Relatos cortos de diferentes temáticas sobre todo cuentos fantásticos o de humor, pero también alguno de miedo.
Son muy irregulares en su extensión, los hay de un par de páginas, de veinte y de seis capítulos.
En realidad sólo tienen dos cosas...
Estaba nuestro señor Techuchistu orando al pie de un viejo olmo cuando vio a lo lejos venir a una familia formada por una pareja joven y dos niños pequeños.
― Nuestro señor Techuchistu ―le dijeron―, venimos a rogarle ayuda. En nuestro país no teníamos trabajo. Hemos cruzado el océano y hemos venido hasta aquí con nuestros dos hijos buscando una oportunidad. Conseguimos un trabajo para cada uno, pero los sueldos son tan bajos y los alquileres tan altos que no nos da para pagar un piso y debemos compartir nuestro hogar con otras dos familias. Necesitamos un hogar independiente.
―Todo se consigue en este mundo con la fe ―respondió Techuchistu―. Venid a diario a orar aquí al pie del olmo, y pasados diez días, tendréis una casa.
Y así hicieron. Les costó mucho trabajo porque para llegar a la colina donde estaba el olmo debían de coger un tren y después caminar durante media hora. Todo ello antes de llevar los niños al colegio e incorporarse a sus respectivos trabajos.
Transcurridos los diez días y tras orar, vieron a Techuchistu acercarse por el camino. "Techuchistu" ―le gritaron―. Llevamos viniendo diez días y aún no se ha obrado el milagro. No tenemos casa nueva.
―Hombres de poca fe ― respondió el Profeta― ¿Qué creéis que estoy haciendo aquí?. Ahora mismo preparo una casa para vosotros.
Y Techuchistu cogió del suelo un trozo de roca caliza y dibujó en el aire dos columnas y un dintel, que inmediatamente se convirtieron en piedra.
― Aquí está la entrada de vuestra casa― luego continuó pintando la puerta, las paredes y las ventanas de la fachada. Después dibujó cada una de habitaciones y, no contento con eso, instaló los baños, la cocina y amuebló toda la casa. Cuando estaba completa, dibujó en el aire unas llaves y se las entregó a la pareja diciendo―:
―He aquí vuestro nuevo hogar. Agradecer siempre al Dios misericordioso los bienes que os han sido otorgados.
Los discípulos estaban entusiasmados, besaron las manos del señor Techuchistu y de rodillas se despidieron de él cantando alabanzas.
Pero al cabo de un año la pareja volvió a presentarse llorando ante Chesuchistu y diciendo:
― Mi señor venimos a pedirle ayuda. El ayuntamiento quiere derribar nuestra casa. Dicen que está construida en terreno público y no urbanizable.
―En eso no puedo ayudaros― dijo El Maestro― Yo puedo obrar milagros, pero no puedo interferir en los asuntos del Estado. "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".
La pareja volvió a su casa con los niños echando pestes de Techuchistu y olvidando que al menos este les había proporcionado de forma gratuita un hogar durante un año.
Como las cosas de palacio van despacio. El ayuntamiento tardó en derribar la vivienda tres años más. Como no tenían que pagar alquiler, la familia pudo ahorrar algún dinero con lo que pudieron pagar la entrada de un apartamento, más pequeño pero algo más céntrico.
Con el tiempo su relación con Techuchistu se fue afianzando. Ya no le veían como un Mesías pero si sentían por el cariño y agradecimiento. Así que cuando éste envejeció iban a menudo a visitarle a la residencia.
Si os gustó el relato votar al final del capítulo.
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Como en otras ocasiones, como el relato es cortito, os pongo un par de microrrelatos para complementar. Algo no tan ligero como el de Techuchistu. Ya me diréis si os gustan.
EL PECADO CAPITAL
―Tengo pensado hacer varios peces de colores aquí—dijo Dios a Adán mientras se zambullían en el lago del Edén. ― Querrás decir crear—le corrigió Adán. Entonces Dios se arrepintió de haberlo hecho a su imagen y semejanza , y comenzó a idear la forma de expulsarlo del Paraíso.
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PALABRAS COMO POLILLAS
Amelia se despertó a horas intempestivas. No podía dormir. Algo le rondaba la cabeza. Como no podía estar tranquila, se puso a limpiar toda la casa. No podía hacer ruido o protestarían los vecinos con razón. Así que barrió y fregó el suelo. Luego quitó el polvo. Solo después de todo eso y cuando ya estaba muy fatigada, abrió el armario ropero de su madre. Todavía podía percibir su aroma. Todo estaba ordenado, pero ayer en la noche había visto volar una polilla. ¡Tenía que deshacerse de todo aquello o las polillas se extenderían por toda la casa y destrozarían todos los muebles! Recordó como las polillas destrozaron los muebles del salón. ¡ Aquella mesa de castaño tan bonita! Se había llenado de agujeros con gusanos dentro. Las estanterías, los armarios, ¡todo! ¡Los magníficos muebles que habían podido rescatar de la casa de la abuela cuando se murió, se habían convertido en nidos de inmundicia! Todo lo hubo que tirar.
Una a una miró las vestimentas del armario mientras lloraba recordando a la madre. Abrazó el abrigo de pieles. La imaginó aún joven y presumida por la calle. "Cómo en el anuncio de la tele, tacita a tácita, fui ahorrando", le decía. La recordó ya de mayor cuando el abrigo le pesaba tanto. " Póntelo tú, hija, que yo ya no puedo con él, " le dijo entonces. " No, a mi no me gustan las pieles, son de vieja" le respondió de malos modos, y se quedó guardado en el armario y aquellas palabras le quemaban el alma. Ahora se deshacía al tocarlo "¡Debe ser esto lo que saca la polilla!", se dijo. "Lo meteré en una bolsa y a la basura. Luego compraré algo para que se vayan del armario y ya está. Con esto será suficiente. No puedo tirar más. No, al menos de momento".
Lo metió en una bolsa negra y lo echó en el cubo. Luego se preparó un baño caliente, se puso un pijama limpio y se echó a dormir. ¡Aún queda un ratito hasta que amanezca!
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