CAPÍTULO 10 : ME CANSE

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《《 Janet 》》

El entorno se encuentra en completo silencio, interrumpido únicamente por el sonido de los cubiertos en uso.

No logro concentrarme en nada; ni siquiera deseo mirarlo a la cara, consciente de que lloraré. Siento que nada de esto tiene sentido.

Todo lo que he llevado a cabo lo hice sin pensar en mí misma. Cuando tomé la decisión de tratar mi enfermedad en secreto, fue precisamente para protegerlo a él. Quería evitar un conflicto entre mi familia y él, ya que Alexander debía viajar y desempeñar sus responsabilidades como rey.

Además, nunca quise que mis padres lo odiaran o lo juzgaran, pero en este punto creo que no se...

Dejé que él tuviera a su estúpida amante aquí porque pensé que era un capricho y que se cansaría. Pero, por lo visto, creo que de nada vale preocuparse por él, por sus sentimientos, por cumplir cada maldito capricho para que él sea feliz. ¿Dónde quedo yo? ¿Dónde queda mi felicidad? ¿Dónde quedan mis deseos, mis caprichos, mis sentimientos? ¿Acaso no me lo merezco? ¿Qué tanto mal le he hecho al mundo o qué hice para merecer tanta porquería?

¿Y para qué? Para que él me quiera, me valore o simplemente piense en mí.

Como si eso fuera a pasar.

Siempre posponía todos mis tratamientos cuando él llegaba de viaje para recibirlo y estar presente por si él me necesitaba.

Pero la realidad es que nunca me ha necesitado y me mantiene alejada de todo lo que le corresponde.

He intentado ser la esposa perfecta, evitando interferir en sus decisiones relacionadas con el reino. No le planteaba quejas, ya que no deseaba irritarlo. Sin embargo, me pregunto: ¿de qué sirve ser sumisa, actuar de manera impecable y recta, si no se me valora?

- Janet

Escucho mi nombre, pero no le tomo importancia; tal vez sea mi propio subconsciente el que me está dando la razón.

- Janet, Janet, ¿estás bien? -pregunta, un tanto preocupado, mi padre. Salgo de mis pensamientos y lo miro a los ojos.

- Sí, dime

- ¿Estás bien, hija?

- Sí, solo estoy cansada

- Bien, hija. Bueno, el sábado tu padre y yo renovaremos los votos de matrimonio y haremos una pequeña fiesta —dice mi madre con una sonrisa risueña

—Claro, iré —ellos me sonríen, mostrándose complacidos con mi respuesta—. Bueno, me retiro, estoy un poco cansada

—Hija, pero ni siquiera has comido

—No tengo hambre —me levanto de la silla—. Discúlpame, pero de verdad debo descansar

Salgo del comedor y voy a mi habitación, donde encuentro a Mayer ajustando el equipo que se usa para hacer el tratamiento.

- ¿Sucede algo, Mayer?

- Sí, necesitamos realizarte un último tratamiento; después solo utilizarás las inyecciones. Lo haremos mañana, y para este procedimiento no utilizaremos ningún sedante, ya que aplicaremos más del antídoto de lo habitual. Te dolerá, pero será el último. Dado que ha llegado el rey, imagino que lo llevaremos a cabo durante la madrugada, como siempre

- Podemos adelantarlo para hoy mismo. Me tomaré un baño, así que ve preparando todo lo que se necesitará - le digo, y él asiente.

Al entrar al baño, observo mi reflejo en el espejo y me doy cuenta de que ya no soy la misma persona. La joven radiante, llena de luz y entregada a la felicidad y a la ilusión del amor perfecto, ya no está presente.

Hoy, ni siquiera me reconozco a mí misma.

Si bien físicamente me encuentro bien, mentalmente estoy experimentando una profunda desasosiego. Mi mundo ha cambiado pena he enfrentado sufrimientos, pero no como los que siento en este momento.

Este sufrimiento se ha vuelto constante, no cesa ni ofrece consuelo alguno, excepto por aquello que tanto he deseado: el amor de Alex. Sin embargo, a pesar de que su amor puede brindarme alivio, también es la fuente de mi dolor.

Introduzco mi cuerpo en la bañera, sumergiendo mi cabeza por completo. Cierro los ojos y expulso el aire de mis pulmones. Es en ese instante de ausencia de aire cuando experimento una sensación de asfixia. Sin embargo, dejo de lado los pensamientos sobre lo que me rodea y encuentro un momento de paz.

Finalizo mi ducha y salgo del baño vistiendo una bata blanca. Me acomodo en la silla, donde me aseguran con correas. Siento cómo las agujas se insertan en mi piel, provocando una leve incomodidad que me lleva a emitir un pequeño quejido

- Para esto, ya no has tenido un descanso adecuado. Es mejor que lo dejemos para mañana y lo abordemos entonces

- Solo que termine esto de una vez por todas

- No has descansado lo suficiente. Recientemente te realizamos un tratamiento y no has tenido el tiempo de descanso necesario. Hazme caso y ve a descansar

- No, simplemente continúa

No responde, pero soy consciente de que le desagrada que no le preste atención. Procede a conectar el antídoto a la máquina de purificación de sangre,

No sé qué me causa más dolor: ¿el cuerpo o el corazón? Las lágrimas brotan de mis ojos, fruto de un dolor acumulado que hasta ahora había estado reprimido y que por fin está saliendo.

Debido a la intensidad del sufrimiento, empiezo a gritar, sin preocuparme por si alguien me escucha, ya que las paredes están insonorizadas.

Me he reprimido tanto tiempo para llorar cuando lo necesité.

Me guardaba mis amarguras, mi desamor, mi lástima, mi enfermedad. 
Todo para que él tuviera una esposa perfecta: siempre sonriendo, siendo sumisa a sus órdenes y respetándolo todo el tiempo, incluso cuando no merece ser respetado.

Hoy, por primera vez, deseo experimentar este dolor y llorar únicamente por mí, sin preocuparme por nadie más. Estoy cansada de pensar en alguien que no me respeta y de sufrir por esa persona; definitivamente, no lo vale. He agotado mis energías en una lucha que jamás podré ganar.

Los segundos se convierten en minutos, y luego en horas.

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Todo me duele, lloro como niña pequeña Mayer me desata de la silla y me mete a la tina. Mi bata se moja, dando un poco de transparencia.

Estoy muy mareada, la cabeza me da vueltas; tal vez sea porque no comí como se debía.

-Ya acabó todo, ya pasó. Perdóname por no aliviar tu sufrimiento. No quiero verte llorando nunca más. Tú eres un ángel y ellos no lloran

Sonrío por cómo me acaba de llamar Ángel. Me siento segura en sus brazos; él se ha convertido en un verdadero amigo y le tengo mucho cariño.

- Te quiero mucho - digo, antes de perderme en la penumbra

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