Capítulo 18

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Han pasado dos días desde que lo vi por última vez.

Le conté con pelos y señales a mi prima todo lo que había ocurrido durante la fiesta. El disfraz que llevé, la gente que había dentro y como actuó Lucas conmigo.

Pero, omití la parte de la piscina. No quería que pensase que lo hice por celos o algo similar. Lo hice simplemente porque no quiero que nadie se aproveche de él, y en ese momento sentí que era vulnerable ante Cassandra. No termino de fiarme del todo de ella.

Mis primas y mi hermana están jugando a la Wii en el salón mientras yo las observo desde el sofá. Nunca he sido demasiado buena en los videojuegos y prefiero mantenerme como una mera espectadora.

Aunque compartimos la misma sangre y los mismos padres, Carol ha adquirido todo el talento que yo no tengo para esta clase de cosas. Lleva cinco partidas seguidas ganadas y estoy segura de que yo no habría superado ni la primera ronda. Sin duda alguna, ella se ha llevado los mejores genes.

—¿Quién quiere un helado? —ofrece mi madre entrando al salón.

Las niñas corren hacia ella junto a Clara.

—¿Tú quieres Oli? —pregunta mi prima.

—No, gracias.

—Tú te lo pierdes —responde mi abuelo que está sentado en el sillón—. A mí dame uno de chocolate.

—Sebas..., no deberías comer dulce, ya lo sabes —le recuerda mi abuela apoyada sobre el ventanal.

—Un dulce al año no hace daño, ¿verdad Olivia?

Mi abuelo me guiña disimuladamente el ojo y yo le sonrío. Me encantan los momentos de complicidad que tenemos entre nosotros. Él siempre dice que yo soy su salvadora ante la tirana de su esposa. Y lo cierto es que yo le intento complacer en todo, aunque tenga que ir en contra de los intereses de mi abuela.

Y ahora que pienso en complacer a mi abuelo, tengo que avisar de que esta tarde vendrá a la barbacoa Lucas. Estoy nerviosa, principalmente por la reacción que vaya a tener mi madre, pero tengo que hacerlo. Puede que esta sea la ocasión perfecta. Seré directa y concisa, afirmando que vendrá sin preguntar. Así será más sencillo.

Clara ya sabe mis intenciones y noto que me mira por unos segundos. Enarca las cejas y leo en sus labios un "adelante". Me acaba de dar el visto bueno. Voy a hacerlo.

—Mamá. Abuelos. He invitado a Lucas a la barbacoa.

Todos los presentes en el salón, incluidas mis primas pequeñas, me están mirando en silencio.

—¿Cómo?

Lo sabía. Sabía que mi madre iba a ser la primera en tener algo que decir. Ni que le hubiese confesado un crimen. Tiene que asumir la edad que tengo de una vez. Le cueste lo que le cueste.

—¡Ay cariño! —exclama mi abuela viniendo hacia mí—. Qué alegría más grande. El amor es algo tan bonito..., mereces exprimirlo al máximo.

A diferencia de mi madre, quien sigue con el ceño fruncido, mi abuela me empieza a dar un sinfín de besos y abrazos como si le acabase de anunciar que me voy a casar. Ella es así siempre.

Levanto la vista y veo que mi abuelo está sonriendo. Lo he logrado. Están felices.

—Quiero que le conozcáis. Es un chico muy alegre y respetuoso.  ¿A que sí, Clara?

Mi prima, que ya estaba distraída volviendo a jugar a la consola, gira la cabeza hacia mí.

—Sí. Parece simpático.

Joder, Clara. Si llego a saber que va a responder tan cortante no la pregunto. Espero que se acaben llevando bien ella y Lucas porque, aunque es toda una farsa, llevarse mal con mi prima puede convertirse en una pesadilla.

—Está bien —termina por responder mi madre—. Hoy conoceremos a tu querido Lucas. Iré ahora mismo a contárselo a tus tíos y a tu padre. Eso sí, avísales ya que no somos una familia normal. Si viene tendrá que adaptarse a las bromas de tu padre.

—A los trucos de magia del abuelo —añade mi hermana.

—A los bailes de la tía Rosa —continúa mi abuela.

—Y a mi control de calidad. No todo el mundo es digno de estar con mi hija.

Nada con lo que no contase ya. Lo único que agradezco en estos momentos es que no sea mi novio de verdad o me moriría de vergüenza. El día que conozca al definitivo, tardaré mínimo un año en presentarle a mi familia.

Mi madre se va del salón y mis primas suben el volumen de la televisión. Mientras tanto, yo sigo sentada en el sofá acompañada de mis dos abuelos.

—¿Cómo os conocisteis? —pregunta mi abuela.

Es momento de pensar que historia contar. Tenía que haber acordado la versión definitiva con Lucas por si le preguntan a él también. Solo tengo una opción: explicarles la bonita historia que se inventó él. Creo que recuerdo bien cada una de sus palabras. No he podido sacármelas de la cabeza desde que las dijo.

—El canta en una banda de música. Hace unas semanas fui a verle a un concierto, sin saber que era él, y me fascinó su arte. Tiene un verdadero talento, abuelos. Me fijé en Lucas al instante. Sus ojos brillaban y me estaba sonriendo. Él siempre me sonríe y me cuida.

Una lágrima empieza a deslizarse por la mejilla de mi abuelo y me doy cuenta al instante.

—¿Abuelo? ¿Estás llorando?

Rápidamente mi abuelo se seca con su mano y mi abuela se empieza a reír.

—Perdona, hija. Estoy tan feliz por ti que no he podido evitarlo. El día en el que conocí a tu abuela fue uno de los más felices de mi vida. Solo los más afortunados son capaces de experimentar el amor verdadero. Ese amor que lucha a contracorriente frente a las adversidades y que te hace sentir vivo. Ahora que sé que tú sientes algo parecido estoy en paz. Te mereces ser feliz, Olivia. Compartir tu vida con alguien que la multiplique de felicidad y de calma.

Escuchar a mi abuelo hablar así de mi abuela me llega al corazón. Ellos tienen una historia de amor tan bonita que, ojalá, yo pueda vivir una similar algún día. Mi abuelo tenía una floristería en la que cada mañana mi abuela compraba flores. Un día, mi abuelo le preparó un ramo de claveles y le escribió una carta con todo lo que le hacía sentir cada vez que sonaba la campanilla de la puerta y entraba ella. A partir de ese momento; todo es historia.

—Seguro que os caerá genial Lucas. Estoy deseando que le conozcáis.

Yasí espero que sea. Por el bien de nuestra misión.

Amor de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora