Capítulo 14. La mejor parte de la noche

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Era una tarde oscura y un plan perfecto.

Tuve un sueño en el que recuperaba el recuerdo de mi familia. Uno que, a pesar de la distancia, me había ayudado a no sentirme tan lejos de ellos. Un collar con el que, hacía años, mi abuela y yo compartimos la promesa de cuidarnos mutuamente.

Cómo cambian las cosas. Mejor dicho, cómo cambiamos nosotros.

Shadow me había dejado todos los accesorios que consideró que irían mejor con mi atuendo, y aunque ella tiene buen gusto, me limité a ponerme un brazalete y unos pendientes con forma de luna. También elegí un juego de anillos de los que pendían pequeños hilos de cobre. En el del dedo anular descansaba un rubí.

Ancor se ofreció a ayudarme con el peinado. Sus habilidades me sorprendieron. Recogió mi cabello en varias trenzas, que se unían formando una rosa, y añadió unos accesorios más.

El vestido. Ahí estaba, encima de mí, haciendo su trabajo.

Esperé a que Shadow llegara. En la soledad del bosque, lo único que me atreví a apreciar fue que se había rizado el pelo. Tampoco le flotaba, un alivio si me preguntaban a mí. Aunque la hacía ver menos... Ella. Cualquiera podría decir que parecía deprimida, pero dudo que alguien que estuviera con ella más de una hora se planteara la posibilidad.

Nos dimos la mano durante todo el camino, como si estuviéramos acompañándonos felizmente al evento. Quizás ella intentó comenzar una conversación (en varias ocasiones), pero yo estaba abstraída en mis pensamientos. O quizás estaba pasando olímpicamente. Tenía que asegurarme de que todo iba según lo había planeado en mi mente.

Al principio dudé que fuera buena idea asistir. Al fin y al cabo, todos debían saber ya que era una fugitiva. Aun así, ella me aseguró que estaría bien. Dijo que nadie intervendría mientras ella estuviera. Asumí que, al igual que con la cabaña, sabría utilizar el colgante para que mi rostro no alertara a los guardias. Decidí arriesgarme.

Noté que apretaba mi mano con suavidad. Cuando regresé en mí, ya habíamos llegado al castillo. La entrada estaba decorada con ornamentos de cristal, que se extendían hasta la sala de baile. Los rayos del atardecer crearían un juego de luces a la salida, cuando todos tuvieran que huir a sus hogares, excepto unos pocos que podrían quedarse en el castillo aquella noche. Para ellos, la fiesta sería más larga.

Me estremecí. Al ver a los guardias sentí que, en cuanto me acercara, vendrían a apresarme. Shadow me acarició el brazo y me extendió una máscara a juego con mi vestido.

―Está hechizada. Ni siquiera el emperador te reconocerá, te lo prometo.

Decidí confiar. El resto de invitados también llevaban máscaras a juego con su vestimenta. Observé la mía, carmesí y con bordes cobrizos. No cubría más que alrededor de los ojos, y sus puntas parecían pétalos.

Entramos en la sala con paso lento.

En lo más alto, la Familia del Emperador descansaba en sus tronos. Debían de haber tenido un día agotador, con eso de cargar coronas y evitar ser asesinados. El trono en el que Shadow y yo nos habíamos sentado ahora estaba rodeado de otros más pequeños pero ostentosos hasta decir basta, uno para cada hijo.

Gracias al emperador, la economía del país había progresado y la calidad de vida aumentó para muchas familias, sobre todo las que tenían permitido expresarlo. También se le conocía por su afición a tener hijos, aun cuando su esposa había fallecido.

A la izquierda del emperador, Airam miraba desinteresado a los invitados. Llevaba una máscara algo más pálida que su piel celeste, y lo habían ataviado con el conjunto más elegante que jamás había visto. Quería acercarme y preguntarle cómo estaba después de lo de anoche, protegerlos a todos como había hecho durante estos años.

GRETA OTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora