Capítulo 3

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Aunque trato de mantener la calma me tiemblan las piernas al escucharlo tan cerca. Llevaba dos años sin hablar con él en persona, escuchando su voz únicamente en mis sueños.

Brais ha sido el único chico por el que he sentido algo, aunque resultó no ser correspondido del todo. Yo era consciente de que se iría de erasmus y aun así aposté todo por él durante esos meses de verano.

Fue un amor fugaz, en el que solo nos besamos una vez, pero que me marcó en lo más profundo de mi interior. Siempre me pregunté cómo habría sido nuestra historia en otro momento de nuestras vidas, y recé al responsable de los hilos rojos para que finalmente nos uniese.

Pero ahora que le tengo mirándome fijamente, esperando una respuesta, no puedo hablar. Literalmente mis cuerdas vocales se han quedado congeladas y temo que al intentar decir algo mi voz suene más ridícula de lo que me imagino. Mis manos están temblando y la forma en la que está sonriendo me está poniendo aún más nerviosa. Ahora tiene un poco de barba y parece que ha ido al gimnasio durante su etapa italiana, ya que sus musculados brazos se marcan con fuerza bajo su camiseta.

—¿Olivia? ¿Estás bien?

Me está hablando, sí.

No creo que sea un sueño.

Ha llegado el momento. Lo tengo aquí enfrente y tengo que actuar con madurez. O al menos intentarlo.

—¡Brais! ¡Cuánto tiempo! —Intento que mi tono de voz suene despreocupado y casual, aunque creo que no lo estoy consiguiendo—. He llegado hoy mismo, y por lo que veo tu ya te has cansado de Italia.

Brais enarca las cejas y me mira sin saber qué responder.

No sé porque le he dicho eso, me estoy delatando. Ahora sabrá que he ido husmeando sobre su vida y que sé que el destino que eligió finalmente de erasmus.

Recuerdo que en una de las muchas noches bajo las estrellas que pasamos juntos aquel verano me estuvo contando su dilema entre Italia y Holanda. Yo le recomendé que mejor se fuese a Holanda, ya que es por todos conocidos que las italianas son demasiado guapas y, egoístamente, iban a ser mi competencia. Pero Brais terminó haciendo todo lo contrario.

Está tardando demasiado en responder y quizás debería empezar a pensar algo que añadir a mi respuesta. La copa de ginebra se está resbalando de mis manos y necesito otro trago de alcohol para buscarle un remedio inmediato a esta situación.

Sin pensármelo dos veces me bebo de un trago la mitad del líquido trasparente ante la atenta mirada del moreno de ojos oscuros que tengo frente a mí.

—Joder Olivia. ¿Desde cuándo eres capaz de hacer eso? ¿Y ese nuevo look? Estás irreconocible.

— He cambiado —me limito a responder.

— Y tanto —añade él—. No he sabido nada de ti en estos meses. ¿Entraste finalmente en la carrera de arte?

Claro que he entrado en arte. Es más, ya he pasado mi primer año de carrera. Al principio no fue para nada como me esperaba. Me habían pintado la universidad como un lugar de fiesta continua y distracción, pero terminó siendo un edificio en el que estudiar es la tarea primordial. Vaya sorpresa.

—Entré y de momento me está gustando bastante. ¿Tú que tal en Italia?

Antes de que le dé tiempo a contestar mi prima me envuelve por detrás con sus brazos y sonríe a Brais. De pronto siento un pequeño pellizco en mi espalda. Soy consciente del mensaje que Clara me quiere dar indirectamente en este momento, pero me da igual. Estoy disfrutando maduramente de esta conversación y no va a influir en los siguientes meses que quedan de verano.

O eso espero.

—Tenéis que vivir la experiencia, chicas —responde Brais con esa sonrisa radiante que me deja cautivada—. Allí se conoce a muchísima gente y es una experiencia muy enriquecedora. Estoy replanteándome volver el año que viene y continuar la carrera en la Universidad de Milán.

Creo que no he entendido bien eso último. Me doy la vuelta un segundo para mirar a mi prima y ella asiente con la cabeza, confirmándome que lo acabo de escuchar a la perfección. Se marcha, otra vez.

Mi corazón vuelve a acelerarse y mis manos traidoras se abren dejando de sostener la copa de cristal, la cual se rompe al segundo en cientos de pedazos al estallar contra el suelo. Tardo unos segundos en reaccionar y darme cuenta de lo que acabo de hacer. El suelo está pegajoso y me he clavado un pequeño cristal del borde de la copa. Debo de haberla apretado con fuerza sin haber sido consciente de ello, y después la he dejado caer.

Un pequeño río de sangre brota de la palma de mi mano.

Veo como Brais dirige la mirada hacia las gotas rojas y me coge la mano para examinarla. El simple roce de su piel con la mía me provoca un escalofrío y me deja paralizada. Es tal y como lo recordaba.

—¿Estás bien Oli? Tenemos que vendarte la herida ahora mismo. No creo que sean necesarios puntos, pero se podría infectar.

Oli.

Me acaba de llamar Oli.

Así me llamaba el verano en el que estuvimos juntos. Su voz sigue sonando dulce, aunque ahora un poco más grave que hace dos años. La manera en la que está examinando con delicadeza mi mano me hace sentir un nudo en la garganta.

No puedo creer que se vaya a volver a ir.

Sin duda alguna, la noche no está empezando como imaginaba.

Amor de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora