Voy a intentar explicárselo de forma sencilla:―Usted es escritor ¿verdad?
―Si bueno, escribo algún relato de vez en cuando.
―¿Y lo hace de un tirón? ¿o tiene que repasar?
―Repasar siempre, claro
―Pues eso es, cuando escribe, sus personajes viven una realidad, pero luego cada vez que repasa esa realidad cambia, afecta a uno o varios personajes o al relato en sí. De hecho, cada vez que modifica algo lo modifica todo un poco. Pues imagine, que busca la perfección y como no la encuentra va cambiando el relato una y mil veces ¡Así es la vida!
―Sigo sin entender bien lo que me quiere decir.
―El creador del mundo, Dios como ustedes dicen, va escribiendo día a día la vida de todos, el funcionamiento de todo. Lo escribe una vez, se para, observa el resultado, lo modifica. El mundo evoluciona por si sólo, como hacen los personajes de sus relatos mientras los escribe. Pero El está ahí siguiéndolos, forjando su destino. Todo ocurre muy rápidamente de forma constante. A veces el error está casi en el presente y es fácil de modificar, una nueva noticia aparece en el periódico, un nuevo descubrimiento hace que algo que creíamos seguro ya no lo sea. Por ejemplo: podemos descubrir un nuevo planeta o que nuestro vecino que creíamos honrado no lo sea tanto. Son fallos que puede modificar fácilmente somos capaces de aceptar esta nueva realidad. Pero no siempre es así, hay veces que Dios tiene que hacer cambios más radicales, cambios que suponen la desaparición de algún personaje, no la muerte si no su desaparición, desde el principio, cambios que suponen la reelaboración de una parte sustancial de la historia. Entonces destruye la realidad existente y la cambia por otra, sin que nosotros podamos tener consciencia de ello.
―¿Me está hablando de realidades alternativas? ¿De mundos paralelos?
―No, solo hay un mundo, Dios escribe solo una novela, pero con incesantes cambios.
―Bien ¡esa es su filosofía, su religión, sus creencias, pero no las mías! A mi todo eso que cuenta ni me va, ni me viene.
―Esa es la única verdad y no habría necesidad de que la supiese, no sería necesario que fuese consciente, si no fuese porque necesitamos su participación.
―¿Qué me está contando? ¿Quiere que me meta en una secta o algo así? ¿Participar de qué? ¿Cómo?
―Participar en la creación del mundo. En la revisión. En los cambios.
―¿Qué dice? ¿Qué locura es esa? ¿Cómo que participar en la creación del mundo? ¿No decía que el mundo lo creaba Dios? ¿Qué se creaba constantemente? ¿Qué ni siquiera éramos conscientes?
―Dios no es una persona, es una entidad, bueno... no puedo entrar en darle explicaciones sobre lo que es Dios, no terminaría nunca y aunque le diga que le necesitamos para la creación no le digo que usted sea Dios. No lo es, es solo un grano de arena, una pieza infinitesimal dentro de un inmenso engranaje.
―Bueno, vale, todo muy bonito. Pero esta es una oficina de empleo y se supone que me citaron para un trabajo, no para oír sandeces.
―Bueno, bueno... pero primero déjeme terminar de explicarle para que le necesitamos. Se trata de que en el mundo se produzcan los menores cambios posibles, que seamos capaces de tener el menor número de errores, que hagamos predicciones, que busquemos alternativas. Que antes de que se escriba el libro de la vida se pueda, al menos tener una idea, una noción de lo que ocurrirá a continuación.
Ese sería su trabajo principal, preguntarse ¿Qué ocurriría si...? Y así con millones de personas como usted imaginando, analizando. Dios escoge y desecha ideas y va creando el mundo. El futuro.
Pero como le dije, a veces necesitamos cambiar también el pasado. Porque aún analizando al máximo las alternativas seguimos cometiendo errores. Entonces tenemos que echar mano de su segunda tarea a realizar. Es cuando los escribientes (esa sería su profesión) deben de imaginar ¿Qué hubiese ocurrido si...? Y Dios selecciona las opciones, borra el presente y crea uno nuevo. Es lo que llamamos ucronía.
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Una historia muy vulgar y otras que no lo son tanto
Cerita PendekRelatos cortos de diferentes temáticas sobre todo cuentos fantásticos o de humor, pero también alguno de miedo. Son muy irregulares en su extensión, los hay de un par de páginas, de veinte y de seis capítulos. En realidad sólo tienen dos cosas...