Capítulo 22

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—¿Cómo te encuentras?

Al cuarto tono, Lena me ha cogido la llamada. Llevaba toda la noche pensando en ella, en cómo estaría y qué necesitaría.

—Mejor, creo.

Su voz suena muy seria y apagada. Me parte el corazón escucharla así, pero entiendo que es parte del proceso.

Una vez leí en un libro que las fases del duelo tras una ruptura son como las estaciones del año, cada una teje su propia melodía en el telar del tiempo.

Primero, llega la negación, como un suave velo que envuelve el alma en la esperanza de que todo sea solo un mal sueño. En ese momento los buenos recuerdos resisten a la realidad, mientras el corazón se aferra a la ilusión de que la historia aún pueda revertirse.

Pero la negación se desvanece gradualmente, dando paso a la tristeza, como la bruma que se posa sobre un río tranquilo. Las lágrimas comienzan a caer como gotas de rocío en las primeras horas del amanecer. En esa fase del proceso, las canciones que antes eran himnos de amor se transforman en susurros tristes en el viento.

Con el tiempo, emerge la rabia, como un fuego ardiente que consume el corazón herido. Se cuestiona el porqué, se desafían los destinos entrelazados, y las emociones se desatan como olas furiosas estrellándose contra la playa.

Finalmente, emerge la aceptación, como el sol que despide sus rayos en la mañana tranquila. El corazón cicatriza lentamente, y las heridas de la ruptura se convierten en capítulos de un libro cerrado.

Lena posiblemente se encuentre aún en la fase de negación, pero confío en que en unos días comience a retomar su vida y se dé cuenta del valor que tiene.

—¿Has vuelto a saber algo de él?

—No. Le he bloqueado en todo y estoy intentando mantener contacto cero. Es horrible, Olivia. No te haces una idea.

—Lo sé, Lena. Pero créeme que con el tiempo todo mejorará y nosotras vamos a estar contigo.

—¿Estás en la calle? Es muy pronto, ¿qué estás tramando?

Sí. Es demasiado pronto, pero he quedado con Lucas a las nueve y ya voy a llegar tarde.

—He quedado con Lucas —respondo sin titubeos.

—¡Qué! ¿Para qué?

Lena no sabe nada de nuestro trato y es momento de que se lo cuente todo. Quizás le sirva para evadirse durante un rato de su realidad. Tras varios minutos en los que me ha escuchado relatarle todo con detalles, desde mi primera conversación con Lucas hasta la cena por el cumpleaños de mi abuelo, contengo la respiración y espero a que me responda.

—¿Tú eres consciente de como son las pruebas? La gente se entrena durante meses para ganarlas. Pueden ser hasta peligrosas, Olivia.

—Lo sé, y por ese mismo motivo he quedado con Lucas. Él seguro que tiene experiencia y, al fin y al cabo, nuestro objetivo no es ganar, es poner celosa a Cassandra.

—¿Pero Lucas sabe que Cassandra se besó con otro delante de todo el mundo en el pub?

Mierda. Se me había olvidado ese asunto.

—Creo que no.

—¡No se lo has contado tú!

Su tono de voz suena demasiado acusador y un sentimiento de culpa está empezando a revolotear de nuevo en mi interior.

—¿Cómo se lo iba a decir, Lena? Se habría fastidiado nuestro plan. ¿Tú sabes la cara de felicidad de mis abuelos cuando conocieron a Lucas? De ningún modo podía permitir que se echase a perder todo el acuerdo.

Amor de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora