—¿Cuéntame cómo te ha ido en tu primer día? —escucho su voz a través del teléfono.
—Bastante bien. La señora Greta es una persona muy amable y servicial. También he conocido a Ofelina, una chica que trabaja aquí y que, sin duda, será una gran amiga. Pero lo más increíble es esa hermosa niña que voy a cuidar. Si tan solo la vieras, te darías cuenta de que parece un angelito, pero es todo lo contrario, es bastante inquieta —suelto una risita.
—Apuesto a que ella ya te adora —comenta con tono adulador.
—Hemos iniciado una buena relación. En este momento ya se encuentra dormidita en su cuna; tengo el monitor a la mano por cualquier cosa.
—Me alegra escucharte así de feliz, Irisha —asiento, aunque no pueda verme.
—¿Ya te aplicaste la insulina? —pregunto.
—Sí —lo escucho carraspear, y sé lo que significa.
—¿Quedan pocas, cierto? —No me responde, lo cual confirma mis sospechas—. Aquí van a pagarme bien, Ovidio. No te preocupes por eso. Voy a conseguirte más en un par de días, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, hija —asiento, porque ya está aprendiendo a no renegar; sabe que saldrá perdiendo—. Creo que me iré a dormir, me siento un poco cansado.
—Cualquier cosa, me llamas. Descansa, papá.
—Descansa, hija. No olvides que te adoro —sonrío y cuelgo la llamada.
Voy al tocador e intento peinar los rizos de mi cabello para hacerme una trenza, porque si no, mañana amanecerá hecho nudos. Sonrío porque me veo espantosa al despertar.
Me lanzo de golpe a la cama, que me recibe con una suavidad deliciosa y con un aroma a limpio muy agradable. Doy vueltas como niña pequeña hasta que comienzo a sentir calor por los movimientos, así que decido ir a la cocina por un vaso de agua. Ya Ofelina me dio un tour por la casa, así que camino con confianza. Varias luces ya están apagadas, así que avanzo en la oscuridad.
Al llegar a la cocina, decido encender la lámpara, pero me doy un susto de muerte al ver la imponente figura recargada en la encimera. El corazón me rebota con fuerza dentro del pecho por el susto.
—Какого черта! (¡Qué mierda!) —grito y me doy cuenta de mis palabras—. Es decir, ¡qué susto!
El hombre que me acompaña ni se inmuta por mis palabras; solo me observa con simpleza y seriedad. Trago grueso porque su mirada azulada es muy profunda e intimidante; ya hasta quiero salir corriendo.
—Buenas noches, señor Caruso —ignora mi saludo por completo. Lo único que hace es observarme con seriedad mientras bebe un trago. Evito su mirada y voy a los muebles por un vaso, luego a la refrigeradora por el agua fría. Mientras bebo, puedo ver su ancha espalda envuelta en ese traje muy fino de color gris; su corbata yace sobre la encimera.
—¿Quién eres? —su acento italiano es lo suficientemente marcado como para enamorarse de su voz, clara y profunda.
—Soy Irisha Ivanov, señor —me acerco y le extiendo la mano como toda persona. Él la observa y la ignora. Bien, esto será complicado—. Soy quien cuidará de su hija.
—Tú eres la niña que mi madre contrató —su mirada se pasea por mi cuerpo con desdén—. ¿No tienes ni veinte años, cierto?
Al contrario de su madre, él sabe hablar muy bien el español.
—Tengo dieciocho años, pero la edad no define la madurez —habla la chica que hace un rato rodaba como loca sobre la cama—. Soy responsable y muy dedicada en lo que hago.
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Corazón Oscuro (Libro 1 de trilogía "Latidos del corazón")
RomanceEN EDICIÓN (Solamente se corregirá ortografía y puntuación. No se cambiará la trama, solamente se corregirán unas diminutas partes para una mejor historia). Irisha, una joven encantadora pero con problemas de dinero encuentra una inesperada oportuni...