La Realidad De Ti

CAPÍTULO 16:INALCANZABLE

《《 Alexander 》》

Salí de la habitación y me dirigí hacia una puerta entreabierta, donde vi a Janet salir del baño envuelta en una toalla. Decidí alejarme de la puerta y me dirigí al porche de la casa, donde se encontraban mis padres y mis suegros.

—Hijo, escuché algunos gritos. ¿Está todo bien? —preguntó mi madre.

—Sí, madre, no es nada —respondí.

—¿Y Janet, dónde está? —inquirió mi suegro.

—Está tomando una ducha.

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《《 Janet 》》

Lo que dijo dolió. Yo solo quiero descansar de tanta mierda. Soy muy joven; algunas veces siento que la vida me odia porque siempre me pasan todas las desgracias. En mi corta edad he experimentado el dolor de tantas maneras que siento que solo debí acabar con todo de una buena vez. Estar muerta es mejor que estar viva. Como ahora, solo deseo que llegue el día de mi muerte. Rápido. No quiero seguir así. Llorar por alguien que me está matando, sin un arma, solo con sus palabras y acciones, funciona como una arma.

Tal vez sea lo mejor, y si me divorcio, ya no sufriría tanto y estaría en paz. No estoy tan vieja, solo tengo 21 años, puedo rehacer mi vida, ejercer mi carrera universitaria, irme lejos para que nadie me conozca, y tal vez solo tal vez vuelva a enamorarme, pero esta vez sería con la persona correcta. Todavía creo en el amor; el hecho de que haya elegido mal no significa que todos los hombres sean así, ¿verdad?

Sin embargo, sería extremadamente egoísta de mi parte, considerando que hay personas que requieren ayuda y no la reciben. Deseo contribuir a su bienestar, y al ocupar la posición de reina, tengo la oportunidad de hacerlo.

De repente, tocan la puerta. Al abrirla, me encuentro con mi padre.

- Hija - dice con mucha preocupación. Siento cómo me escanea con la mirada. Estoy jodida, no me he maquillado los brazos.

- Hija, ¿qué es esto? - dice y toca uno de mis brazos, viendo todos los moretones que tengo.

Me mira a los ojos y noto su furia y tristeza; una lágrima baja por su mejilla.

- Papá, no llores, por favor - empiezo a llorar yo también porque sé que ver esto le está doliendo.

—Él te lo hizo, ¿verdad? —dice con profundo dolor y resentimiento—. Perdóname por no haberte protegido, por no haber evitado esto. —Me abraza con fuerza mientras las lágrimas recorren su rostro.

—Papá, Alex no fue —respondí.

—No me mientas. No tienes por qué tener miedo. Él no te hará más daño, lo prometo.

—¡PAPÁ!

Lo observo mientras sale furioso y corro detrás de él para intentar detenerlo, pero no tengo éxito. Al llegar al porche, le propina un golpe en la cara a Alex.

- PAPÁ, ¡NO! - Tratan de separarlo de Alex, pero no lo logran. Mi madre le está gritando que se detenga, pero su ira lo cegó por completo. - ¡PAPÁ, NO SIGAS! - Me interpongo para que dejen de golpearlo. - ¡ÉL NO ME HIZO DAÑO!

Todos se quedan en shock.

- ¡¿Y POR QUÉ TIENES MORETONES EN LOS BRAZOS?! ¿POR QUÉ TIENES LOS OJOS INCHADOS COMO SI HUBIERAS LLORADO? ¿POR QUÉ HACE UNA HORA SE ESCUCHABAN GRITOS? ¡DIME!

No sé qué decir, nunca tuve planeado contarles sobre mi enfermedad. ¿Qué hago? No se pueden enterar, no quiero; me niego a que me vean con lástima como cuando tuve cáncer.

- Papá, calma. Estos moretones son por pelear, pero no como tú piensas. Estoy entrenando defensa personal, y hace algunos días mi entrenador y yo tuvimos un entrenamiento de mano libre, o sea, solo puño a puño.

Mi padre se suelta del agarre de mi suegro y entra en la casa. Nadie lo sigue, ya que necesita tiempo para procesar lo que acaba de hacer, y lo entiendo. Se le fueron los estribos y lo que menos quiere en este momento es que lo molesten; solo necesita estar solo y respirar para poder controlarse.

- Hija, ¿por qué estás aprendiendo defensa personal? - dice mi madre.

- Lo que pasa es que viajaré dentro de dos días a un evento benéfico y mis guardias no estarán 24/7 conmigo, así que si se me presenta un problema, podré defenderme.

- Bien - dice mi madre - pero mira cómo estás, hija. Dios, esto se ve horrible.

- Pero un momento, porque cuando llegamos no te vimos estos moretones - pregunta mi suegra.

- Es que me puse maquillaje para que no se notaran. No quería que se preocuparan - digo, bajando la cabeza, ya que me siento avergonzada por lo que acaba de pasar.

- Está bien - dice mi suegro, poniéndome un dedo en la barbilla para que levante la mirada - Una reina jamás baja la cabeza. Te queda claro. Janet, eres una reina, no bajes la cabeza. No te arrodilles delante de nadie. Tú infundes respeto, valentía, bondad, elegancia, poder, solidaridad. Brilló tu palabra. Es ley y todo se cumplirá a tus exigencias. Te queda claro, nunca, pero nunca, se te olvide: las estrellas son increíblemente inalcanzables. Tú eres una de ellas y siempre serás inalcanzable. He irrevocable. El mundo no te merece, por eso nunca le muestres temor.

Le hago una señal de aprobación y abrazo a mi suegro. Siempre he sido así; no me da pena demostrarle el aprecio que le tengo, ya que él siempre ha sido como un pilar muy importante en mi vida.

Dejo de abrazarlo y veo a Alex, que me mira mal. Sin más, se mete en la casa. Yo también entro, pero no voy tras de él, sino que me dirijo a donde se encuentra mi padre.