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El cambio de corazón

jacaerys' perspective

Una semana pasó desde que el príncipe Aegon también se marchó a Dorne por lo que quedaba del verano, era un alivio para mí, aunque me sucedía algo muy extraño que no era capaz de entender. La ausencia de la princesa Helen, mi tía, me causaba estar pensando constantemente en ella y viéndola en lugares donde no estaba obviamente. A veces la veía en mis sueños, lucía una belleza etérea como una divinidad en sí. Una luz blanca emanaba de ella y me sentía atraído por Helen. Pero eso debía de ser imposible.

Ya que hace no mucho perdí mis estribos en el campo de entrenamiento y la insulte frente a todos solo para molestar a Aegon, quien nos molestó primero por lo que yo recordaba. Sin embargo, mi madre al enterarse me regañó severamente, no defendiéndoles sino por el mero hecho de que los había insultado frente a toda la Corte y los hice quedar mal. Tampoco me dijo que les debía una disculpa, sino que la próxima vez que sucediera, habrían consecuencias más graves.
Comprendí la intención del sermón y no lo volvería hacer, pero el daño, hecho estaba. Desde entonces quise darle una disculpa personal a Helen, ella nunca hizo nada malo en ese momento. Quizás me llamaba tanto como pudiese 'bastardo' pero la historia no recuerda sangre, sino nombre como me dijo mi abuelo Corlys Velaryon.

Ahora mismo me encontraba en la biblioteca, leyendo sobre mi ancestría Valyria. Algo que captaba mi atención ciertamente y me ayudaba a prepararme a un futuro suceder a mi madre. Para ser un buen rey, debías de conocer bien tu pasado y los errores de los que estaban antes de ti, para no cometerlos de nuevos y evitar los mismo errores.

—Jacaerys, ¿otras ves escondido en la biblioteca? No veas lo que has causado.—oí a mi melliza Visenya decir mientras se acercaba a mí, el sonido de su joyería chocando entre sí la delataba que era ella y no otra. Ella era una persona que le importaba demasiado su apariencia y ostentar sus privilegios, algo que no me gustaba particularmente de ella.—Madre estaba furiosa por tu pérdida de temperamento, aunque a Daemon le dio un poco igual. Sinceramente si me preguntas ella se lo merecía, ya llevan, ¿tres años casados y ni un hijo?

—Quizás esos asuntos de un pareja no te conciernen exactamente Visenya, deja de molestarme.

Mi melliza era muy molesta a veces con su insistencia, aunque la quería igualmente al ser mi melliza. Después de todo compartimos hasta lugar en la barriga de nuestra madre y la mayoría de las cosas las hicimos juntos por primera vez.

—Me conciernen cuando esa puta de princesa no para de llamarnos bastardos y hacer de nuestras vidas en la Fortaleza Roja un infierno.—contrarrestó Visenya.—¿Acaso la defiendes?

—Claro que no.—contesté al instante, la duda me provocaba ofensa incluso.—Sin embargo, todo ese odio abierto que le tienes deberá de parar. Nada bueno saldrá de eso.—dije sin aún prestarle mucha atención, manteniéndola en el libro que estaba leyendo.—Contrólate y cállate Visenya, ese es el mejor consejo que te puedo dar como mi melliza. La envidia y vanidad que tienes dentro de ti por cómo te mimaron nuestros padres.

—Te estás pasando Jace, eres uno para hablar.

—No molesto a la gente, acepto lo que se dice de mí si se en el fondo que es verdad.

Detestaba meterme en algún tipo de discusión con Visenya pero habían veces que era necesario para hacerle entender que lo que se decía de nosotros era verdad. Sin embargo, había una gran diferencia entre aceptarlo y luego admitirlo. Si lo admitíamos, nuestras vidas, la de nuestros hermanos y nuestra madre podíamos considerarlas en vano porque nos matarían o nos exiliarían a las Ciudades Libres. Además de que mi madre perdería su derecho al Trono de Hierro.
Y aunque se nos perdonarán la vida y siguiéramos viviendo en la Corte Real, cuando el príncipe Aegon ascendiese al Trono, podríamos considerarnos muertos.

𝐇𝐄𝐋𝐄𝐍 𝐎𝐅 𝐓𝐑𝐎𝐘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora