1. Desconocidos.

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Yixing estrechó la mano del señor Kim y este le obsequió una tímida sonrisa. Estaba nervioso, ambos lo estaban. Hasta hacía una hora ellos jamás se habían visto y ahora estaban cerrando un descabellado contrato.

Yixing estaba vendiéndole un hijo.

De acuerdo, eso sonaba un poco desagradable y tampoco era del todo cierto. Lo que en realidad haría sería alquilarle su vientre y donarle uno de sus óvulos para que por fin pudiera tener ese hijo que supuestamente tanto deseaba.

Digamos que lo que hacía era venderle medio hijo... Oh, joder, eso tampoco sonaba bien. Y todo era culpa de su ex... y de su ingenuidad, pero más de su ex.

Si debía explicar cómo fue que llegó a tomar esa disparatada decisión, Yixing tendría que volver al día en que todo empezó, al día en que conoció a su ex.

Fue un sábado. Un sábado hermoso, soleado y perfecto. El cielo había estado lleno de nubes, las aves trinaban felices y una suave brisa removía las hojas de los árboles del parque. Mientras él trotaba por la vereda, cerca de la pista de patinaje, como haría cualquier sábado, algo se cruzó en su camino: una patineta.

Cuando Yixing intentó esquivarla, terminó poniendo el pie sobre ella y patinó un par de metros antes de finalmente perder el balance y caer sobre su trasero.

Mientras Yixing gruñía adolorido, aún tendido en el suelo, un príncipe encantador vino a su encuentro. Sus dorados cabellos, sus ojos azules y su rostro perfecto cubrieron por completo su campo de visión.

—Lo siento —el desconocido le había dicho con un gesto de profundo arrepentimiento, mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

Había sido un golpe fuerte, pero también un golpe de suerte, Yixing casi pudo escuchar a Alejandra Guzmán de fondo.

Después de conocerse de aquella forma, Yixing creyó firmemente que estaban destinados. Entonces no dudó, simplemente se dejó hechizar por los diversos encantos del patinador. No tardaron mucho en empezar a salir, ni en besarse, ni en intimar. Su príncipe de casi dos metros de altura empezó a quedarse a dormir cada vez con más frecuencia y un día Yixing lo invitó a mudarse con él. Había sido casi mágico, estaban haciendo una vida juntos, no era perfecta, pero era suficiente para Yixing.

Desafortunadamente, no era suficiente para Kris, de ahora en adelante "el cucaracho".

Un mal día Yixing empezó a encontrar señales de infidelidad. Y, aunque estaba asustado de que todo terminara, no iba a tolerarlo. Su mejor amigo le ayudó a llevar a cabo la investigación pertinente y cuando reunió las pruebas de que el cucaracho llevaba a otras personas a casa cuando él no estaba, lo enfrentó. El infeliz cucaracho ni siquiera pudo negarlo. Yixing lo echó y dijo, textualmente: "Cuando regrese no quiero que ni tú, ni ninguna de tus porquerías estén aquí". 

Y aparentemente el repugnante cucaracho había creído que todos los muebles que Yixing había adquirido al crédito le pertenecían.

De un día para otro, Yixing no solo había visto sus ilusiones derrumbarse como una estúpida pila de Jenga, sino que ahora también se encontraba hasta el cuello de deudas.

La renta ya tenía dos meses de atraso, no había casi nada en el refrigerador y los pocos muebles que había tenido que conseguir después de que el cucaracho lo dejara viviendo en un cajón podrían ser embargados en cualquier momento. Así que cuando Minseok le comentó lo de los vientres de alquiler, a modo de broma, por supuesto, él se lo tomó muy en serio.

Eran tiempos desesperados y él tomó una decisión desesperada: alquilar su vientre a un hombre lo suficientemente rico y loco como para pagar por ello.


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Ese hombre rico —y muy cuerdo, valga la aclaración—, se sentía nervioso y a la vez muy emocionado.

Estaba comprando un hijo... de hecho solo la mitad; la otra mitad del hijo estaba aportándola él mismo. Detalles.

Era una decisión que no había tomado a la ligera.

A lo largo de su vida, él se había trazado planes y se había esforzado por llevarlos a cabo. Uno de sus planes había sido procrear un hijo, de verdad deseaba tener uno de esos adorables humanitos correteando por su casa, llenándola de risas y de suciedad. Alguien a quien heredar no solo su fortuna, sino sus conocimientos, alguien que le regalara un poco de felicidad. Pero en cualquier plan existían las fallas y él no habría podido prever que su esposa no fuera capaz de embarazarse.

Intentó hacerse a la idea de adoptar, pero realmente deseaba que el niño fuera suyo, podría adoptar también, pero quería que al menos uno fuera suyo.

Y ahora, mientras observaba con curiosidad los graciosos hoyuelos que se formaban en las mejillas del hombre al que su esposa había elegido para gestar a su hijo, apenas podía contener la emoción de saber que uno de sus sueños más profundos estaba por cumplirse. 

Incluso quería abrazar al desconocido... Y tal vez podría hacerlo más adelante.


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Gracias por estar aquí 💕

Esta historia participa en el Baby Fest Exo organizado por Victoria-Park. Si les gustan las historias de panzones, vayan a darse una vuelta por ahí.

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