Junmyeon despertó temprano ese sábado. Dio una vuelta por la casa vacía y se sintió extraño. Su nuevo hogar no era tan grande como el anterior, pero se sentía infinitamente solitario. Por un momento un sentimiento de tristeza se apoderó de él, una leve sensación de fracaso, aunque entendía que no era así, no pudo evitarlo, especialmente porque realmente lo intentó.
Suspiró y caminó un poco por el lugar vacío. Sus pasos creaban ecos al pasar y esa era la única similitud entre este hogar y el anterior.
De pronto, todas las cosas que su ahora exesposa le había dicho emergieron de ese rincón en donde se habían quedado almacenadas. Sabían que eran palabras crueles lanzadas en un momento de ira, pero no podía dejar de preguntarse hasta qué punto ella tendría razón o no.
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—¿Haces todo esto para irte a jugar libremente con ese chico que esta vendiéndote un hijo? ¿No crees que es muy joven para ti? ¿Él de verdad se siente cómodo contigo? —ella sonrió al notar la duda en sus ojos—. Entiendo que tu fortuna es atractiva y tal vez tú le parezcas interesante ahora, pero deberías considerar que seguro pronto va a hartarse de ti y se va a ir, llevándose todo lo que pueda consigo, aunque si tienes suerte tal vez te deja a tu pequeño bastardo.
Jongdae se puso de pie bruscamente.
—Cállate, maldita sea —gruñó furioso—. Estoy harto de escucharte hablar.
—Si no te gusta mi voz puedes largarte —ella señaló a la puerta con la pluma—. ¿Qué haces aquí para empezar?
—Estoy cuidando a mi amigo de las picaduras de serpientes —Jongdae replicó con irritación y soltó un suspiro lleno de frustración mientras se dejaba caer de nuevo en el sofá.
Ella sonrió. Junmyeon los observó en silencio, tenía que reconocer que esa mujer tenía un don especial para hacer enojar con tanta facilidad a alguien tan paciente como Jongdae.
—Jongdae, basta —Junmyeon murmuró al notar que este se disponía a seguir discutiendo con su casi ex esposa—. No le prestes atención.
Y sí, también estaba diciéndoselo a sí mismo.
—Tú sabes que yo respeto a las mujeres, pero esta con la que te casaste no es más que una víbora.
Ella los miró, sus labios rojos se separaron para decir algo, pero Junmyeon alzó una mano.
—Solo firma de una vez y vete de aquí.
Ella le dio una mirada llena de desagrado y se inclinó para poner su firma con exasperante lentitud en el documento.
—Ya —ella anunció y soltó un suspiro—. Me alegra no tener que seguir esforzándome porque te endures —añadió con un gesto de decepción—. Ay, Jun, no eres más que una cara bonita con una billetera jugosa, la única cosa que compensa tu frigidez.
Junmyeon apretó los labios y por un instante se sintió atrapado. Sí, habían tenido dificultades en la intimidad en algunas ocasiones y en los últimos meses había sido prácticamente nula. Era una de las razones por las que incluso llegó a comprender que ella buscara a alguien más para satisfacer sus necesidades.
—Oh, que interesante —Jongdae dijo con una maliciosa sonrisa y se puso de pie una vez más, la víbora entrecerró sus ojos y Junmyeon lo miró con confusión—. Ahora entiendo porqué te gustaba revolcarte con stripers; ni siquiera con tu cara y senos operados eras capaz de despertar las pasiones de tu esposo. El gran Kim Junmyeon por el que todas suspiran, aquel cuyas ex darían lo que fuera por una segunda oportunidad entre sus sábanas. ¿Te acompleja la belleza natural de mi amigo? ¿Te molesta que tus amantes probablemente también darían lo que fuera por estar con él mientras tú tienes que pagar por sexo? ¿Te molesta no ser nadie en comparación con él?

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MINE [Sulay]
FanfictionKim Junmyeon era un hombre exitoso; a sus treinta y cinco años poseía su propia empresa, una casa enorme construida a su gusto, una cochera repleta de autos, una esposa envidiable y, por si todo aquello fuera poco, era muy apuesto, talentoso y caris...