Capítulo 26. Y, de repente... ¿qué estaba cambiando?

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La noche había caído, al igual que muchos ya estarían durmiendo en sus camas. Yo estaba en la mía con ese objetivo, pero lo único que lograba era memorizar la negrura del techo.

Shadow no estaba, probablemente cumplía alguna misión del emperador. ¿Estaría matando a alguien? ¿A quién? ¿Y si estaba robando? Había descubierto que casi todo lo que teníamos lo obteníamos de expediciones nocturnas por las zonas comerciales. Y, en teoría, la mayoría lo pagábamos en el momento. Pero no siempre teníamos monedas suficientes. Según mi teoría, el dinero se lo debía dar el emperador para que subsistiera, sin saber que con ello debía alimentar ahora a tres bocas. No me extrañaría tampoco que no le pagara ni un poco. En ese caso, el dinero lo tendría que obtener robando. Eso no me gustaba del todo. ¿Realmente nos hacía falta obtener provisiones de los comercios? Teníamos todo un claro para plantar, yo tenía años de experiencia cuidando un huerto. Y con su magia y las habilidades de Ancor con los animales, podríamos obtener materia prima y fabricar nuestros propios productos para el aseo, cerámica, muebles... Ancor sabía coser, y podía enseñarme eso y a cocinar...

De repente, la puerta se abrió. Emitió un leve chirrido mientras la luz se colaba lentamente. Shadow entró intentando no hacer ruido, y lo hubiera logrado si yo no la hubiera asustado incorporándome en la cama.

―No sabía que vendrías ―dije.

―Vengo más de lo que piensas ―respondió ella―. ¿Qué haces despierta a estas horas? Son casi las cinco.

―Estoy maquinando cosas.

―Vaya ―se sentó en la cama y se quitó los calcetines―. ¿Tú? ¿Elaborando un plan? Qué sorpresa.

―Déjate de sarcasmos. Estaba pensando... A lo mejor podríamos autoabastecernos. Tenemos habilidades y recursos. Eso nos daría más comida y no nos tendríamos que preocupar tanto por el dinero.

Ella pareció pensarlo.

―¿Y qué pasa con el tiempo? No sabemos cuándo tendremos que salir ni cuándo podremos volver. Sería una gran carga para Ancor tener que encargarse de más cosas.

―¿Tú crees? Porque yo lo veo abrillantar la madera y golpear los estantes con un plumero, sin que se levante una sola mota de polvo. Se ha leído más libros de los que podemos contar y, ya que no he conseguido que considere la idea de echarse una siesta de vez en cuando... Además, sigo pensando que así tendríamos más comida. Y sin robar.

―Si piensas que podemos vivir como vivimos sin robarle a nadie, es que aún no eres del todo consciente de dónde estás ―replicó Shadow―. En un mundo lleno de hijos de puta.

―Eso no significa que nosotras no podamos ser mejor. No rebajarnos al nivel de otros.

―No pasa nada por robar un pollo o un champú que nadie compra. Lo que sí pasa es que pienses que somos inferiores solo porque sabes lo que hacemos. ¿Crees que somos las únicas?

Volví a tumbarme. No sentí que estuviéramos llegando a ningún lado. Sabía que había criminales en el mundo ¡yo misma me dedicaba a capturarlos no hace tanto! Condenaba todos y cada uno de sus actos... ¿Y ahora yo estoy haciendo lo mismo? ¿En qué me convierte eso, si no en una hipócrita? Si era una necesidad extrema, lo entendería, pero... Todavía pienso que tenemos recursos.

―¿No podríamos al menos tener un huerto? ―murmuré.

―Claro. Puedes tener lo que quieras.

Vi por el rabillo del ojo una figura. Shadow se había acercado a mí. Me incorporé de nuevo para mirarla a los ojos, mientras la escuchaba hablar:

GRETA OTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora