Vía de escape

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Te molesta, aguanta, por favor.
Te lo juro, estoy a punto de olvidarte.
Solo faltan un millón de primaveras.
Unos cuántos siglos solo he de adorarte.

Un millón de primaveras - Vicente Fernández

Es una escena bastante similar a las del pasado. Debido a la falta de amigos y familiares, Jiang Cheng solo halló consuelo en brazos de Lan XiChen.

Si bien confía a ojos cerrados en la familia que tiene en el presente, Jiang Cheng es consciente de que las acciones de Chang Ping los marcaron a todos.

Y no sabe cómo darles la noticia.

—¿Por qué tienen que ser así las cosas? —Jiang Cheng se quejó totalmente deshecho—. Necesito una tregua, estoy tan cansado.

—Quédate aquí, aunque sea solo una noche —Lan XiChen ofreció.

—¿De qué va a servir? De todos modos tendré que regresar y afrontar la verdad —murmuró llorando con más fuerza.

—Necesitas una pausa, Jiang Cheng.

—Es tan injusto, XiChen. ¿Por qué no podemos ser felices? Yo. . . Ya no puedo más, es demasiada carga sobre mis hombros y. . .

—Cariño —le llamó, y la ternura con la cual lo dijo acabó por sacudir las emociones, ya revueltas, de Jiang Cheng.

—Necesito a mi madre —dijo, aferrándose a la espalda de Lan XiChen—. Y a mi padre.

Lan XiChen necesitó mirar el techo para retener las lágrimas acumuladas en sus ojos. El dolor de Jiang Cheng era tan grande que lograba colarse a través de su piel y golpear directamente en su pecho.

—No puedo dejarte ir así —declaró, alzando a Jiang Cheng en brazos como un koala.

No recibió quejas por parte de Jiang Cheng, ya que continuaba llorando igual que un niño desamparado.

—Quiero a mi mamá —balbuceó mientras rodeaba los hombros de Lan XiChen con sus brazos.

Recibió una dulce caricia en la espalda entre tanto Lan XiChen se acercaba al teléfono del hotel y marcaba a recepción.

Le contestó una muchacha.

—Soy Lan XiChen —informó.

Señor Lan, ¿en qué puedo ayudarle?

No estaré disponible por el resto de la noche y durante la mañana del día siguiente —declaró con seriedad—. No me importa quien sea, no le permitan acercarse a mi puerta.

¿Qué hay de su madre y su hermano, señor?

Consíganles otra habitación —contestó impaciente—. Y que sea muy lejos de la mía.

P-pero Señor. . .

Colgó rápidamente y se encaminó hacia su dormitorio. Jiang Cheng sollozaba sobre su hombro, ya agotado tras el reciente estallido emocional y por ende, incapaz de pensar en algo coherente.

Luego sintió la suavidad de las sábanas en sus brazos desnudos y la superficie de la cama bajo su espalda. Por acto reflejo cerró los ojos y suspiró, como si su cuerpo hubiese estado esperando el momento para descansar.

Segundos más tarde, el hundimiento del colchón a su lado le informó que Lan XiChen también estaba allí, muy cerca.

—No puedo quedarme, XiChen —dijo, tras ser rodeado por uno de los brazos del hombre y atraído hacia su pecho desnudo.

La Triada RepudiadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora