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La princesa y el bastardo

helen's perspective

—Si tanto quieres un puto hijo mío, pues tómalo por tu propia cuenta.—retó la princesa Helen sin echarse para atrás. Al final toda la frustración e indignación que la situación había causado, le llegó al límite de su infinita paciencia.—Hazlo.

—Helen... sabes que no puedo.

—Pues no tenías problemas hacerle saber a nuestro hermano menor nuestros problemas, lo que no entiendo es, ¿por qué? ¿Acaso cuando nos casamos tú único objetivo era hacerme creer un lado de ti que no existe? ¿Soy solo un objeto para ti?

—Nunca, déjame explicarte.

—No hay nada que explicar, Aegon.—los ojos de la princesa se comenzaban a cristalizar, la rabia que acumuló antes transformándose en decepción y tristeza.—Te amaba, pero ahora amarte me duele más que nada.


El príncipe Aegon se quedó atónito con las palabras de su esposa. En su mente no comprendía cómo pudieron llegar a este punto en su relación, deberían de haber señales que le hubieran dicho que ella era tan infeliz a su lado. Pero solo recordaba sus sonrisas por qué sí; las risas que le sacaba cuando decía algo gracioso; la furia que sentía cuando alguien la dañaban o decía algo malo sobre ella; los celos que sentía cuando la veía interactuar con otro hombre; la inseguridad que tenía de si ella sería capaz de alejarse de él por cómo era; Ella debía de haber visto su desesperación cuando él fue a Dorne solo para solucionar las cosas, eso era una prueba para él de su amor incondicional a su esposa ¿Por qué sino un hombre como él se arrodillaría en frente de ella solo para pedir su perdón? Por amor.

Sin embargo, eso ya no era suficiente para Helen. Dejo de serlo la primera noche que su esposo no compartió una cama con ella, la primera noche que no amaneció en sus brazos y se enteró que lo encontraron en la Calle de la Seda, borracho y en la cama de una prostituta; la primera vez que oyó sobre las transgresiones de su esposo, la crueldad que tenía pero no admitía frente a ella. Cuando ella vio a la supuesta sirvienta a la que Aegon forzó que durmiera con él, esa era una niña de catorce años quien solo había florecido hace unas semanas según escuchó. Ahí es cuando empezó a tener sus dudas; también como por relato de Aemond, Aegon lo obligó a acompañarlo a una de esas noches cuando aún era muy joven. No había más que decir de esa situación; La gota que colmó el vaso para Helen fue escuchar a Aegon quejarse a Aemond sobre cómo ella se rehusaba tener relaciones con él o darle un hijo. Un golpe bajo para ella, sobretodo cuando hace pocos días antes de eso le decía que con ella solo era más que suficiente para él.

Darse cuenta que la persona que amaba y pensaba que era una 'buena' persona, en realidad no era nada remoto a eso. Que su querido mellizo que la defendía de cualquier injusticia, le causaba esas injusticias a otros. Y se preguntaba constantemente, ¿cómo podía amar a tal hombre?
¿Acaso estuvo tan ciega por tanto tiempo?
¿Era ella ahora un monstruo por amarlo?


—Amarte fue un error, debí de saber no esperarme este tipo cosas de ti. Fue mi culpa al hacerme ilusiones.

—No digas eso Helen, no lo hagas tú.

—¿Qué más quieres que te diga?—cuestionó ella con un tono decepcionante.—Cuando cada vez que prometes mejorar como persona, como mi maduro esposo, y me fallas cada una de esa veces.
Sé las cosas que has hecho durante estos tres años, y podría creer que me dijesen si Jacaerys tiene más honor que tú.


𝐇𝐄𝐋𝐄𝐍 𝐎𝐅 𝐓𝐑𝐎𝐘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora