16

95 15 0
                                    

Como el agua y el aceite

everyone's perspective

La princesa se levantó temprano esa mañana, el sol aún no había salido y no había casi nadie despierto más que unos pocos sirvientes. Ella se vistió con la ropa de vuelo que la mantenía caliente ahí arriba cuando sobrevolaba las nubes y a la vez iba perfectamente contra el viento, además de que parte de ella estaba hecha con escamas que recolectó de su propio dragón. "El color negro me sienta bien, pero siempre preferiré el verde." pensó Helen al mirarse en el espejo una vez acabó de vestirse. Recogió ella misma su pelo en una larga trenza sin mucho más detalle, después de todo era un vuelo bastante largo y su última preocupación sería cómo se veía su pelo.

Tras eso decidió ir a ver cómo estaba Aegon, no había nadie más que unos pocos sirvientes por la Fortaleza Roja a estas altas horas de la mañana. Antes de llegar a la habitación de Aegon deseó o esperó encontrarlo despierto, como si por arte del destino nada de su envenenamiento hubiese sucedido y todo volviese a la normalidad. En la que tampoco no es que sufriera, pero al menos el amor de su vida no estaba entre la vida y la muerte. Para añadirle más leña al fuego, Aemond había estado fuera de la Fortaleza Roja por días según Helaena, aún investigando el suceso. No habían ninguna pista oficialmente, pero según su madre la reina Alicent, no era precisamente complicado ver quién era el que tenía más motivos y era lo suficientemente tonto de actuar en ello tan impulsivamente. Después de todo en esa conversación le pidió que recordara cómo Rhaenyra y Daemon llegaron a casarse. "Ser Laenor murió tras una pelea con Ser Quarl, uno de los guardias de su padre, quien a la vez estaba rumoreado que era su amante. Todos decían que Rhaenyra y Daemon lo orquestaron." pensó Helen.
Se sentía impotente de no ser de ayuda a su familia en momentos como este, que no hubiese podido hacer nada por Aegon cuando estuvo a punto de morir solo.

—Aemond, pensé que estabas fuera en la ciudad, ¿cuando has vuelto?—inquirió Helen al ver a su hermano menor en la habitación donde descansaba Aegon.

—Hace unas horas solo.—dijo mientras ella se acercaba.—Voy a reunirme con el rey más tarde.

No le extrañó que no lo llamara padre, después de lo que sucedió con su ojo y como Rhaenyra pidió que se le cuestionase severamente por las verdades que soltó. Ahí cortó su relación antes buena con el rey.

—¿Algún avance?

—No hay nada que pruebe que fueran ellos, teníamos una sospechosa.—explicó Aemond pero no sonaba muy esperanzado.—La que creemos que fue quien puso el veneno en la jarra de vino, habían guardias y otros de ellos que la vieron subir a la zona de los aposentos reales. Se excusó diciendo que debía de ordenar y limpiar las habitaciones. Fue la única que subió a la zona. Pero la encontré muerta ayer por la noche en su propia habitación en la Fortaleza, la habían ahorcado. Decidí mantenerlo todo en secreto por si acaso pero ya no sirve.

—Lo entiendo, pero ellos no habían actuado tan directamente contra Aegon hasta ahora. Deben de estar desesperados.

—Ciertamente.

—Rhaenyra vino a verme dos veces durante todo este suceso, diciendo que quería hacer las paces y me apoyaría entre todo.—comentó Helen.—No le creí nada, quien no me había tratado con amabilidad hasta ahora para mantener las apariencias, no merecía tiempo ni atención. Además de que obligó a traerme al bastardo a mi vuelo a Antigua, el rey, por supuesto aceptó la propuesta de su querida hijita.—rodaba los ojos mientras dijo esas palabras. Este viaje era para aclararse la mente, no para más dolores de cabeza.

𝐇𝐄𝐋𝐄𝐍 𝐎𝐅 𝐓𝐑𝐎𝐘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora