El error

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Cuando él esté durmiendo
En la cama que construimos
No te atrevas a olvidar
La forma en que me traicionaste

Traitor - Olivia Rodrigo

Jiang Cheng estuvo de pie, totalmente aturdido, durante aproximadamente tres minutos. Su corazón latía de manera desenfrenada y tal parecía que sus pulmones no eran capaces de brindarle el suficiente suministro de aire, puesto que, sentía que se estaba ahogando. También le sudaban las manos y le dolían los huesos de una forma tan tortuosa que creyó estar cayéndose a pedazos.

No, no. No otra vez.

De pronto estaba siendo sacudido por todos los recuerdos del pasado y la angustia fue en incremento hasta que no pudo soportarlo más y rompió a llorar de forma audible.

Me traicionó otra vez. Me mintió. Me. . .

—¿Jiang Cheng? —Wei WuXian le llamó, mas no obtuvo respuesta—. No. . . Está bien. . . Yo. . .

Impulsado por el deseo de hacerle sentir mejor, Wei WuXian restó la distancia que los separaba y atrajo a Jiang Cheng hacia su propio cuerpo. Al comienzo, Jiang Cheng se tensó debido a la poca costumbre de ser abrazado por otra persona que no sea su familia, pero a medida que el candor de Wei WuXian lo envolvía como una manta, bajó la guardia.

—No entiendo —Jiang Cheng murmuró, intentando mantener bajo control sus sollozos—. ¿Por qué. . . Por qué aceptó comprometerse si dijo que no lo haría?

Wei WuXian sostuvo, con bastante delicadeza, el rostro de Jiang Cheng entre sus manos. —No lo sé pero. . . No dejes que esto te afecte de la misma forma que en el pasado. Por favor.

Jiang Cheng parpadeó para aclarar su visión y luego, meditó en lo dicho por el otro hombre. No, no quiero sufrir otra vez, pensó, haciendo un mohín. No caeré en ello. Que se joda él y su familia.

Cuando la mirada de Wei WuXian consiguió por fin conectar con la de Jiang Cheng, su pecho se infló producto del anhelo y algo más que no logró identificar. Esto creció a medida que los segundos corrían y ese par de ojos amatista no se apartaban de él, hasta el punto en que fue vencido y cayó totalmente rendido sobre los labios de Jiang Cheng.

Producto del asombro, Jiang Cheng jadeó abriendo la boca e inmediatamente fue asaltado con ansias por la lengua de Wei WuXian. A raíz de esto, el beso se tornó codicioso e impetuoso a tal punto que Jiang Cheng quedó sin aliento en cosa de segundos.

¿Qué? No, no.

Mareado, Jiang Cheng dio un paso hacia atrás con tal de generar distancia entre ambos, no obstante, Wei WuXian lo sostuvo con fuerza para no dejarlo ir.

—Lo siento, Jiang Cheng, no pude evitarlo —dijo, bastante agitado.

—N-no vuelvas a hacerlo, ¿me oíste?

Una sonrisa se extendió en el rostro de Wei WuXian. —Lo intentaré.

—¡No te aproveches!

Riendo, el hombre alzó las manos en señal de inocencia y luego, buscó una de las manos de Jiang Cheng para tomarla. —Déjame que te lleve a casa.



Lan XiChen bebió de forma lenta y controlada del vino vertido en su copa. A su alrededor, el consejo de ancianos charlaba animadamente mientras el resto de los invitados danzaba en círculos en el centro del salón.

Su prometida observaba con aprehensión y Lan XiChen sintió lástima por ella, mas no pretendía brindarle consuelo.

Cuando la figura del secretario Chen se asomó en la entrada, Lan XiChen se puso de pie y se acercó a la tarima con pasos lentos y elegantes. Al notarlo, la multitud detuvo su actuar y prestaron atención puesto que ansiaban oír lo que el novio quería expresar.

Desde la mesa en el frente, su madre sonrió con la alegría de quien cree haberse salido con la suya. Lan XiChen necesitó tomar una gran bocanada de aire para mantener su enfado bajo control y continuar jugando el papel del heredero perfecto, al menos por un par de minutos más.

El hacerles creer que había caído en sus redes fue, relativamente fácil. Por supuesto, la dichosa noticia de la gravedad de su abuelo era falsa y todo se trataba de un engaño para empujarlo a este compromiso, pero Lan XiChen también se vio obligado a oír un sinnúmero de amenazas frente a las cuales fingió angustia y rendición.

Intentó en diversas oportunidades marcharse a un lugar apartado para comunicarse con Jiang Cheng, sin embargo, su madre se pegó a él como una maldita garrapata.

Y ello lo llevó hasta allí, delante de la multitud, con una copa a medio beber y la lengua lista para derramar su veneno.

—Quisiera agradecer a todos ustedes por asistir —dijo, esbozando una sonrisa tan cordial como falsa—. Mi familia se esmeró para que todo fuera perfecto, por favor, un aplauso.

Los asistentes aplaudieron con ánimo e incluso expresaron sus felicitaciones a los ancianos del apellido Lan.

—Sin embargo, es una pena que todo esto sea un desperdicio —continuó, solemne. Rápidamente las expresiones de júbilo se desvanecieron pero la mirada de Lan XiChen estaba puesta en el CEO del conglomerado Yang—. Señor Yang, no puedo, ni deseo casarme con su hija.

Al notar que Lan QingHeng y su abuelo abandonaban sus asientos para ponerle fin a su acto vergonzoso, Lan XiChen rió.

—Se preguntará por qué, Señor Yang. . . —sus ojos se posaron entonces sobre su madre. Ella rápidamente se tensó—. Bueno, sucede que no soy el heredero legítimo del conglomerado Lan. , los han engañado por años.

—¡Lan Huan, detente! —Su madre exclamó, horrorizada y alarmada.

—¿Qué sucede, madre? —Preguntó, sonriendo con sorna—. ¿No quieres que los asistentes sepan que tuviste una aventura con tu cuñado?

Antes de que Lan QingHeng lograra subir a la tarima, se detuvo, paralizado por las palabras de Lan XiChen.

—No lo digas. . .

—Así es, estimados miembros del consejo de ancianos, yo soy hijo del honorable y respetado Lan QiRen —declaró alzando su copa en dirección al hombre agazapado en un rincón—. ¡Salud, padre!

Fue semejante a una explosión que sacudió el lugar hasta los cimientos. Todos hablaban al unísono, haciendo imposible la labor de comprenderse entre tanto la prensa hacía de las suyas y Lan XiChen se marchaba por la puerta de servicio en compañía del secretario Chen.

En las afueras, un vehículo lo esperaba para trasladarlo por fin a su casa y tras horas de absoluto estrés, pudo respirar en paz.

O al menos hasta que recibió un mensaje de Lan WangJi con una foto adjunta.

Su sonrisa se desvaneció en el preciso instante que vio a Jiang Cheng besando a Wei WuXian.

—.—

Holis, vine tan rápido como pude. Les dije que si ustedes comentan yo chambeo, he.

En fin. ¿Ya se pusieron los cinturones? Les dije que íbamos a caer en picada.

¿Quién traicionó a quién?

Eso. Bai.

La Triada RepudiadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora