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Sueños y Dragones I







helen's perspective







Me había pasado toda la tarde por las calles de la capital, tras escaparme de la Fortaleza Roja y de los reproches de mi madre. Los cuales estaban basados en que no era una buena esposa o hija, ya que ni me preocupaba por mi esposo—mi idiota y mujeriego que tengo como mellizo, Aegon.—o le hacía caso a sus órdenes. Además de que me negaba rotundamente a compartir una misma cama que Aegon, o de si quiera darle un hijo. Era demasiado joven como para atarme a un solo hombre toda mi vida, como mi madre quería. Me ponía el maldito ejemplo de mi hermana menor, Helaena Targaryen, quien fue casada con Aemond y ya tenían tres niños. Siempre hacía oídos sordos cuando hablaba sobre eso. También fue por pura suerte, ya que Aegon no me obligó y odiaba a los niños. Por lo que no forzó nada sobre mí. Recordaba lo que me dijo "Si tú no quieres, entonces yo tampoco. Odio a los niños de todos modos." Lo único remarcable de él.

Continuaba con mi paseo tranquilo sin interrupciones por la capital, era uno de mis pocos momentos en los que gozaba de libertad pura y dura. Algo que apenas lograba obtener estos últimos días. Pase por un puesto de joyas en el mercado principal, no solía ponerme muchas pero uno me llamó bastante la atención.

—Precioso, ¿cuánto cuesta?—pregunté, observando fijamente el collar que tenía un talismán en forma de dragón.

—Cinco monedas de oro.

—Aquí tiene.—dije, sacando de un bolsillo las cinco monedas de oro, las cuales le sacaron una sonrisa a la señora que atendía en este puesto.

Me lo guardé en el bolsillo, disfrutando de mi libertad a corto plazo un poco más antes de que los guardias reales me encontraran por aquí. Pase por algunos puestos de comida antes de que viera a unos metros de mi algunas capas blancas y me lance a correr en dirección contraria, con toda la intención de hacerles su trabajo mucho más difícil. Ellos parecieron mejores de lo que aparentaban y noté como me empezaron a seguir, "Quizás tenga que cambiar de disfraces." pensé mientras corría calle abajo. Acercándome al barrio de burdeles. De repente entre la multitud, alguien tomó mi brazo y me arrastro a un callejón. Donde finalmente escapé de las capas blancas.

—¿Quién eres?

—¿Acaso no me reconoces, esposa mía?—preguntó fingiendo falsa ofensa.

—Eres un idiota de remate Aegon.

—Tu idiota.

Me reí ligeramente ante aquel comentario, el sentimiento de pertenencia era un concepto atractivo en mis ojos. Tener el poder de ejercerlo, era una cosa graciosa. Cambiando de tema, él apestaba a vino y cualquier alcohol barato y asqueroso que le hubieran ofrecido, como esa bebida que llamaban 'cerveza'. Era una importación del Norte, la cual bebían en las tabernas. Y una vez probé en una de mis escapadas con Aegon. Lo vomite al instante, sabía a pis de perro o algo así. Prefería quedarme con mis gustos más refinados que mi mellizo, la cerveza esa estaba sobrevalorada.

Tras el pequeño encuentro en el callejón, fuimos a dar un pequeño paseo por Desembarco del Rey. Por la zona más tranquila y limpia. Evitando a nuestro paso cualquier presencia de cualquier guardia de capa blanca o dorada. Era algo que ambos ya estábamos acostumbrados a, y en el fondo, sabía que los guardias detestaban cuando les tocaba protegernos a nosotros o seguirnos. Escuché a escondidas a uno de los guardias decir que era una pesadilla cuando estábamos a cargo suya. Al menos me aseguraba de volver.

𝐇𝐄𝐋𝐄𝐍 𝐎𝐅 𝐓𝐑𝐎𝐘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora