CAPÍTULO 9 : VERGÜENZA

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《《 Alexander 》》

Ya ha pasado un año y medio desde que me casé y, aunque no quiero admitirlo, siento que mi mundo se ha desmoronado desde que Sara vive en el palacio. Es un fastidio; se cree la dueña de todo y su presencia me irrita. Si dependiera de mí, la echaría del palacio porque ya no me sirve, porque ni me complace ni me causa nada. Pero la tengo aquí para no acercarme a Janet, porque desde que la probé, se ha convertido en mi obsesión.

Todo el tiempo pienso en hacer la mía, pero el recordar que ella tuvo algo que ver con la muerte de mi hermano me devuelve a la realidad.

Por un momento quiero estar entre sus piernas y a veces me cuestiono por qué no debería desearla de esa manera, pero la deseo. Cuando tengo sexo con otra mujer, me la imagino a ella; es la única forma en que puedo liberar un poco de mi tensión acumulada.

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Hoy llego al palacio después de haber estado todo un mes de viaje, gestionando acuerdos y asuntos políticos pendientes.

Al llegar, lo primero que encuentro son a mis padres y suegros; sin embargo, me resulta extraño no ver a Janet por ningún lado.

Bajo del vehículo y me dirijo hacia ellos.

—Hola, hijo, ¿cómo te fue en el viaje? —pregunta mi madre, abrazándome.

—Bien, madre

—Me alegra saberlo, hijo —comenta mi padre.

—Hola, Alexander —saluda mi suegro.

—Hola, Mario —respondo—. ¿Dónde está Janet?

—Ella se encuentra indispuesta, pero nos acompañará para el almuerzo

—Está bien —digo, cerrando el tema.

Mis padres y suegros se dirigen al jardín, mientras yo entro en mi despacho.

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《《 Janet 》》

Ha pasado tiempo, ya estoy mucho mejor. Todavía debo seguir con el tratamiento, pero ya no tanto como al principio. Antes era tres veces por semana, ahora solo es una vez a la semana. Sin embargo, debo inyectarme una vez al día una cantidad mínima del antídoto.

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Hoy llega Alex y había planeado recibirlo; sin embargo, tenía programado mi tratamiento. Me desperté a las 3 de la mañana y el procedimiento, que dura aproximadamente dos horas, comenzó a esa hora. Cuando desperté nuevamente, ya eran las 9 de la mañana. Tenía que arreglarme y maquillar mis brazos, ya que presento varios moretones causados por las agujas que penetran mi piel durante el tratamiento.
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Ya es momento de almorzar. Bajé al comedor, saludé a mis padres y suegros, pero Alex no está allí.

- ¿Y Alex, dónde está?

- En su despacho

- Iré a buscarlo -digo, saliendo del comedor

La puerta del despacho se encuentra entreabierta y observo a Alex manteniendo relaciones íntimas con Sara. Él le cubre la boca para evitar que se escuche algún sonido. Me duele presenciarlos juntos, ya que he anhelado profundamente experimentar momentos como esos con él: besarlo hasta perder la noción, explorar cada parte de su cuerpo y, cuando esté en sus brazos, entregarme por completo a la experiencia del placer que solo él puede brindarme.

El amor es un arma de doble filo. Así como te lleva al cielo, haciéndote alucinar y soñando con tener el amor perfecto, también te estrellan contra el infierno, donde te das cuenta de que todo eso era solamente una simple y vil ilusión que desapareció.

Alex no se da cuenta de mi presencia. Siento que una lágrima baja por mi mejilla; el dolor tan devastador y atroz que siento en el alma no se compara con la maldita furia que me consume por dentro. ¿Cómo diablos puedo seguir aquí viéndolo y sin hacer nada? Soy una imbécil. Definitivamente, vengo de un linaje de mujeres que no se han dejado doblegar por hombres. Debería darme vergüenza estar aquí sin hacer nada, dejándome humillar de esta manera.

— ¿Cómo pudo? —me doy la vuelta y me quedo petrificada. Elizabeth está viendo cómo su hijo me es infiel

— Ya no hay nada que se pueda hacer —digo con la voz baja

— No entiendo. Te está engañando y no le dirás nada, no harás nada

— Eso no cambiará nada. ¿Crees que no sé que tiene un amante? Él me lo dijo antes de casarnos, que no la dejaría. Yo traté de sacarla del palacio, pero... - Ella reside aquí
 
- Responde, - visiblemente molesta

- Sí, pero ya no tiene sentido

- Tú eres la reina, su esposa y la señora de este palacio

- Sí, pero él es el rey

- Así es, él puede ser el rey, pero tú eres la reina

- Ella vive aquí

- Contesta, dice enojada

- Sí, pero ya no vale de nada

- Tú eres la reina, eres su esposa, eres la señora de este palacio

- Sí, pero él es el rey

- ¿Y qué? Él puede ser el rey, pero tú eres la reina

Elizabeth abre la puerta y entra. Cuando Alex se percata de nuestra presencia, se acomoda el pantalón lo más rápido posible y le ordena a Sara que salga del despacho.

En un abrir y cerrar de ojos, Sara ya no estaba.

Alex mira a su madre y luego me ve a mí. Se ve desaliñado y su cara no se inmuta; parece como si esto no fuera nada.

Su madre, por otro lado, desprende ira por doquier.

- ¿Cómo pudiste engañar a tu esposa y, encima, tener a tu amante viviendo aquí, donde vive tu esposa?

- Madre - Elizabeth no le da importancia a lo que diga Alex, dándole una bofetada

-Madre, nada mira. Alexander John Denier Lever, te bañarás en este momento, porque hueles a esa zorra por todos lados. Después irás a comer con nosotros y luego te desharás de tu amante, o esto lo sabrá tu padre. ¡Qué vergüenza me das! Estoy muy decepcionada de ti. Yo no te crié para esto; te enseñé que a las mujeres se les respeta, y más si es tu esposa. Me das asco en este momento, siendo mi hijo -dice muy enojada, mirándolo directo a los ojos

- Está bien, madre

Él se va a su habitación y Elizabeth camina conmigo al jardín para que yo pueda calmarme, porque sinceramente estoy llorando a mares.

—Tienes que imponer tu poder, ¿te quedó claro? —dijo mientras regresamos al comedor, donde ya está Alex, y empezamos a comer.

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