Capítulo 8

176 7 0
                                    

—¡Tú estás loca! —grita mi prima al volver a entrar en la habitación.

Tampoco creo que sea tan descabellada la idea. Llevaba tiempo pensándolo, pero esta es la primera vez que la he expresado en voz alta. He leído muchas novelas románticas en las que ocurre eso y en todas ellas siempre sale bien.

Yo no pretendo acabar teniendo un romance de película ni que terminemos enamorados de verdad. Simplemente quiero hacer felices a mis abuelos antes de verlos partir para siempre, por decirlo de manera delicada.

—Definitivamente has perdido por completo la cabeza —reitera malhumorada Clara.

Sabía que no lo iba a entender, pero tenía que intentarlo. Ya tengo dieciocho años, casi diecinueve, y nunca he tenido una relación seria ni nada que se asemeje. Tan solo estoy pensando en contactar con alguien que pueda hacerse pasar por mi novio para presentárselo a mis abuelos. No sé en qué clase de páginas de internet se pueden buscar ese tipo de servicios, pero si hay gente que se ofrece para cosas mucho más raras podré encontrarlo.

—¿Tú te crees que los abuelos son tontos? ¿Qué puedes presentarte mañana con, a saber quién, meterle en casa, y hacerles creer que estáis enamorados?

—Eh, ¿sí? —pregunto sin estar ni yo segura del todo—. Tampoco es tan loco, Clara. Los abuelos no es que estén muy bien de salud. Cuánto tiempo van a estar con nosotras, ¿tres, cinco, diez años más? Sería una simple forma de hacerlos felices durante este verano. Contrataría a alguien para que venga un par de horas durante estos meses y cuando llegue el invierno les contaré que hemos roto y fin del asunto.

Mi prima pone los ojos en blanco y después comienza a reírse sin parar.

No sé qué tiene tanta gracia. No lo veo una idea tan alocada. El problema va a ser encontrar al candidato y saber cuánto cobrará por hora. Estoy segura de que esta clase de servicios no van a ser baratos y tampoco me queda mucho dinero de lo que conseguí ahorrar durante el invierno.

Clara sigue riéndose sin parar mientras se tumba boca arriba sobre la cama. Yo me limito a observarla de pies junto a la ventana. Ya está atardeciendo y el cielo se ha tornado de un color rosado precioso.

—Vale. Voy a parar de reírme —intenta decir mientras sigue riéndose—. No venga, me pongo seria.

Pero sigue riéndose sin parar.

—Te lo decía de verdad, Clara. Mentir no está bien, vale. Pero es algo común. Seguro que más común de lo que pensamos. Yo sé que mi vida no es un libro ni una película y que no acabaré enamorada de mi "novio falso". Por eso solo le voy a contratar por horas. Si no me quieres ayudar tú, lo buscaré yo sola.

Mi prima se sienta sobre el borde de la cama y su risa parece haberse calmado de momento.

—Está bien. Hablemos de verdad. Como tú bien has dicho: no eres la protagonista de una novela. No puedes alquilar un novio por horas. Ni si quiera sabemos dónde encontrarlo. Quizás, si tan feliz quieres hacer a los abuelos, podrías empezar por enamorarte de alguien de verdad.

—¿Enamorarme? La que está loca eres tú. Dijimos que nada de chicos durante este verano.

—Ah. Nada de chicos. ¿Y pretendes contratar a uno para que se haga pasar por tu novio? Tú no estás bien, te lo digo.

Comienzo a caminar de un lado hacia el otro de la habitación. Necesito aclarar mis ideas, necesito pensar un plan. Podría poner un anuncio en alguna página web, pero claro, tengo que asegurarme de que no traigo a un asesino o a un secuestrador a la casa.

Además, cómo le explico a mis padres que de repente tengo novio. Demasiadas preguntas y pocas respuestas.

—Esto es diferente. Serán solo unas horas al día. Puedo hacer un contrato con él y...

—¿Contrato? ¿Pero tú te estás escuchando? ¿Le vas a dar de alta en la Seguridad Social? ¿Vas a ser su jefa?

Clara empieza de nuevo a reírse sin parar.

Visto desde su perspectiva puede que tenga gracia la situación, pero para mí es un asunto serio. Mis abuelos son una parte fundamental en mi vida y haría lo que sea por verlos felices. Soy consciente de que no serán eternos y que viviré la mayor parte de mi vida sin ellos, por lo que tan solo sería ingeniar una trama que les haga vivir algo que, en un futuro, espero, ocurrirá de verdad.

—¡Basta ya de tantas risas! —sentenció con un tono de voz esta vez mucho más serio—. Necesito pensarlo detenidamente y tus incesantes carcajadas no me están ayudando. Voy a salir a dar un paseo por el camino del río. Sola.

—Pero..., ¿no quieres que te acompañe?

Mi prima se levanta y se pone enfrente mía.

—Será una hora solo. Me vendrá bien, ya que veo que para ti este asunto ha sido como ir a un monólogo.

Veo que sus labios vuelven a curvarse, pero me adelanto y la fulmino con la mirada antes de que empiece a reírse de nuevo.

Me cambio rápidamente y me pongo mi chándal corto color azul para salir a correr. Hace meses que no practico deporte, pero pasear por la orilla del río me servirá para retomar mi actividad física.

Mi prima se ha vuelto a tumbar sobre su cama y me observa mientras salgo por la puerta.

—Recuerda que hemos quedado a las diez y media para cenar con las chicas.

—Tranquila, nos vemos directamente en casa de Lena.

Y salgo de allí con mi mente repleta de pensamientos, escuchando como la risa de mi prima se desvanecen como un eco lejano.

Amor de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora