EL AMA DE LLAVESDescansaba tranquilo, recostado en el sofá, cuando una fuerza comenzó a tirarme del pantalón hasta hundirme dentro. Fue justo en el hueco que se forma entre el asiento y el respaldo, por donde siempre se cuelan las gafas y los mecheros.
Llegué al interior del sofá magullado y asfixiado. Estaba tan oscuro que al principio no podía ver nada. Pronto apareció una luz muy tenue y pude ver que me encontraba en una especie de salita de estar. La luz que procedía de una lámpara situada sobre una mesita iba aumentando poco a poco. También el espacio iba haciéndose mayor.
Cuando llegué apenas cabía y no podía estirar las piernas, luego fui sintiéndome más cómodo hasta que me encontré sentado en una esquina. Aun así, era muy grande si me comparaba con los muebles que parecían haber crecido. Mi cabeza, estando sentado, casi llegaba al techo y mis piernas estiradas ocupaban medio salón.
De pronto escuché una voz:
―¡Buenos días tenga usted! Siento haberle traído hasta aquí de una manera tan brusca, pero necesito mis llaves.
Una mujer de unos treinta centímetros y redondita me hablaba desde el extremo de la habitación. Tenía el pelo blanco peinado en moño y usaba gafas.
Tardé un momento en reaccionar y preguntarle:
― ¿Pero qué llaves? ¿Quién es usted? ¿Dónde estoy?
―¿Pues dónde vamos a estar? ―me respondió ―¡dentro del sofá! Soy el ama de llaves y necesito las que me quitó para poder abrir las puertas de las calderas.
Recordé que el día anterior, cuando metí la mano para recuperar las gafas que se me habían escurrido, encontré un manojo de llaves diminutas que supuse serían de candados o buzones.
―¿Serán estas? ―dije.
―Pues sí, parece que estaba en lo cierto y usted me las había robado ―me dijo frunciendo la nariz.
―Lo siento, no era mi intención, las encontré revolviendo y no sabía de quién eran ¡No tenía ni idea de que viviese alguien aquí dentro! ―le dije.
―¡Y no vivo! Solo es mi trabajo de invierno: abrir al fogonero las puertas de las salas de calderas para que así puedan ustedes encender sus radiadores.
Después de darle las llaves, cambió su humor e incluso me sonreía.
―Si encoge usted un poco se lo enseño ¡Allí está la puerta! ―me dijo entonces.
En el suelo pude ver una puerta de madera. Ella metió en la cerradura la llave más grande y la abrió hacia arriba. Luego entró por el hueco y me llamó:
― ¡Acérquese hombre, será interesante! Solo tiene que bajar por las escaleras.
Me acerqué arrastrándome y vi cómo ella descendía peldaño a peldaño.
―Lo siento, señora, pero yo no quepo ahí ―le dije.
―Solo tiene que intentarlo― respondió―. Meta primero una pierna y luego la otra.
Y eso hice; metí primero mi pierna derecha, que al introducirla en la trampilla se volvió mucho más pequeña y pude colocarla perfectamente sobre el primer peldaño. Temí que no tuviera fuerza suficiente para sostenerme mientras levantaba la otra pierna, pero no fue así; al meterla también en el agujero menguó, al igual que lo hizo el resto del cuerpo mientras comenzaba a descender por las escaleras.
Al final del túnel se veía un largo pasillo alumbrado por simples bombillas. Parecía pintado hacía cincuenta años. Los dos lados del pasillo tenían muchas puertas de madera viejas y en cada puerta una cerradura y un número.
Anduvimos un buen trecho por el pasillo, que parecía inacabable, y paramos frente a la puerta doscientos veinticuatro.
La mujer abrió con otra de las llaves y entramos.
Un hombre echaba paladas de carbón en una caldera. Era muy delgado pero fuerte. Hacía muchísimo calor allí dentro. El hombre nos miró; tenía largas barbas, el pelo rojo y unos ojos azul metálico. Comenzó a reírse. Estaba desdentado y pese a su fortaleza no parecía tener menos de setenta años.
―Vamos Florencio. Es hora de descansar ―dijo el ama de llaves ― Llega tu relevo.
Y sin darme tiempo a analizar la frase, el ama de llaves me empujó con fuerza al interior del cuarto.
Caí de rodillas y mientras me levantaba vi cómo los dos desaparecían por la puerta.
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Una historia muy vulgar y otras que no lo son tanto
Short StoryRelatos cortos de diferentes temáticas sobre todo cuentos fantásticos o de humor, pero también alguno de miedo. Son muy irregulares en su extensión, los hay de un par de páginas, de veinte y de seis capítulos. En realidad sólo tienen dos cosas...