás se te va a hacer más fácil, confiá en mí –le dijo con una cálida sonrisa.

Germán pensó que lo que decía Santiago era lógico. Y
sobre todo le había pedido que confiara en él. No quería decepcionarlo.
Era lo último que quería hacer.

—Lo voy a intentar –dijo aún algo dubitativo en su interior.

—En serio lo aprecio –sonrió aún más- además estoy
seguro que no soy la única persona que se va a alegrar por eso.

El menor comprendió que Santiago también pensaba en su familia. En cómo se alegrarían si él hablaba con ellos. Pensó en la felicidad que eso podía provocarle a su mamá. Después de todo él estaba siendo egoísta al no brindarle algo, sabiendo lo bien que eso le haría. Pero no era su intención privarla de esa felicidad. No era algo que hiciera a propósito. Pero lo intentaría, intentaría devolverle algo del cariño recibido durante tantos años.
Él estaba lejos de ser el hijo perfecto que una madre
querría. Pero Claudia siempre lo amó, lo mimó y fue paciente con él. A los ojos de ella era perfecto en cierta forma. Lo menos que podía hacer era darle algo a
cambio. Demostrarle su gratitud. Pensó en la gran
persona que era Santiago.
Preocuparse por la felicidad de gente que ni
siquiera conocía en persona. Pensó en lo maravilloso que era por lograr hacerle entender. Él debía esforzarse por mejorar. Nadie iba a hacer ese trabajo por él.
Fue como si años de culpa cayeran sobre sus hombros
como un balde de agua fría. Se había quedado mirando un punto en la nada.
Pensando.

—Santi –se escuchó la voz de Sofi.
Ambos salieron de sus pensamientos y la miraron.

—Sí, ya voy –dijo él.

Ger se apenó un poco. No era la primera vez que le
llamaban la atención a Santiago por distraerse hablando con él. Se sintió un estorbo.

—Perdón, parece que voy a almorzar solo esta vez, espero que el clima esté mejor para la próxima semana.

—Yo también.

En verdad esperaba poder pasar más tiempo con Santiago la próxima vez.
Cada vez parecían más largas las horas que debía
esperar. Cada vez parecía avanzar más rápido el tiempo que pasaba junto
a él.

Él.

Eso era en todo lo que pensaba. Al llegar a su habitación ese día; luego de guardar su CD sin desenvolver dentro de la caja, debajo de su
cama, tomó uno de sus tantos CDs y comenzó a reproducirlo. Se tendió sobre su cama, con la mirada perdida en el blanco techo. La música sonaba a un volúmen no muy alto. Consideraba que oír música de esa manera era más relajante. Se encontraba con las manos detrás de su cabeza, con sus dedos entrelazados. Todo lo que hacía era oír ese relajante sonido. Sonaba una canción especialmente romántica. Nunca había prestado suma importancia a las letras de las canciones. En muchas ocasiones las escogía sólo basándose en lo relajante que era. Pero en esa ocasión era diferente. Prestaba atención a cada palabra, cada frase. Hablaban de amor. De sentimientos hacia otra persona. Germán seguía sin lograr sacar a Santiago de su mente a medida que las canciones sonaban y todo
comenzaba a mezclarse.
Santiago, las canciones, sus sentimientos

¿Qué sentía por Santiago?

Santiago le agradaba. Le agradaba mucho. Pero no en la manera que su madre o su hermana le agradaban. Él era tan agradable. Tan amigable. Tan apuesto. Él
era… simplemente perfecto. A los ojos de Germán, Santiago era perfecto. Tapó su rostro con sus manos y suspiró. Él lo supo en ese momento.

Santiago le gustaba.

Santiago le gustaba y no había nada que él pudiera hacer para evitarlo. No podía dejar de verlo, necesitaba verlo. Pero no podía decirle lo que sentía, definitivamente esa no era una opción, lo vería como un rarito, se alejaría de él y eso no podría soportarlo. Pensó que las cosas seguirían de igual manera. Lo único que estaba a su alcance era tratar de ser mejor.
Esforzarse por actuar como una persona común y
corriente. Aunque eso fue jodidamente difícil para él. Debía dar su mejor esfuerzo. Si el premio era ver
una sonrisa de orgullo en el rostro de Santiago, todo el
esfuerzo valdría la pena.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora