13

178 19 4
                                    

—¿Cómo Claudia? ¿Estás segura?

—Te lo juro Estela, lo ví con mis propios ojos, Martin también estaba, los dos lo escuchamos reírse.

—¿Cuándo fue la última vez que Germán se rió?

—No me acuerdo, fue hace mucho, cuando era chiquito.

—Las personas que tienen el mismo tipo de problema que Ger evolucionan muy lentamente, si es que lo hacen. Pero Ger en estos últimos dos meses demostró un cambio tremendo, ¿tuviste algo que ver?

—Lamentablemente no, no sé cómo ayudar a mi propio hijo... todo lo logró por su cuenta.

—No creo, ¿sabés que fue lo que hizo que se ría?

Claudia se quedó en silencio unos segundos. Por supuesto que lo sabía.

—¿Clau...?

—Él.

—¿Él?

—El chico de los CDs.

—¿Qué sabés de él?

—Si te soy sincera, no sé mucho... trabaja en el shopping, Ger va a ese local todos los sábados. Al parecer se llama Santiago, el sábado pasado tuvimos un cambio de planes y casi no pudo ir, juraría que estaba al borde de un ataque de nervios.

—¿Conocés al chico?

—Solo lo ví a lo lejos y lo escuché decir boludeces, no parece ser mala persona.

—Creo que ya somos adultas y no hace falta que te diga que a Ger está realmente interesado en ese chico.

Esas palabras fueron como un balde de agua fría. Ella
lo sospechaba desde hacía tiempo, pero necesitaba que alguien se lo confirmara, y así fue.
De todos modos ella lo apoyaría sin importar que.

—Eso pensé–dejando escapar un suspiro—¿Qué decís que haga?

—No hay mucho para hacer, está más que claro que si Germán progresa es por voluntad propia, que también requiere un incentivo... si le sacás ese incentivo, seguramente volvería a su estado inicial o incluso peor, procurá que no pase.

—Entiendo.

Al día siguiente Germán estaba dubitativo, sobre ir al
horario del almuerzo de Santiago o al finalizar su turno de trabajo. Una semana atrás luego de su trabajo había sido la mejor experiencia de toda su vida, pero no quería que Santiago volviera a pasar hambre por su culpa. Por otra parte quería pasar tanto tiempo con él como le fuera posible. Tampoco sabía si al ir cuando su trabajo finalizara Santiago querría pasar tiempo con él.
Tenía tantas posibilidades pasando por su mente; pero
finalmente decidió ir cerca de las cinco de la tarde. Esperando que hubiera almorzado sin él. Dándole lugar a que lo invite a pasar tiempo con él al terminar su turno.
Estaba arriesgando un lapso de tiempo asegurado a cambio de algo mejor que no sabría si ocurriría. Pero sintió la necesidad de hacerlo.

Aproximadamente media hora antes de que el local cerrara, Germán ingresó por la puerta.
Santiago sonrió al verlo y desvió la mirada hasta que el chico estuvo casi frente a él.

—¿Entonces?–preguntó divertido- ¿vas a admitir que un
hombre con bigote cuenta como un animal? –Germán sonrió hasta marcar sus hoyuelos.

—Jamás–respondió sonriente.

Intercambiaron un par de comentarios banales y
realizaron la compra del CD. Al menos Santiago no se veía hambriento, aunque sí algo más cansado de
lo normal. Germán tomó la bolsa con la compra y la
apretó con fuerza, tal vez en verdad no pasaría lo que él esperaba. Apenas si podía soportarlo.

—Bueno, nos vemos–dijo volteándose hacia la puerta
evitando verlo a los ojos.

—Esperá –dijo apresurado y el corazón del menor pareció detenerse en ese momento­—Ehhh, ¿tenes algo que hacer después?—dijo rascando su nuca—mi trabajo termina en unos veinte minutos, podemos ir a tomar algo si vos querés, obvio.

Germán creyó que estallaría de alegría en ese mismo
momento. Apenas si sabía cómo contenerse. Se volteó y lo miró con sus ojos llenos de un brillo especial.

—Me encantaría.

Ambos se dedicaron sonrisas cargadas de felicidad.
Mirándose fijamente como idiotas. Julieta rodó los ojos con una mueca de molestia y se dirigió a
otra parte. Sofía rió un poco al observar toda la
escena.

Santiago hizo pasar a Ger a la pequeña habitación
detrás del mostrador y le dijo que esperara en aquel lugar sentado unos minutos más hasta que su turno finalizara. Él obedeció. Era bastante incómodo, a
decir verdad, estar allí solo esperando. Cada algunos minutos veía como ingresaba alguno de ellos tres a envolver algún recado. La morena lo observaba de pies a cabeza con desprecio, lo cual era bastante intimidante, la rubia le dedicaba algunas simpáticas sonrisas... Santiago, bueno, él intercambiaba algún
comentario divertido cada vez que se encontraban.

Una vez transcurridos esos interminables minutos, los
tres adolescentes entraron en el cuarto.

—Me cambio primero, estoy un toque apurada –dijo Sofía.

Uno a la vez fueron ingresando al baño para despojarse
de su uniforme de trabajo y colocarse ropa común y abrigada debido al clima congelado de las calles.
Una vez fuera del local el encargado prosiguió a
cerrar. Se despidieron y tomaron distintos rumbos, tal como la vez anterior.

—¿Nos vamos? –preguntó simpático.

—Sí.

Germán estaba muy nervioso. Estaban una vez más a
solas, sólo la perfección en persona y él.

Caminaban a la par, Germán siguiendo los pasos de
Santiago lo mejor que podía. Se extrañó bastante cuando se percató de que se dirigían a la salida del
centro comercial. Efectivamente salieron de éste.
Decidió no hacer preguntas y se limitó a seguirlo. Caminaron fuera del estacionamiento y por la acera frente a la plaza que allí se encontraba. De pronto Santiago detuvo su marcha, el menor lo imitó.

—¿Te parece bien acá?

Germán observó que el lugar era una conocida cafetería que había estado durante varios años. El lugar tenía muy buena fama y el ambiente era
confortante. Aunque él hubiera dicho que sí a cualquier sitio que Santi escogiera.

—Sí.

el chico de los CD's - santutu x unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora