Relatos cortos de diferentes temáticas sobre todo cuentos fantásticos o de humor, pero también alguno de miedo.
Son muy irregulares en su extensión, los hay de un par de páginas, de veinte y de seis capítulos.
En realidad sólo tienen dos cosas...
Os tengo que contar lo que me ocurrió esa noche. Estoy temblando desde entonces y aunque sé que dudaréis de mi palabra, os juro que fue cierto:
Dormía, cuando me despertó un golpe. Miré el móvil, eran las cinco de la mañana. Con miedo, me levanté de la cama y me dirigí al patio trasero. Como sabéis vivo sola desde la muerte de Mamá y no soy la persona más valiente de este mundo.
Pensé que quizás habrían entrado a robar, así que caminé de forma sigilosa buscando un escondite para que no me viesen. La luna estaba crecida y eso me permitía ver con alguna claridad sin encender las luces, pero no encontraba nada que pudiese justificar ese estruendo.
De pronto , vislumbré algo que destelleaba tras las macetas. Un par de ojillos amarillos me miraban fijamente. Me incorporé sin miedo.
Una criatura extraña estaba agazapada entre las plantas. Su piel era pálida y verdosa, su rostro despertaba una ternura increíble.
Me acerqué para abrazarlo, pero abrío su boca llena de colmillos afilados y emitió un chillido doloroso. Me quedé paralizada y él desapareció hasta el cielo, reptando entre los balcones.
No sé si era humano, ni de que planeta vendría pero yo empecé a llamarlo así. " El hijo de la luna". Algo me decía que era eso.
Gracias Belén por la foto. Es increíble.
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Y tres relatitos más, como otras veces... Comentarme los relatos por favor, así sé si os gustan o cual retiro y cambio por otro.
EL JARRÓN DE MAMÁ
Guillermo levantó el jarrón y lo elevó sobre su cabeza hasta lo más alto de sus extensos brazos. Yo me quedé petrificada en una esquina, quise correr hacia él pero no pude, sentía los pies pegados al suelo. Quise gritarle que parara pero mi garganta no emitió sonido alguno.
Abrió sus manos y lo dejó caer contra el suelo duro, contra la piedra.
Dejó caer aquel jarrón que era de mi madre. Que vino de La China y que ella trajo de Portugal escondido bajo sus piernas en el coche. El jarrón del contrabando. El jarrón que ella compró con toda su ilusión rebuscando en los bazares. El jarrón de las risas y los miedos. Sí, ese jarrón que contenía la juventud alegre de mi madre. Que contenía el espíritu y no las cenizas, de mi madre muerta.
Se rompió en mil pedazos. Yo me tiré al suelo a recoger como una araña los pedazos desperdigados. De rodillas, mientras las lágrimas caían por mi cara...
El me miró asustado.
No prendía... dijo. Y si era cierto, no importaba...
No había furia ni ira, no cabía ya más que desesperación en esa sala.
Y allí se acabó su juego, nuestros juegos. Esta vez se cruzó la raya y cuando nos miramos y yo le dije ¡vete! Supo que sería para siempre.
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¡QUE LA DETENGAN!
Entonces oí a alguien gritar ¡Que la detengan! ¡Me acaba de robar!
Seguí corriendo mientras aprisionaba la lámpara de cristal contra mi pecho, escondida entre mis ropas blancas. Una multitud me perseguía por las calles de Tetuán. Sin mirar por donde iba, corría por callejones cada vez más estrechos, me perdía en un laberinto de mercados y casas blanqueadas. Mis pies eran más y más rápidos y yo más y más ligera. Pronto me fui alejando de todos mis perseguidores y continué corriendo sin cesar, como si tuviese alas en los pies.
Debí atravesar toda la ciudad y sin saber como me dirigí corriendo hacia las montañas. Ascendí hacia las cumbres sin fatigarme. Pese a la larga carrera y a lo empinado del camino mi corazón estaba calmado y respiraba con normalidad.
Notaba que de la lámpara brotaba una fuerza muy superior a la mía que me guiaba hacia algún punto lejano y me impedía desfallecer.
No se cuanto tiempo tardé en llegar a aquel monte, desde el que podía ver la ciudad como un punto lejano. Descubrí entonces una gruta y la lámpara me empujó hacia el interior. Saqué el objeto robado de entre mi ropaje y vi como se encendía iluminando un camino angosto que descendía. No pude impedir seguir ese sendero entre las rocas que parecía internarse en el fondo del mundo. Al final la lámpara me obligó a pararme. El camino se terminaba y ante mí apareció una gran sala. La lámpara empezó a brillar de una forma más intensa y su luz iluminó lo que tenía ante mis pies "Un gran tesoro".
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OTRO FINAL PARA LA REGENTA
El Jueves Santo Ana Ozores llegó a casa después de haber participado en la procesión del Santo Entierro, con los pies ensangrentados y el alma rota. Recordó el consejo de su amiga Amelia y sin despedirse de sus interesadas tías, del viejo verde de su marido y del manipulador de D. Fermín atravesó la puerta del tiempo y apareció en Ibiza 1987.
Como era mona, pronto encontró trabajo poniendo copas. Se manejaba bien, había aprendido a lidiar con babosos y encantadores de serpientes.
Con lo que ganó, puso en Palma, una tienda de antigüedades. ¡De algo le tenía que servir haber vivido en el siglo XIX! A veces le entra la morriña y vuelve a Oviedo. Siempre al mismo sitio calle Gascona 2024 ¡A la catedral ni se acerca por si acaso!
Nota: No le deis más vueltas, Amelia, no es un personaje de La Regenta, como los demás. Es del Ministerio del Tiempo.
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